2- Fatiga

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Aún no podía apartar de mi mente
aquel suceso que había ocurrido hace
tan solo un par de horas atrás. Tarde,
alrededor de las doce de la noche, justo antes de irme a dormir, escuché
un ruido. Supuse que había sido mi
simpático vecino, pues me pareció
extraño escuchar su puerta a la hora que habitualmente él llegaba, tipo diez de la noche. Pero había algo raro en su llegada de hoy, aquel silencio con el que parecia un almna en pena, pues su presencia había sido ruidosa y a la vez algo atemorizante pues podías imaginarte como si un asesino arrastrara un cadáver por el pasillo a mitad de la madrugada. Poco a poco se acercaba, yo me encontraba tan concentrado en el ruido que no pude evitar pegar un salto del susto cuando el sonido sordo de algo cayendo se escuchó del otro lado. Me puse de pie mientras tomaba lo primero que mis manos encontraron como arma (la lámpara de mi mesa de luz) en caso de que no fuese mi vecino quien rondara afuera, si no que algún ladrón. Entre la oscuridad de mi
habitación y el silencio de la noche, me acerqué a mi puerta con sigilo y con sumo cuidado abrí lenta y delicadamente para evitar cualquier rechinido indeseado. Cuando la puerta me dejó ver por unos cuantos centímetros la tenue iluminación del corredor, me mostró algo que no imaginé.

Recargado sobre la madera mal
pintada de su puerta estaba aquel chico fantasma. Como si no tuviese fuerzas para hacer algo tan simple, sacó las llaves del bolsillo de su pantalon y con total torpeza la introdujo en la cerradura. Cuando la puerta se abrio, el peso del delgado y desganado chico cayó sobre ella, la cual se abrió de par en par mientras él caía de rodillas al suelo.

Su habitación se mostró ante mí bajo
un manto oscuro y frío. Mi corazón se
aceleró queriendo vislumbrar más allá del cuerpo exhausta del chico, pero más no pude ver más que solo oscuridad, una la cual sentía que me envolvía y me advertía de los secretos que allí reposaban, me hizo sentir cierto temor al igual que algo de angustia. Volví mi vista hasta el chico queriendo ayudarle, pero él ya estaba casi de pie. Tras toser un par de veces, entró a su cuarto y cerró su puerta, lenta y silenciosamente por primera vez.

La vida de Shinji era un secreto a
voces, con tantas versiones de una
historia cualquiera inventada tras
alguna casualidad, más no confiaba
en ninguna de ellas.

Ese muchacho era extraño y no pasaba desapercibida su tensa aura entre los vecinos. En las dos semanas que llevaba aquí, había hablado con un par de inquilinos los cuales a lo largo de su estadía, nunca habían escuchado palabra alguna proveniente de él. Aunque existe cierto temor entre algunos de ellos,
nunca ha habido alguna excusa para
exigirle que hablase ni tampoco para
que abandonase el lugar. Pagaba sus
cuotas mensuales a la fecha, nunca
con faltas, no hacia desordenes y
estaba la mayoría de las horas fuera
del apartamento. Era un arrendatario
ejemplar según el dueño. Pero a pesar
de que los demás vecinos se habían
acostumbrado ya a su extraña pero
silenciosa presencia, yo aun me
mantenía inquieto ante eso y no solo era el tema de sus portazos o su total ignorancia hacia mi persona, si no que era algo que iba más allá, quizás
es porque era el único otro chico joven por aquí, el único con el que podría congeniar y salir un poco de la soledad que comenzaba a sentir al no conocer a nadie, pero desgraciadamente, su condición era realmente especial y dudaba mucho tener alguna cercanía amigable con él en algún momento

—•—

El tema de buscar empleo se había
vuelto más difícil de lo que creí. Al no
tener ninguna experiencia en ninguna
área profesional, absolutamente
ninguna empresa se había querido
arriesgar en contratarme, lo que
se había vuelto un gran problema,
pues mis pocos ahorros se agotaban
rápido y no quería recurrir a Mari,
ni mucho menos a mis padres para
pedir prestado algo hasta encontrar un empleo estable. Me había prometido valer por mí mismo, tenía que generar mi propio sustento y rápido.

Tras su puerta «KawoShin»Kde žijí příběhy. Začni objevovat