Hoy en el instituto me recordó cientos de veces que no olvidara que vendría en la tarde, debe estar detestándome. En un solo movimiento me deslicé fuera de mi cama directo a ducharme, daba asco. Hoy tenía tanto sueño que terminé durmiéndome al llegar de la secundaria.

—Bien, dile que no tardo —dije y mi mamá asintió antes de salir.

Había factores a considerar por los que me tendría que preocupar si tardaba demasiado en bajar. Mis padres detallaban extremadamente las personalidades de mis nuevos amigos, y Hult no era alguien adorable desde un principio. Y si en tal caso ocurría el milagro de que a mi papá le haya agradado, lo atosigaría sobre boxeo, ama todo tipo de deportes, era su tema favorito, podía durar horas aburriendo sobre ellos hasta que la persona lo interrumpiese inventado cualquier excusa para irse. Y mi mamá, mi mamá seguramente se encontraba abajo preguntándole millones de cosas sobre su vida, dónde vive, cuántos años tiene, cuánto tiempo llevaba siendo mi amigo, si le gustaba el Strudel, porque ella lo amaba hacer y en esta casa nadie lo comía, dependiendo de cual fuese su respuesta, si era afirmativa, se lo llevaría a la cocina para preparar uno juntos.

Espero que Hult no los insulte como a mí.

Al terminar me coloqué la ropa más cómoda que encontré en la silla inestable—la llamaba la silla inestable ya que, en ésta, colocaba ropa que no estaba tan sucia como para lavarla, ni tan limpia como para guardarla en el armario—unos jeans altos y un suéter de lana color rojo, me quedé en medias, de igual modo estaba en mi casa.

Abrí la puerta de mi habitación para salir, y una sonora melodía llegó a mis oídos. Eran risas, provenían de abajo, entre ellas la de Hult y mi padre, mientras bajaba las escaleras, más audible era de lo que hablaban.

Por supuesto mi papá le hablaba sobre boxeo, y los mejores campeonatos que ha visto y a su vez haciendo bromas sobre esto mismo. Me dirigí a la sala y ahí estaban los dos muy concentrados en la conversación, a Hult parecía interesarle, aunque he aprendido que sus expresiones nunca dicen realmente lo que sienten. En cambio, sus ojos, sus ojos eran el mejor medidor, y estos destellaban, esa electricidad que emanaba de ellos era casi eufórica.

Hult notó que me encontraba ahí viéndolos e instantáneamente me dedicó una amplia sonrisa, su sonrisa... Era como si estuviese acostumbrada a ella, como si ya la conociera, me causaba un sentimiento extraño, como... Felicidad ¿Pero por qué?

—Y Hult... Dime, ¿te gusta el Strudel de manzana?— mi mamá apareció desde la cocina con un par de vasos de jugo, una risita se escapó de mis labios y negué un par de veces con la cabeza. Ellos eran tan predecibles.

—Sí, realmente es delicioso, aunque debo admitir que solo lo he comido un par de veces —le respondió Hult. Mis instintos me decían que mi madre brincaba mentalmente de la alegría.

—¡Qué bien! Algún día prepararemos uno juntos, en esta casa a nadie le gusta —hizo una mueca de tristeza. Hult asintió con una sonrisa.

—Cuando usted quiera — espetó el chico, no esperaba que fuese tan dulce con ellos, ni tampoco que a mis padres les agradara. Carraspee mi garganta para que supieran que ya estaba ahí, mis padres me miraron y sonrieron.

—Bueno, no les quitamos más tiempo—dijo mi padre al levantarse. Hult hizo lo
mismo—Recuerda que en dos semanas es el boxeo nacional, no podemos perdérnoslo— le estrechó la mano y le dio unas cuantas palmadas en el hombro, esto solo lo hace cuando de verdad alguien le agrada. ¿Y lo había invitado al boxeo? ¿Cuánto tiempo habían esperado a que bajara? ¿Un año?

Le hice una señal con la mano a Hult para que viniera y poder subir a mi habitación a hacer "mi supuesta tarea en la que necesitaba ayuda".

Ángel 234(I&II)Kde žijí příběhy. Začni objevovat