Capítulo cinco.

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No tenía nada en mis bolsillos, salvo una goma de mascar vieja y pegada y unas cuantas monedas. No quería ir a la casa mi abuelo, ni a la mía. Y no conocía a nadie más quien pudiera recibirme. Allison de seguro se hubiera ido conmigo, siempre era como esa vieja goma de mascar, jamás se separaba de mí.

Al final opté por una mejor idea, me senté en la acera de un parque, y saqué uno de los carteles. Ya que no tenía nada mejor que hacer, encontré un lápiz en mi morral y me dispuse a escribir:

16 septiembre, 2005.

Ayer se ha perdido mi hermana. Todo ha sido culpa mía, y ahora siento que me odio, siento que odio al mundo entero. Nadie parece tener la intención de recuperarla, ni siquiera se esfuerzan. Unos dicen que la encontrarán y otros le echan la culpa a una condenada bruja.

Hoy he leído algo muy particular acerca de eso, algún loco dejó un cuaderno, culpando a Cranya de las siete desapariciones que ha ocurrido. Su maldita historia tiene un gran error, y es que le falta mi hermana.

Me detuve por un instante. Era imposible que estuviera mi hermana ya que yo tenía el cuaderno conmigo cuando desapareció. Saqué de nuevo el cuaderno, desesperado por encontrar algo más, ya que no lo había terminado de leer. Y por supuesto, iba a encontrar más, mucho más.

"Sebastián. 15 enero, 1996.

Sebastián era un niño bastante peculiar. Era hijo único, y aquél año acababa de cumplir nueve años. Sebastián siempre era el centro de atención, de su familia, de sus amigos, pero nunca tuvo suficiente.

La bruja supo que él sería uno de los elegidos, que él tenía todo para ser el primero, cuando lo vio robar un montón de caramelos de una tienda y salir con el rostro bien sonriente, sin una sola pizca de culpa.

Lo seguía, a todas partes, y se dio cuenta que Sebastián podía robar casi como si fuera un arte, y el fuera artista desde hacía mucho.

Todo estaba perfectamente calculado, hasta que la bruja se enteró de que él y su familia se irían de Cranya. ¡Imposible! Jamás lo aceptaría, nunca nadie dejaba su pueblo, menos él.

En la mitad de la noche, la bruja entró por una ventana abierta al garaje, y cortó los frenos de su auto, arriesgándose a perder al perfecto primero.

Pero a ella todo le salía bien, y aquél fue un crimen exitoso. Cuando sus padres estaban inconscientes, la bruja tomó al mocoso y se lo llevó a un lugar muy secreto, pero que había sido preparado para recibir a sus doce invitados.

Cranya deseó que Sebastián hubiera estado despierto para ver su robo perfecto, puesto que Sebastián era un gran admirador de los crímenes, y justo eso le había dado el honor de ser el primero.

¿Seguirás pensando que robar es bueno después de esto, querido Sebas?"

Acababa de terminar la lectura, cuando escuché unas risas, cerré el cuaderno y guardé todo con recelo de nuevo en mi morral.

El ruido guio mi vista hacia dos chicos, aunque solo uno de ellos estaba riendo. Estaban al final del parque, y entonces el que estaba riendo le pegó un puñetazo en la cara al otro, dejándolo en el piso.

De nuevo sentía aquella espantosa sensación de nos estaban observando. ¿Tenía que hacer algo? ¿Detenerlos?

Me acerqué cada vez más y más, podía escuchar lo que decía el niño con mayor claridad.

-Hoy es mi cumpleaños, ¿y sabes que es lo que he pedido al soplar las velas? Partirte la cara.- sonrió, y le dio más patadas al chico que estaba en el suelo, llorando.

Y luego... se fijó en mí.

-¿Y tú qué miras?- me preguntó desafiándome. Conocía al chico, Jaime, estaba en mi grado, a pesar de sólo tener catorce años, parecía de dieciocho, tan fuerte y tan grande, y justo por esa razón se ganaba el respeto de todos los demás chicos.

Pude hacer algo, pude haber ayudado al chico que estaba en el suelo, pude haber sido valiente, pero bajé la cabeza y di media vuelta, sintiendo como alguien, que tal vez fuera yo, o tal vez otra persona susurraba:

Cobarde.

El misterio de Cranya.On viuen les histories. Descobreix ara