Capítulo 30

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Se tiró a su cama y escondió su rostro, entre las almohadas, no quería llorar, enserio no quería. Pero era demasiado tiempo para querer o no, porque ya tenía toda la cara empapada en lágrimas, y ya nada podría remediarlo.

Le hartaba que su padre, le reclamara cosas, aún cuando el pasado se estaba moviendo sobre su presente y estaba destruyéndola. Su vida se estaba volviendo un desastre, y se preguntaba porque sucedía todo ¿Qué cosa tan mala podría haber hecho, para que le sucediera todo aquello?

Luego de unos segundos, donde no hizo mas que reclamarse, todo lo que había hecho durante los últimos años, se metió a la ducha, y a penas se refregó el cuerpo, como si quisiera que las caricias de Zayn, permanecieran ahí junto a su cuerpo. Pero era inevitable, sus caricias, sus palabras, y sus suspiros, desaparecerían junto al agua por el alcantarillado.

Se secó el pelo y se puso un pantalón más cómodo, ni si quiera ganas de volver al instituto tenía, pero debía hacerlo.

Se acostó de nuevo en su cama, y sacó un chocolate que tenía escondido en su bolso, ¿Por qué le gustaba comer chocolate? no lo sabía, pero aquella barra era su debilidad en momentos de exasperación, aún cuando ella era alérgica a aquello.

Sus ojos comenzaron a pesarle, y sin notarlo, su cuerpo se durmió tratando de hallar la paz que tanto necesitaba.

Andrew, entró despacio en la habitación de su hija, había esperado mucho tiempo afuera, aún así ella no le abría, y al estar ya adentro supo la razón, estaba completamente rendida sobre su cama color negra.

Se acercó teniendo cuidado con no hacer ningún ruido. Observó a su alrededor, era una habitación normal, no tenía ninguna cosa personal, incluso parecía una habitación de huéspedes. Se arrodilló a la altura de la cama, y sonrió. Su pequeña bebé, ya no era ninguna bebé, tenía dieciocho años, y él lo sabía, lo tenía en cuenta, pero nunca lo sintió tan fuerte como ahora, y es que después de tanto tiempo volvía a su hogar. Una cosa era saber de palabra, y otra era saber de conocer. Y él hace tiempo, no conocía a su hija.

-Tan hermosa -susurró y acarició su pelo. Se parecía tanto a su madre, era una copia exacta de Kristinne cuando era joven, cuando la había conocido.

Pero tenía un carácter de los mil demonios, así como él, en eso no se parecía en nada a Kristinne, porque ella podía ser la persona mas pasiva y cariñosa del mundo, en cambio él explotaba como dinamita.

Así como lo había hecho años atrás, había explotado de una forma fea. Aquella reunión que había tenido instantes antes de ver a su hija, lo había dejado mal, y es que ser un militar y ganarse el respeto adecuado se hacía cada vez más difícil y él lo sabía. Como también sabía que haber tratado de aquella manera a la pequeña Skylar había sido un error, ¡El más grande su vida! y sólo se había dado cuenta de aquello, cuando tiempo después lejos de su casa, le había hecho falta un saludo del día del padre, un te quiero papá o simple un Hola papá, pero por ser el idiota mas grande el había perdido todo aquello, incluso también a la mujer que más amaba en toda su vida, ¡Había perdido a sus dos mujeres! y cuando había querido remediarlo, era demasiado tarde.

Reuniendo todo el valor suficiente meses después, había llamado a su mujer, y con el dolor en el alma, y con la garganta apretada le había perdido perdón, y esta sonriendo como una enamorada le había dicho que sí. Quiso hablar con su hija, pero ella ni siquiera se había molestado en escucharlo, siempre le mandaba a decir que no estaba, que no llamara, no lo necesitaba y él decidió darle tiempo. Uniéndose en un plan de reclutación, estuvo dos años con jóvenes de dieciocho años, enseñándoles y reformandolos, sólo eso, había quitado un poco, la incertidumbre de no saber sobre su hija. A medida que el tiempo pasaba, empezó a saber que su hija estaba cambiando, no era la misma niña de antes, las faltas de respeto y las contestaciones, no la toleraba por lo que trató de decirle a su esposa, que la reformara, pero nada había resultado.

Enamórate » ZaynWo Geschichten leben. Entdecke jetzt