Después de algunos años, hay personas que no cambia nada, aunque otras definitivamente se reinventan...Draco y Hermione son las dos caras de la misma moneda.
Nota: Los personajes no me pertenecen son de la grandiosa J.K. Rowling, yo solo los tomo prestados para mi diversión, sin fines de lucro.
Este es uno de los fic más largo que he escrito hasta ahora y el único que tiene una segunda parte, así que espero que sea de su agrado y sean tan amables de dejarme sus comentarios.
Espero que disfruten este fic tanto como yo disfrute escribirlo.
Si esta es la primera vez que pasar por aquí, quiero que sepas que estoy tratando de editar la historia para hacer las correcciones necesarias para pulir la redacción y ortografía. Posiblemente me llevara un tiempo, pero todo esta encaminado en mejorar para ustedes.
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Caminaba sin destino adentrándome en el bosque. Los frondosos árboles dejaban filtrar un poco de luz por entre sus ramas llenas de hojas multicolores. Como cada otoño las hojas comenzaban a tomar diferentes tonalidades de café y se desprendían poco a poco formando un alfombrando camino multicolor.
A cada paso se escuchaba el sonido de las hojas bajo mis pies, parecía una niña brincando entre montones de hojas para hacerlas crujir, pero me parecía divertido, me hacía recordar mi infancia en el jardín de mi casa y a mi madre. Cuanto la extraño. Suspire con nostalgia por su recuerdo, a veces es difícil aceptar que ya no está a mi lado, que ya se ha ido.
Trate de sacar ese recuerdo de mi mente aun me dolía mucho y prefería ocupar mi cabeza en otras cosas, acostumbraba a adentrarme en el bosque para encontrar un poco de paz. Mi casa estaba a poca distancia de este bosque por lo que lo conocía lo bastante bien para no perderme. Hoy era de eso días en los que tenía la necesidad de estar sola con mis pensamientos, era medio día por lo que el sol calentaba con sus luminosos rayos dando una sensación sumamente agradable, aunque hacia algo de viento, los frondosos árboles me resguardaban.
Camine hasta llegar a mi lugar favorito. Un viejo árbol de raíces gruesas a la orilla del lago, era perfecto. Podía pasar horas sentada en aquellas raíces que formaban una cómoda silla de manera natural.
Me apetecía nadar un poco, pero aunque traía mi toalla había olvidado mi traje de baño sobre mi cama, lo que recordé cuando buscaba en mi mochila y no encontré nada, además de un poco de comida, mi aparato de música y un libro que me había recomendado una amiga. Un poco decepcionada me puse los audífonos para escuchar música mientras leía un poco.
No dure mucho en mi lectura en verdad deseaba poderme refrescar un poco, después de todo era una buena nadadora como decía mi padre.
Recordé a mi padre y otra vez sentí el dolor entrando en mi pecho. El siguió a mi madre al año de que muriera ella. Ahora estaba sola. Me sorprendí al darme cuenta de que lloraba.
