Solamente Corazones Solitario...

By Megara_Seshat

559 71 31

Con el fin de ayudar a salir a su hermana Kushina de una profunda depresión; Sasori Uzumaki accede a servir c... More

ACLARACIONES
Tchaikovsky - Solo un corazón solitario.
Beethoven - Fur Elise.
Liszt - Liebestraum No.3 (1)
Liszt - Liebestraum No.3 (2)
De Senneville - Mariage d'Amour

Debussy- Clair De Lune

66 10 1
By Megara_Seshat

Aclaración: Se me olvidó que el cumpleaños de Minato es en febrero y lo puse como por noviembre, perdón.

Hay una escena un poco fuerte (violenta) en este capítulo que implica abuso sexual. La remarcaré toda en cursiva por si la quieren saltar.

Eran meses fríos ya, pero por suerte el departamento de Minato estaba climatizado y el ambiente se sentía únicamente fresco, por lo cual el perchero estaba lleno de abrigos y bufandas de los invitados que se habían sentido acalorados durante su estancia en ese lugar. Kakashi estaba incluido en esa lista, pues antes de salir, se puso de nuevo su abrigo gris.

—¿Cómo te fue con tu aniversario? —fue él el primero en iniciar un tema de conversación una vez que estuvimos afuera, bajando las escaleras para salir del edificio.

—No tan mal como lo esperaba, ni tan bien como me hubiera gustado. —saqué de mi gabardina mi paquete de cigarros y un zippo para encenderlos. —¿Quieres? —le ofrecí y aceptó fumar conmigo. Le tendí la caja para que tomara su cigarrillo luego de reposar el mío en mis labios, pero tenía las manos entumecidas; y cuando traté de prender el zippo, se me resbaló. Todo esto sucedió frente a una tienda de música, que tenía un gran cartel en el aparador anunciando que el afamado violinista Obito Uchiha daría un concierto en la ciudad.

Kakashi lo observaba de una manera extraña, como pensativa y un tanto melancólica.

—¿Piensas ir? —pregunté, encendiendo su cigarrillo.

—Nah... No tengo tiempo. —respondió, queriendo sonar indiferente.

—¿No te agrada?

—Tiene que agradarme. —rió quedito.

—¿Por qué? ¿Es tu paciente?

—Es mi marido. —confesó, exhalando con algo de fuerza el humo de su cigarro. Siguió caminando, pero yo me le quedé mirando detenidamente al cartel. Luego de eso, Obito parecía el hombre más afortunado del mundo, pues no sólo tenía al lado a un hombre en un millón como lo es Kakashi, sino que, a diferencia de mí, había logrado llevar una exitosa vida de artista. Pero no todo podía ser tan perfecto si su esposo reaccionó de mala manera al desvelar su relación con él.

Alcancé a Kakashi a pasos apresurados, pues estaba ya como a uno o dos metros lejos de mí.

—¿Cómo se conocieron? —Pregunté, con curiosidad. Mi acompañante suspiró antes de hablar.

—Rin nos presentó en una reunión cuando tenía diecisiete años. Aunque al parecer le gusté desde un principio, él no llamó mi atención hasta que lo vi tocando el violín tan maravillosamente... Y luego acepté salir con él. —hablaba con la mirada baja, hurgando en sus memorias.

—¿Y se casaron y vivieron felices para siempre?

—Nos casamos. Sólo nos casamos. —corrigió. Tal parece que no soy el único de los dos con problemas en el paraíso.

—¿Por qué? —cuestioné interesado. Kakashi se detuvo en seco y me miró, como diciéndome que me callara.

—¿Ahora tú me vas a dar terapia a mí? —rió y siguió caminando. —No quiero hablar de eso, Sasori.

—De acuerdo. Entonces... ¿Qué te parece si te hago preguntas sencillas y me das respuestas cortas? Simplemente para conocerte mejor. —propuse, sonriendo de lado. Él accedió, un poco más dispuesto a responder.

Terminé descubriendo así que: su animal favorito son los perros, tiene un pug llamado Pakkun, la temporada de lluvia es su preferida de todo el año, habla cuatro idiomas, su color predilecto es el azul, y el nombre de su padre era Sakumo. Le pregunté también por el tipo de libros que más disfruta leer, pero no quiso decírmelo. Mi interrogatorio se vio interrumpido cuando llegamos a la entrada del edificio en el que vivía. A diferencia del consultorio, no estaba muy lejos del departamento de Kushina. Quedaba a unos minutos caminando.

—¿Quieres subir? —me ofreció.

Acepté un poco nervioso. ¿Por qué me estaba invitando a su departamento? Mi tonta y débil mente masculina deseaba que se debiera a algún motivo sexual, pero mi parte racional me gritaba que no es algo que Kakashi haría. No sabría decir si por fortuna o por desgracia, pero ganó mi parte racional.

Luego de haber llegado a su piso por medio del elevador y de que abriera la puerta de su departamento, nos encontramos con un joven en la sala, pálido y de un rebelde cabello negro con Pakkun acostado en sus piernas. Tenía unos dieciséis años, y la primera impresión que me ofreció, es que era un adolescente mimado y sangripesado.

—Sasuke, te presento al profesor Sasori. —le dijo Kakashi, posicionándose en frente de la televisión para que le hiciera caso. —Sasori, él es Sasuke, mi sobrino. —El sofá no quedaba muy lejos de la televisión, así que sólo di unos pasos al frente para acercarme y le tendí mi mano a Sasuke, diciéndole que me daba gusto conocerlo. Ni siquiera la tomó de vuelta, solo me miró con desdén, e igualmente a su tío.

—¿Se pueden quitar? Estoy mirando eso.

Mi compañero platinado pareció molestarse por su respuesta y desenchufó la televisión antes de tomarme por el brazo para llevarme a su pequeña cantina particular. El joven de cabello negro bufó molesto y lo siguiente que escuché fueron sus pasos marcados y una puerta azotándose. Se había ido a encerrar a su habitación. En respuesta, su tío puso los ojos en blanco y masajeó el tabique de su nariz, suspirando.

—Lo siento. Así se comporta con todos últimamente. —se disculpó Kakashi. —Te traje porque no le está yendo muy bien en la escuela, y como eres maestro de artes plásticas pensé que tal vez me podrías cobrar por darle asesorías. Obito lo mandó a un colegio de arte porque quiere que siga sus pasos, pero no es precisamente lo suyo.

—No te preocupes. Al fin adolescentes. —me encogí de hombros. —Si eso no es lo suyo, creo que mejor deberían considerar cambiarlo de escuela... —sugerí. —¿Está al cuidado de ustedes?

—Sí... Sus padres murieron cuando tenía cinco años, y él y su hermano mayor quedaron al cuidado de su tío Obito, y por consiguiente del mío. Aunque no tienen mi sangre, esos chicos han pasado tanto tiempo conmigo que los quiero como si fueran mis hijos. Sólo que Itachi ya se independizó, y él aún está en nuestras manos.—dijo pensativo. —Y ya le dije a mi marido sobre cambiar a Sasuke de escuela, pero es un necio. —se quejó. —En fin, ¿qué bebes? —cambió rápidamente de tema, mirando las botellas de la cantina. —¿Tequila? ¿Ron? ¿Brandy? ¿Vodka?

—Ron está bien. —respondí. Tomó la botella de ron, un par de vasos de vidrio y comenzó a servirnos. —Creo que puedo echarles la mano con las asesorías. —sonrió ligeramente, demostrando alivio. —Te cobraré lo mismo que cobras tú. Ah, y ya que nuestras citas son lunes, miércoles y viernes, puedo venir el martes y el jueves cuando salgas de trabajar.

Excusas para verlo toda la semana...

—De acuerdo, pero si no pasa con diez el próximo semestre, exigiré un reembolso. —bromeó. Terminó de servir y fue la cocina por los hielos.

Estuvimos charlando un par de horas sobre trivialidades en las cuales nuestros problemas no tenían cabida. Incluso luego de unas copas se animó a mostrarme su biblioteca.

Era muy variada, había libros de psicología de todo tipo, filosofía, idiomas, lenguas, comunicación, grafología, lenguaje corporal, novelas clásicas, biología, medicina..., en fin, nunca acabaría de hacer la lista, pero una parte significativa de esa vasta biblioteca, era de novelas eróticas.

—Wow... Creo que alguien tiene una fijación, eh... —bromeé, sacando del librero un curioso libro naranja llamado Icha Icha Paradise, con el propósito de hojearlo.

—¡Justo sacaste mi favorito! Lo escribió el profesor de Minato, ¡y es una joya! —reí quedito. Kakashi comenzaba a hablar arrastrando las palabras, pues él había tomado mucho más, y más cosas que yo, no sólo algo de ron.

—Qué descaro el tuyo. —cerré el libro y lo puse de vuelta en su lugar. —Ahora veo por qué estudiaste psicología.

—No, no es la gran cosa. Digamos que simplemente habemos personas más sexuales que otras. Y para mí, es algo importante en mi vida. —respondió, caminando hacia el sofá para sentarse. No puede ser que hasta eso hacía bien. Resultaba tan tentador y elegante cada movimiento suyo, incluso con algunas copas de más. —¿Y tú, Sasori? ¿Cómo te consideras al respecto? —cuestionó con curiosidad y mirándome de una manera tan frívola como sensual, que hizo que me recorriera un escalofrío.

—No lo sé. —respondí, desviando mi mirada al andrógino busto griego que reposaba en el librero.

—¿Sabes? creo que nunca te has permitido disfrutar libremente de tu sexualidad. Me dijiste que te casaste a los veintiuno con tu primer novio, pero hay algo borroso ahí, y no es culpa del susodicho. Si lo fuera, no le tendrías tanto cariño hasta ahora, y no pareces tener Estocolmo. Fue algo que te pasó en la infancia, ¿verdad? Algo que probablemente también afectó a tu hermana, pero no me lo has querido revelar.

Por unos milisegundos sentí que todo se tornó negro, y como si esa oscuridad girara a mi al rededor.

Me sentí... Expuesto, inseguro, presionado.

Hice una mueca y me giré para caminar hacia la puerta.

—No he descansado muy bien. Es hora de que me vaya. —avisé sin mirarlo mientras me iba.

Me pidió que esperara, pero me hice de oídos sordos.

Mañana tendríamos consulta, y lo que pensé mientras daba vueltas en la cama por no poder conciliar el sueño, fue que nuestro encuentro sería sumamente incómodo.

Debía decirle eso, ¿verdad?

Ahora que lo descubrió, no había vuelta atrás...

Me levanté de la cama a las casi cuatro de la mañana para fumar en la ventana, mirando el inarmónico paisaje de la ciudad.

Llegué media hora tarde a la cita con Kakashi. Lo hice a propósito, pues quería estar menos tiempo de lo normal ahí por obvios motivos, y además pensé que me recibiría de mala gana por haberme ido de su casa.

Pero me equivoqué en lo segundo.

Sí estaba actuando distinto, pero porque sabía que había sido insistente anoche, casi rayando lo grosero, y ni siquiera me reprochó el haber llegado tarde.

—Pensé que no vendrías. —Fue lo primero que me dijo luego de saludarme y sentarse en su escritorio... —Escucha, sobre lo de anoche... Lo siento mucho. De verdad, estoy muy avergonzado. —suspiró. —Si hay algo que pueda hacer para compensártelo...

—No te preocupes. —respondí, removiéndome en mi asiento pues me sentía un tanto incómodo. —Todos cometemos errores. En tu caso fue beber tanto un lunes en la madrugada, y en el mío fue quedarme a charlar con un psiquiatra ebrio. —lo dije con expresión seria, pero le robé una pequeña risa, de esas que me gustan tanto.

—Como sea, no te voy a presionar a que me lo digas, para nada; pero ten en cuenta que dentro de todo lo que te callas, puede haber algo que nos ayude a recuperar la salud mental de tu hermana.

—Lo sé, ya lo sé. —le contesté, moviendo nerviosamente una pierna mientras miraba la lámpara en el centro del techo.

No pude hacerlo.

No pude decírselo.

En cambio, le hablé un poco de la relación que teníamos con mis padres.

—Era pequeño aún. Tenía como seis o siete años.

Ese día mi padre había llegado hambriento del trabajo. No teníamos mucho dinero, así que mi madre se esforzaba en preparar una comida decente con lo que había en casa. Si no mal recuerdo, hizo una ensalada aquella vez. A mí me gustó, sabía bien, pero no era lo que mi padre quería comer.

Le gritó a mi madre que cómo era posible que se matara trabajando y lo recibiera con esas porquerías. Se puso muy agresivo, casi la golpea. Azotó la mesa con sus puños y le dio su comida al perro. Traté de callarlo diciéndole que a mí me había gustado la ensalada y... Já. Debiste ver su reacción.

—¿Por qué? ¿Qué hizo? —preguntó Kakashi, atento.

—Se quitó el cinturón y me iba a empezar a azotar con él; pero mi madre y Kushina lo detuvieron. Mamá le dijo que podía prepararle algo rápido, así que fue a la cocina y mi hermana y yo la seguimos para no quedarnos con él.

Abrió una lata de comida para nuestro perro y la echó en una sartén para calentarla y sazonarla con pimienta y otras especias. —le dije, riendo bajito, y él me acompañó. —Y el tipo dijo que era de las mejores cosas que había comido en toda su vida.

—Por lo que me has contado, Kushina te protegía mucho cuando eran niños, ¿no?

—Sí... Tenía un carácter muy fuerte. Y era muy protectora conmigo porque ambos nos sentíamos solos en el mundo. Nuestra relación era lo único que teníamos. No sé cómo explicarlo... —le contesté, pensativo y con la mirada fija en el suelo.

—Entiendo a lo que te refieres. —me respondió. Sabía que me preguntaría qué fue lo que cambió en mi hermana para que dejara de protegerme tanto, y ya que eso me llevaría al mismo escenario que no he podido contarle, me apresuré a hablar antes de que él lo hiciera.

—Me preguntaste hace unas sesiones si Kushina tenía conductas violentas, ¿recuerdas? —asintió con su cabeza. —Lo estuve pensando, y creo que ella siempre fue muy temperamental. Demasiado, de hecho. Es muy fácil hacerla enojar con fuerza, aunque esa situación se ha intensificado con el paso del tiempo. Por ejemplo, recordé la vez que... —me quedé pensando unos pocos segundos antes de continuar —Mh... Necesito aclarar primero que a veces nuestro padre nos sacaba a cazar.

—Oh, ¿entonces sabes disparar? —preguntó, curioso.

—Sabía disparar con rifle. —corregí. —Hace mucho que no lo hago, probablemente ya lo olvidé. El punto es que cuando cumplí nueve años, ella se encargó de cazar los patos para la comida ese día ya que mi padre llegaría hasta horas después. Para la tarde ya estábamos todos reunidos. Íbamos a partir el pastel, pero padre estaba viendo televisión, y como podrás imaginar, cuando madre lo llamó se puso agresivo por interrumpirlo.

Pensé que sería otro día entre gritos e insultos, pero de pronto Kushina tomó el mismo rifle que había usado hace unas horas y disparó a la televisión.

Justo en medio.

Cargó de nuevo, apuntó a mi padre y le ordenó que se sentara a comer con nosotros.

—O sea que... ¿Estaba dispuesta a matar a tu padre? —cuestionó, tratando de no sonar sorprendido.

—Pues... Necesitaría estar en su cabeza para saberlo; pero como dije, sólo le hizo falta apretar el gatillo. —respondí, como si no hubiera sido una situación complicada, o como si no hubiera tenido importancia. En eso sonó mi reloj marcando que ya era hora de retirarme, así que me puse de pie y me estiré, como dispuesto a irme.

—¿Y cómo? ¿Qué...? —ni si quiera podía formular la pregunta. —¡No me puedes dejar así! —se quejó con algo de broma, y en respuesta reí por lo bajo. —¿Qué pasó después?

—Nada. Nos sentamos a comer con algo de miedo, pero luego de eso mi padre y Kushina no volvieron a hablar.

—Me pregunto por qué. —bromeó, un tanto pensativo.

—Es un misterio, ¿no? —le seguí el juego. —Entonces... ¿nos vemos mañana en tu casa para las clases de Sasuke? —quise confirmar, cambiando el tema de paso.

—Sí, a la misma hora. —Suspiró y comenzó a arreglar todo para irse también, pues yo era su último cliente del día.

***

Miré a Sasori irse del consultorio con esa misma postura y expresión facial de siempre que me dice "No puedo ni con mi alma; pero voy a hacer como que no me importa nada". Es duro, pero no hay manera de refutarlo porque hasta él sabe que es cierto.

Hace unas semanas que lo conocí, y es muy distinto a lo que esperaba del hermano de la ruidosa Kushina, quien parece ser feliz y determinada todo el tiempo hasta que llegan las fuertes decaídas.

En cambio Sasori parece no darle descanso a su pobre cabeza en ningún momento.

Algo sí tienen en común los hermanitos Uzumaki, y es que son probablemente las dos personas con las cuales más he tenido problemas para lograr una mejoría. Kushina siempre sale del consultorio diciendo que se siente mejor, y a la siguiente sesión parece que ha olvidado todo, figurativamente hablando.

Sasori entra y sale completamente igual. No hay mucha diferencia entre el pelirrojo que entró por primera vez a mi consultorio y el que vi hace unos minutos. Tiene una coraza dura de romper, como mi marido que desde hace unos años está inmerso en sus lujos, egolatría y fama, y no deja que me acerque a él ya.

¿Qué más quieren que diga al respecto?

Físicamente es muy atractivo, sí. Me atrae un poco, sólo un poco.

No soy muy fanático de ser cursi, pero me gusta su cabello de fuego; sus manos delgadas, ágiles, suaves, delicadas, y venosas, como de pianista. Me encanta su voz. Bien hubiera podido ser locutor y sintonizaría siempre su programa de radio, o un operador de línea erótica y sería con seguridad su cliente más frecuente. Tampoco pueden pasar desapercibidos los pequeños cambios de su tono de voz dependiendo la situación, que a veces incluso expresan más que su rostro. El movimiento de sus labios; ¡su aroma! Dios, su aroma me enloquece. Es adictivo. Como un libro nuevo mezclado con shampoo para hombre y algo de cigarros. Y... Sus ojos.

Tiene unos preciosos ojos tan tristes como coquetos, con una mirada profunda y pestañas largas. Expresivos, pero cansados.

De camino a casa estuve pensando en él y su encuentro con Sasuke mañana. He dejado crecer mucho a mi pequeño sobrino, hasta el punto de que ahora actúa como si fuera inalcanzable. Creo que tengo que hablar con él antes de que se comporte como Diva con Sasori.

No tenía muchas ganas de cocinar hoy, así que pasé a comprar la cena.

Llegué a casa, fui a lavarme las manos y antes de poner la mesa, cerré con llave todas las puertas de la casa y escondí los audífonos de mi sobrino para evitar que a mitad de una rabieta suya fuera a encerrarse o decidiera ignorarme poniendo música a todo volumen en sus auriculares. Cualquiera de las dos opciones era muy probable, así que me adelanté a evitar que sucedieran. Él ni siquiera se inmutó porque al igual que la vez pasada, estaba viendo la televisión con Pakkun.

—¡Sasuke, ven a cenar! –lo llamé en voz alta desde el comedor una vez que todo estuvo listo.

Comimos en silencio y tranquilamente hasta que rompí el silencio a mitad de la cena.

—Sabes que todo lo que hago es por tu bien, ¿verdad? —como si ya supiera a dónde iba con eso, resopló. —Así que me vas a escuchar palabra por palabra y más vale que sea de buena gana. Si tengo que obligarte atándote a la silla, lo haré. Demuéstrame que al igual que Itachi tienes cerebro para entender lo que te digo. —Una técnica un poco dura, pero efectiva en él. Desde pequeño se la ha vivido añorando ser como su hermano mayor. Es un arma de doble filo, porque si bien eso a veces lo motiva a ser mejor persona, no es lo más idóneo que lo haga para imitar a alguien en lugar de hacerlo por sí mismo. Decirle eso fue un aliciente para que se comportara. Es poco profesional y no lo usaría con un paciente, pero sí, es una medida desesperada. Sólo él, su tío y los hermanos Uzumaki me han hecho llegar a mis últimas opciones. ¡Ah! ¡Qué niños tan problemáticos los míos! ¿O no?

Le dije a mi sobrinito que entendía su disgusto al estar estudiando en esa escuela, y que pese a mi insistencia, su tío Obito se ha hecho de oídos sordos cada vez que le pido que lo cambiemos.

—Yo sólo quiero que saques el papel para poder entrar a la Universidad. No te pido calificaciones excelentes, ni que seas el mejor haciendo algo que no te gusta y a lo que evidentemente ni siquiera te vas a dedicar. Hasta puedes copiar si tienes la necesidad de hacerlo. Sólo saca ese certificado y eres libre. —recalqué. —Las asesorías con el profesor...

—¿Tu novio? —me interrumpió, con una sonrisa burlona. —Casi te creo que lo estabas haciendo porque de verdad te preocupas por mí, pero ahora veo que simplemente buscas excusas para estar más tiempo con él. Después de todo el que mi tío viva de gira en gira sí ha traído sus consecuencias, ¿eh?

—No digas tonterías. —respondí de inmediato, sin dejarlo decir más. —Las asesorías con el profesor te pueden ayudar. —concluí. —Es más, te propongo algo; esfuérzate lo más que puedas en el colegio, y hablaré con Itachi para ver si acepta que te vayas a vivir con él para cuando entres a la universidad, y estudiarás la carrera que tú desees. Yo te respaldaré por completo, ya no tomaremos en cuenta la opinión y los deseos de Obito. Aunque quisiera ayudarte más, no puedo cambiarte de escuela porque tu tutor legal es él. Pero cuando salgas, serás mayor de edad y ya no dependeremos de tu tío. Siempre hay una manera de hacer las cosas, Sasuke. Y me tienes a mí para apoyarte tanto como pueda.

Sus ojos brillaron con ilusión, y su semblante cambió a uno más relajado, sorprendido, ilusionado y hasta algo incrédulo.

Se mostró pensativo esa noche, y a la mañana siguiente, lo noté un poco más feliz de lo normal. Se comió sin desagrado todo el desayuno, e incluso se despidió de mí deseándome suerte en mi trabajo el día de hoy.

Es muy lindo ver cuando las bestiecillas a tu cuidado te demuestran su cariño y gratitud, especialmente en una etapa difícil; llámese estudiante, hijo, sobrino, o algo similar.

Ese día me fui al trabajo animoso y tarareando una canción vieja, feliz por lo que había sucedido con Sasuke. ¡Incluso llegué quince minutos temprano!

No hay nada que decir sobre mis horas laborales, así que me tomaré la libertad de saltarme horas después, a las siete y media de la noche, cuando llegué a casa y luego de ser exitosamente ignorado por Pakkun, Sasori ya estaba en mi oficina con mi sobrinito, explicándole algunos de los movimientos artísticos a lo largo de la historia, ilustrándolos y apuntando las palabras claves en la pizarra. Detuvo su explicación en cuanto notó que los espiaba a unos metros de la habitación.

—Bienvenido, Kashi. —me recibió Sasori, con calidéz. —¡Kakashi! —corrigió. —Lo siento, no sé por qué te llamé así...

—No, no. Está bien. —me apresuré a responder. —Me gusta ese apodo. —aclaré. Fue raro, pero lindo. Nadie me había llamado así antes.

—Eh... Hola, tío. —saludó Sasuke, un poco incómodo. —Le dije a Sasori sensei que podíamos usar tu oficina para estudiar. —asentí con mi cabeza y luego de aclarar que no había problema, fui a preparar la cena.

Sasori tenía una forma peculiar de explicar las cosas que resultaba tan atrapante como apasionada y sencilla de entender. Y si a eso añadimos que escuchar su voz es como dejarse caer en una blanda cama con sábanas de seda... Era algo maravilloso.

Tal vez, sólo tal vez, Sasori me guste más que un poco.

Pareció llevarse bien con Sasuke, así que cuando terminó su clase, buscando una excusa para hacerlo quedarse, lo invité a cenar y aceptó.

Fue como tener la oportunidad de revivir aquella noche que dejamos inconclusa por culpa de mi bocota, y añadiendo además a mi sobrino a la ecuación. No sólo hablamos, hicimos un intercambio y aporte de ideas todos entre sí, exploramos un tema bobo como lo son los lugares que nos gustaría conocer un día y por qué, y también algo más serio, sobre qué era lo que quería realmente Sasuke para su futuro; los pros y los contras. En este caso, él quería trabajar para la policía, aunque no estaba seguro de si como detective u oficial. Mi sobrino no se alteró, hasta pareció agradecer la conversación por tocar puntos importantes que nunca había considerado. Fue muy especial para mí ver a Sasori conectando con una de mis personas favoritas y más preciadas en el planeta. Ni siquiera su tío Obito se había dado la oportunidad de convivir con él de esa manera en años; y todo aquel que trate a Itachi y Sasuke con cariño, reserva en mi ser un lugar especial. En caso de Sasori, a quien ya le había tomado mucho aprecio, fue un pase directo a mi corazón. Sentí por un instante como si hubiéramos estado en familia. Aunque amargamente no era así...

Los siguientes días se sintieron más tranquilos. Incluso fuimos a ver juntos a Kushina, que ya tenía una mejora notable gracias a las constantes visitas de su hermano y Minato. Sobra aclarar que aún no estaba en las condiciones adecuadas para retomar sus consultas conmigo, y no la presionaría.

Los doctores decían que pronto la podrían dar de alta, y esa tarde, los tres acordamos que sería una buena idea que se mudara temporalmente con Minato para que cuidara de ella. Él no tenía ni el más mínimo problema con eso, por supuesto. Pero habría que convencer a Kushina después. Aunque tampoco creo que fuera algo demasiado difícil. Ella no confía muy fácilmente en las personas, ni siquiera en mí; pero Minato por algún motivo es la excepción.

Un día Sasori llegó a mi consultorio mostrándose inseguro, como si fuera la primera vez que nos veíamos. Me preocupó pensar que tal vez le había pasado algo, pues para ese punto estábamos lejos de ser unos desconocidos y actuar de esa manera conmigo estaba fuera de lugar. No tuve que estudiar mucho su lenguaje corporal para concluir que tenía algo muy importante que revelar, pero nuevamente su rostro no me decía nada. Estaba ocultando sus intensos sentimientos detrás de esa máscara de indiferencia, como siempre lo hace. Así aprendió a sobrevivir.

Se preparó mentalmente hablando de trivialidades, con las manos en los bolsillos y dando vueltas por casi todo el consultorio. Fueron quizás los primeros diez minutos antes de sentarse en el diván con pesar y sacó del bolsillo de su negra y larga gabardina una caja de cigarros.

—¿Puedo?

—Adelante. — respondí, asintiendo con mi cabeza.

Encendió un cigarro, movió nerviosamente sus piernas y miró al techo, mordiéndose la punta de la lengua. Soltó un suspiro y finalmente comenzó a hablar.

—Teníamos diez y doce años respectivamente. Esa noche padre no estaba, y madre aprovechó el tiempo a solas con sus hijos para enseñarnos a bailar. Recuerdo que nos estábamos divirtiendo mucho. Fue... un momento como pocos en nuestra infancia. Kushina probablemente ya no lo recuerda tan bien como yo. El punto es que... No lo sabíamos, pero había tres prófugos de una cárcel cercana rondando la zona. —exhaló con fuerza el humo de su cigarro, y a la par, caminé con cuidado hacia el diván para sentarme en el otro extremo, sin quitarle la mirada de encima. —Encontraron nuestra casa y entraron de pronto. Tal vez pensaban matarnos para quedarse resguardados ahí hasta el amanecer. Uno de ellos arrastró a mi madre a la habitación. Recuerdo que ella me miró desesperada, extendiendo sus manos hacia mí y gritando que la ayudara. —rió. Pero era una risa que, aunque exteriorizó para tratar de atenuar la seriedad de la situación, era evidentemente amarga. —Pero no se me ocurre... qué hubiera podido hacer yo en esa situación... Estaba paralizado de miedo. El segundo hombre estaba con Kushina en el piso de la sala. Y el tercero... —dijo esto último a la par que exhalaba el humo de su cigarro. Pude notar cierto aire de pesadumbre y enojo en su voz, y su mirada estaba perdida en la ventana, como en shock. —El tercero me cortó los pantalones con un cuchillo y me ultrajó contra la mesa. Yo a esa edad... ni siquiera sabía que eso era posible... No sé cuántos minutos estuvimos así, pero te juro que parecieron horas. Se detuvieron por un disparo. No sé cómo lo hizo, pero Kushina pudo zafarse, tomó el rifle cargado que escondíamos bajo el sofá justo para estas situaciones, y... y los mató. A los tres los mató. Ni siquiera pudimos llorar, o al menos procesar la situación. Mi madre quiso mantener en secreto lo que había pasado, y nos pusimos a limpiar la sangre y a esconder los cuerpos. Nos dijo que si alguno de los dos decíamos algo sobre lo que había pasado esa noche... Nos iba a dejar de querer. —terminando de decir esto, se mojó con la lengua las yemas de sus dedos índice y medio para apagar su cigarro.

Me heló la sangre la manera tan fría y cruda que tenía para expresar lo que le había pasado. En especial a él. Le costaba trabajo explicarme lo que le había pasado a Kushina y a su madre, pero cuando se trataba de él... Parecía como si no le importara.

Treinta años de silencio que hicieron más daño que el suceso en sí.

Treinta años de silencio que lo mutilaron emocionalmente...

—Es la primera vez que hablas de esto, ¿verdad? —asintió con su cabeza y su mirada baja, como avergonzado, o arrepentido por haber sacado ese secreto a la luz. Abrí mis brazos de par en par, haciendo que me mirara. Parecía confundido, e incluso había algo de tristeza en su semblante inexpresivo que trataba de mantener a toda costa. —Ven aquí... —lo alenté a que me abrazara.

Se acercó a mí dudoso, como si de un cachorro perdido se tratase, y cuando lo tuve por fin en mis brazos lo abracé con una calidez, delicadeza y amor que nunca había experimentado con nadie más que con mis sobrinos...

Más que un abrazo, sentí que lo envolvía en un manto protector. Quería protegerlo. Quería regresar en el tiempo y salvarlo, o al menos consolar a ese pequeño de diez años, herido y desorientado.

Sentí un movimiento irregular en su espalda. Estaba alterado, tratando de contener las lágrimas.

—Déjalo salir. —le dije, con delicadeza. —Llora, Sasori...

Como si hubieran sido palabras mágicas, ahí mismo estalló en llanto sobre mi regazo. Era un lloriqueo fuerte y descontrolado, como de un niño muy asustado. Y es que justamente eso es lo que era.

Aun abrazándolo, nos mecí suavemente mientras esperaba a que se calmara.

—Fuiste muy valiente al decirme esto... Ahora deja que fluya... Deja que se vaya... —trataba de ser fuerte, pero mientras lo abrazaba, me fue inevitable soltar una lágrima.

No era la primera vez que escuchaba una anécdota de este tipo. Tengo quince años ejerciendo este trabajo; pero... Sí era la primera vez que lo decía una persona con la que ya había desarrollado un fuerte vínculo emocional.





Continue Reading

You'll Also Like

53.7K 3.4K 27
Nunca te has preguntado ¿Porque emparejan a Kuroko con determinado personaje? Aquí están las posibles respuestas a esos cuestionamientos. Además los...
8K 985 20
Porque a pesar de todo, mi corazón no sabe como apaciguar este mal de amor... Un Omega es eso... Un Omega... Y los Alfas son los que dominan a pesa...
671K 86.8K 63
"Y si no eres el amor de mi vida diré que me equivoque de vida y no de amor" Cuando Izuku observó como Kacchan le decía que sería padre, supo que en...
384K 25.3K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.