CAPÍTULO 35 | Un poco más fuerte

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—Oh, amo la lluvia—comenta Melody. Estoy a punto de decir algo, pero ella se me adelanta—. Y puede que no sea casualidad que también te desagrade. Pero míralo de esta manera. Quiero decir... mira en dónde estamos. Un lugar infinito en ninguna parte, con tres de las cosas que más quería cuando estaba viva. La lluvia, los columpios, y a ti.

Una sonrisa falsa y casi automática se me escapa, así que evito mirarla, por más que ella ya se haya dado cuenta de mi gesto.

—Querías muchas cosas, Miel, y yo no entraba en ellas—bufo por lo bajo.

Mi hermana no tarda en girarse hacia mí con esa típica mirada que dice que acaba de captar el mensaje.

—Miel—repite en un susurro—. No me llamabas así desde que cumpliste los doce años.

Pongo ambos ojos en blanco, mirándola a los ojos. Su cabello se ve más largo, o quizás sea gracias a la lluvia, pero sus brazos también lucen un poco más fuertes. Y, sin embargo, su mirada sigue siendo la misma, tal y como la recordaba. Pero su sonrisa... es un poco más leve.

Siento que no estaba preparada para un momento como este. El instante en el que todo vuelva a mí, en el que todo vuelva atrás, a lo que sentía cuando ella estaba cerca, viva, pero no me daba cuenta de lo importante que era, o de lo mal que me haría sentir perderla de un instante a otro.

—Nunca te gustó que te llame de esa forma.

Melody enarca una ceja. Es un gesto que solía usar cuando peleaba con mamá o papá. Lo recuerdo a la perfección, a pesar de los años que han pasado. Y, ahora que lo pienso, ¿cuántos han sido? ¿Cuatro? ¿Menos?

—Todos me llamaban Mel o simplemente Melody. Llamarme Miel no tenía mucho sentido, teniendo en cuenta que, joder, no me gusta la miel.

—Pero... no era por eso—murmuro sin dejar de mirarla.

Recuerdo a la perfección la primera noche. Esa en la que, al volver a casa, ella ya estaba muerta. Sólo tuvieron que decírnoslo. Estábamos cenando con tranquilidad, cuando mamá recibió una llamada. Esa maldita llamada que aún sigue repitiéndose en mi mente. La canción que tenía era Hey Jude. Era la canción favorita de mamá, hasta ese día. Y cuando comenzó a sonar por primera vez, ella pasó de eso. Y a la segunda oportunidad se disculpó y atendió a la llamada.

—¿Disculpe, qué dice?—fue lo único que dijo.

Aguardó un par de segundos más escuchando lo que sea que le hayan dicho, pero ya había atraído la atención de todos en la mesa. Papá siempre ha repetido que en el momento en el que vio que a mamá le temblaba la mano con la que sostenía el móvil, supo que algo andaba mal. Entonces se puso de pie, y la pesadilla comenzó.

Minutos más tarde lo oí por mi propia cuenta. Estaba frente a mi casa, pero esta ya no era una casa. Simplemente no era algo. Era nada. Todo estaba oscuro. Y los bomberos, con ayuda de la policía, o qué sé yo, estaban sacando los cuerpos de la casa. En un momento, uno atrajo mi atención y seguí con la mirada a los hombres que lo transportaban hasta mamá, quien al verlo se llevó ambas manos a la cara. Gritó.

Gritó que no. Que eso no estaba pasando.

Pero sí. Había ocurrido.

—Estás pensando en el pasado—me dice Melody, sentada a mi lado.

Parpadeo un par de veces. Aún la estaba mirando, y siento algo extraño dentro de mí.

—Lo único que sobrevivió al incendio—tartamudeo—... fue el columpio que papá nos compró.

Mi hermana vuelve a enarcar las cejas.

—Te refieres... ¿a este columpio?

Cierro ambos ojos. Lo he reconocido hace bastante tiempo, pero oírla decir eso vuelve a generar algo extraño dentro de mí. Es como... todas esas veces en las que la abuela me hablaba de encerrar el dolor en una caja dentro de mi corazón. Me veo a mí misma gritándole que no sé qué otra cosa hacer cuando parece ser demasiado, pero luego la veo a ella diciéndome con calma que encerrarlo no va a hacer que se vaya.

PerfidiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz