Una Perfecta Equivocación © Y...

By AndreaSmithh

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Algunas escenas +18 Elige: ¿con quién te besarías, con quién te casarías y a quién matarías? Olivia James lo... More

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· U n a P e r f e c t a O p o r t u n i d a d ·
· E x t r a 1 ·
· E x t r a 2 ·
Nota Autora: También en Físico

· E x t r a 3 ·

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By AndreaSmithh

(Estas escenas suceden al comienzo de la novela)

· En la central del pollo frito ·

· N A R RA   J A X ·


—Serán quince dólares.

La chica que tenía frente a mí me pasó un billete de veinte con el acompañamiento de una sonrisa seductora en los labios.

—Puedes quedarte el cambio —replicó mientras sus dedos tocaban los míos al darme el dinero.

Le devolví con picardía la sonrisa, no porque me resultase especialmente agradable, pero sí porque sabía que eso me daría más propinas. Además de que era bastante divertido. Las tardes se pasaban más rápido si establecías conversación. Sobretodo cuando tu compañera de trabajo se negaba a dirigirte la palabra más de lo estrictamente necesario.

Estaba tomando el billete cuando noté que debajo había un trozo de papel. Al girarlo encontré el número de teléfono anotado en él.

—Llámame —susurró la chica, aunque en realidad utilizó un tono lo suficiente alto como para que la persona que había detrás también lo escuchase.

O como para que lo hiciese mi compañera de turno, a la que escuché soltar un pequeño gruñido.

Eso me hizo sonreír con más ganas, y repliqué a la chica que tenía delante:

—Es probable que lo haga.

Por el rabillo del ojo noté a Olivia girarse y sacar un par de vasos de papel para la bebida con fuerza. Demasiada, porque un tercero salió volando y le dio de pleno en la nariz.

No pude evitarlo, la carcajada salió sola de mi garganta. Era un pato mareado, pero eso me hacía gracia.

Y no entendía muy bien por qué.

Sin embargo lo que a mí me había divertido, a ella no. Sus ojos se volvieron hacia mí rabiosos y entrecerrados, antes de susurrarme:

—¿Qué te hace tanta gracia?

Mi sonrisa se estiró. Me había dejado la respuesta demasiado fácil.

—Tú, piojosa.

Podría jurar haber visto el humo de la rabia salir de sus orejas. Era como un pequeño gremlin a punto de atacar, y en realidad me encantaba. Siempre me decía lo que pensaba sin cortarse, o sin intentar buscar algo a cambio. No me tenía miedo, pero tampoco le daba pena.

Y sentía que podía ser yo mismo con ella también, aunque no estuviese listo para contarle mis secretos. Para eso había que ser amigos, y nunca fui bueno en ese arriesgado deporte.

—Púdrete —murmuró hacia mí.

Los clientes nos observaban en silencio, con una mezcla de sorpresa y diversión. ¡Comida con espectáculo!

—Pensé que querías matarme, no que me pudriese.

Esa broma ya fue un poco forzada, pero funcionó igual. Olivia frunció el ceño y me dio la espalda, regresando al trabajo.

Si para conseguir que me hablase tenía que molestarla un poco...

Reto aceptado, piojosa.

Tú y yo acabaríamos siendo algo. Quizás amigos. Quien sabe.


Días después...


—Es una pena que seas gay, ¿sabes? Quiero decir, no para ti, sino para mí. Me gustabas. Suerte del chico que consiga una cita contigo.

Junté las cejas con confusión mientras la chica pelirroja a la que atendía me miraba con una sonrisa tímida, recogiendo el cambio de su pedido.

—Perdona, pero creo que no te sigo. No soy gay.

Fue el turno de la chica de sorprenderse. Se echó hacia atrás, ladeando la cabeza, y preguntó:

—Ah, ¿no? Pero tu compañera me dijo que...

No llegué a escuchar el final de su frase, porque de pronto lo comprendí perfectamente. Mi compañera.

Olivia.

Ella le había dicho que yo no era gay, pero, ¿por qué? Una parte de mí jugó con la idea de que quizás sentía celos. Quién sabe.

¿Por qué lo habría hecho si no?

—Entonces, ¿te apetece tener una cita conmigo?

Volví a prestar atención a la chica y... Mira, a la mierda. Si Olivia estaba celosa, era su puto problema. ¿Acaso no el había insinuado ya que me parecía guapa y me había rechazado ampliamente?

No había nada malo en aceptar una cita con otra persona, y si de paso podía fastidiar a la piojosa... pues mejor.

—¿Por qué no?

Apuntó mi número de teléfono su móvil y después lo marcó. Imaginé que estaría sonando en mi taquilla en aquellos momentos.

—Guarda mi número como Daniela —susurró.

Y después se despidió.

Cuando me di la vuelta para regresar al interior del local, me encontré con Olivia. Estaba mirando algo en el inventario, aunque más bien diría que simulaba hacerlo, porque yo mismo lo había cerrado antes de ponerme a atender a los clientes.

Por no mencionar que su rostro estaba más sonrosado de lo habitual y parecía nerviosa.

La sonrisa no tardó en aparecer en mi rostro. Hacía tiempo que tendría que haber ido a atender a clientes al frente junto a mí, pero no lo había hecho, lo que me dejaba deducir casi con total seguridad... que me había visto hablando con esa chica.

Me apoyé contra la pared que había a un lado, con el cuerpo girado hacia ella y crucé los brazos. Tuve que carraspear dos veces antes de que fuera demasiado obvio para los dos que estaba allí y ella se dignase a mirarme.

—¿Sabes? —Comenté, con el tono más casual que pude—. Esa chica tan mona que me acaba de dar su número, me ha dicho algo bastante curioso.

Bufó, pero el rubor se extendió todavía más bajo las pecas de su piel.

—No me digas.

Desde luego, mentir no era lo suyo.

Me incliné un poco más hacia ella, hasta el punto de poder apreciar un poco del aroma floral de su champú, que resaltaba por encima del nauseabundo del pollo frito. De hecho, tenía una pelusa cerca de la frente, atascada en unos mechones rebeldes.

Sentí la tentación de apartarla.

—Resulta que mi adorable compañera de trabajo le contó el otro día que yo era gay. Qué curioso, ¿verdad?

—Muy curioso —asintió, con un tono bastante forzado—. ¿También dijo lo de adorable?

—No, eso es un añadido mío.

Descrucé los brazos y sin poder resistirlo más, le quité la pelusa del pelo, rozándole la frente. La miré, dándome cuenta de lo que acababa de hacer, y la sacudí en el aire antes de seguir con nuestra charla.

Mierda, ¿por qué había hecho algo tan estúpido?

—Me incordió pidiéndome tu número, ¿vale? No pensé que te molestaría.

Bueno, quizás eso tenía más sentido que los celos, pero... Me negaba a creerlo.

—Oh, y no lo hace. Me divierte.

Me alejé de la pared, y las puntas de nuestros zapatos casi se tocaron.

Yo mismo tenía ganas de volver a tocarla. Sentía cliente la yema de mis dedos, los que habían rozado su frente.

Pero no perdí mi papel.

—Me divierte pensar que te pusieras tan celosa como para no querer pasarle mi número de teléfono.

Frunció el ceño.

—¿Qué? Eso no fue lo que sucedió.

—¿Estás segura, Olivia?

Tragó saliva. Estaba nerviosa.

Eso me hizo sonreír y recuperar la tranquilidad.

—Completamente —me mintió—. Y también que tu ego está un poco demasiado subido.

—Un ego grande es una buena compañía. Sobretodo para tratar con compañeras de trabajo tan adorables como tú.

Y con unas palabras tan verdaderas como sencillas, ahí estaba de nuevo. Su sonrojo, pero muchísimo más agradable que cuando era por un simple enfado.

—Te has sonrosado —susurré—. Eso te hace todavía más adorable.

—Vete a la mierda, Jax. No me he sonrosado.

No puedes mentirle a los ojos, Olivia.

O quizás era yo, que no podía creer otra cosa. Que no quería hacerlo.

Pero Olivia no se dejó intimidar, porque nunca lo hacía. Ese día aceptó una cita con el prepotente de Ezra, y yo una con Daniela.

La llevaría al cine, pasaríamos una bonita velada e intentaría sacarme a la maldita piojosa de la cabeza, porque estaba claro que no tenía sentido que siguiera intentando acercarme a ella.

Además, había muchas más chicas en el mundo.

Lo más probable es que no tardase en olvidarme de ella.

Verás lo rápido que lo hago.

Con el comienzo de #UPD y para celebrar que #UPE está camino del millón (¿os imagináis que llega?), os dejo aquí un capítulo extra :) ¡Espero que os guste!

¿Habrá más?

Andrea :)

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