Capítulo único

Začít od začátku
                                    

❝ No desaproveches los regalos del destino.❞

Ann meditó un segundo sobre el significado de aquella frase. Sin dudarlo, continuó con el reverso.

❝Así que pide un deseo.

Solo cuando hayas terminado, sopla la vela.

Y si en realidad lo deseas, desde lo más profundo de tu corazón, se cumplirá.❞

Woah. El modo en el que los deseos funcionaban le recordó a los diez-y-tantos cumpleaños donde ya lo había practicado, de los cuales —obviamente— ninguno funcionó. ¿Sería porque no los había pedido «desde lo más profundo de su corazón»? Balanceó su cabeza de un lado al otro, su tía en verdad era una mujer peculiar. Dejó las instrucciones tal y como estaban antes de dar media vuelta, dispuesta a salir a paso lento pero seguro. Ella podría llegar en cualquier momento.

Fue cuando observó el símbolo en la cubierta de un libro que el destello de una idea nació. Tenía un corazón, demasiado despampanante como para ser de plástico. Aunque eso no era lo importante, sino el recuerdo que le produjo. El día siguiente sería San Valentín. ¿Estaría dispuesta a quedar como una tonta con tal de enamorar a Lysandro? Se lo pensó más de dos veces antes de girar y dirigirse nuevamente hasta allí, tan decidida que por poco olvida la herida en su tobillo izquierdo. Jadeó por el dolor, pero eso no la detuvo.

—Bien, aquí voy. —Inhaló una buena cantidad de oxígeno antes de interrumpirse, dubitativa—. No, no puedo desear eso. Creo que enamorar a alguien va en contra de las reglas y además, no sería realmente amor... —Deslizó su mirada hasta el candelabro. Con los nervios a flor de piel, lo tomó entre sus manos—. ¡E-es por eso que yo...! —Una última bocanada de aire le proporcionó la fuerza que necesitaba—. ¡Yo... desearía tener la voluntad para confesar mis sentimientos a Lysandro!

La chica mantenía sus ojos cerrados con tanta fuerza que había olvidado por completo que debía soplar la vela. Abrió primero un ojo, y después el otro, sintiéndose una idiota. No estaba segura si era por el miedo a que no funcionase, o porque estaba clarísimo que, en realidad, jamás lo haría. Calló por un instante aquellos pensamientos y tras un simple movimiento, todo se volvió negro.

♪ ♫

—¿Mhm? —Una sensación familiar y una tenue luz fueron los detonantes de su adormilado bostezo—. ¿Qué sucede?

—Lo siento, cariño. —La reconfortante voz de su madre fue suficiente para saber dónde se encontraba—. Debía despertarte para saber si irás al instituto. Estoy a punto de irme, tu padre ya se fue.

—¿Cómo llegué aquí? —Se sentó en la cama, alarmada. Mala idea, un punzante dolor de cabeza la invadió—. No recuerdo qué es lo que pasó...

—Sigues dormida, ¿eh? Deberías darte una ducha fría, eso nunca falla.

—P-pero la vela, el sótano... ¡las escaleras! —recordó, para luego destaparse y dejar a la vista sus piernas—. Mi tobillo debe estar...

Pero no lo estaba. La hinchazón se había esfumado, y junto a ella, cualquier tipo de dolor. ¿De verdad había sido solo un sueño?

—¿Estás bien, cariño? —Torció su gesto en uno de preocupación—. Te noto alterada.

—¡N-no es nada! —Se apresuró a negar, aún mareada—. Pero deberías irte, se te hace tarde, ¿no?

—Jum, pues yo no te noto bien. ¿Estás segura de que no quieres quedarte?

La pregunta resonó en la mente de Ann. Podría ir al instituto, observar a las encantadoras parejitas pasarla bien mientras que ella, sola, se entristecía. Sin contar que debería estar atenta a cualquiera de las tonterías de Castiel, quien hasta el momento jamás había demostrado indicios de que fuese a dejarla en paz. O podría quedarse allí, en la comodidad de su cama, viendo un poco de televisión y, por qué no, disfrutando de algunos potes de helado.

Mágica confesión [Lysandro ─ Corazón de Melón]Kde žijí příběhy. Začni objevovat