1. La dama y el criminal.

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-¡Y mi madre decía que jamás seria bueno en algo! – Una voz la sacó del diminuto trance en el que se había sumergido. Abrió los ojos y se encontró con la figura de un hombre musculoso vestido con ropas de recluso. Llevaba el cabello hasta los hombros y lucía en su rostro una barba cuidadosamente estilizada. Sujetaba una varilla metálica bañada en sangre con la mano derecha.

Sumergida en la conmoción, la joven se quedó pasmada mirando al sujeto frente a ella. Giró lentamente la cabeza para observar a unos metros el cuerpo abatido de lo que antes solía ser una figura materna. De pronto el obscuro ser comenzó a tener movimiento de nuevo, retorciéndose de forma aberrante una y otra vez contra el suelo, soltando gritos estremecedores al aire en forma de queja.

-¡Rápido!, ¡Tenemos que irnos! - Aquel hombre extendió su mano para ayudarla a levantarse. Ella asintió y se sujetó de su salvador poniéndose de pie a toda velocidad. Entonces ambos salieron corriendo subiendo la escalera para salir del sótano. Primero ella y luego él.

Mientras salían, escucharon ruidos estruendosos a sus espaldas, el ser demoníaco estaba de nuevo en movimiento, persiguiendolos como un animal salvaje a su presa. Al llegar arriba él tuvo el reflejo de cerrar la portezuela pero se dio cuenta de que ya no estaba en su lugar, entonces optó por seguir corriendo detrás de la chica.

Recorrieron la vieja y polvorienta sala llena de muebles antiguos y retratos de gente desconocida. La luz de un relámpago iluminó brevemente la estancia y entonces pudieron verla una vez más. De alguna manera aquella figura inhumana estaba ahora abrazada de un candelabro que colgaba a la mitad de la habitación.

La joven no pudo evitar soltar un grito. Él la apartó de enfrente y descolgó de su espalda una escopeta. Apuntó como pudo al objetivo y soltó dos poderosos disparos que resonaron con toda potencia. Escucharon el ruido de un bulto golpeando el suelo y supieron que era el momento de seguir corriendo.

Avanzaron a toda velocidad por las siguientes habitaciones hasta alcanzar la puerta principal, ella la abrió tan pronto como pudo y una vez que ambos estuvieron fuera la cerró como si eso fuese a servir de algo. Él le hizo una señal para que lo siguiera y ella lo hizo sin titubear. Después de todo era su única opción.

Los dos sintieron un liquido refrescante salpicar sobre sus cabezas. Estaban tan ocupados huyendo que no se dieron cuenta de que estaba lloviendo. Entonces él se detuvo como si todo el peligro hubiese pasado de un momento a otro.

-¿Porqué te detienes? - Ella preguntó con cierto aire de preocupación. No era como que el uniforme de la cárcel de aquel hombre le inspirara confianza.

-¿No lo sabes?, Alguien ahí arriba debe quererte mucho. Esto es un golpe de suerte – Él respondió esperando que la chica se diera cuenta pero al ver que no lo hacía comenzó a explicar -, Los obscuros no se meten en la lluvia. Hay algo en ella que los mantiene lejos, es como una bendición en medio de todo este infierno -.

La joven se quedo parada pensando. Nunca antes se había dado cuenta de aquello, llevaba meses encerrada en esa granja viviendo con su madre que empeoraba día con día, sobreviviendo con los pocos vivieres que habían conseguido tomar de una tienda abandonada en medio de la carretera.

-Vamos, mi motocicleta esta escondida detrás de esos arboles. Tienes suerte de que decidiera entrar en la casa para buscar refugio antes de que esa perra casi te matara. Por cierto, mi nombre es Christopher y...esto no es lo que crees – Él dijo mientras tiraba de la parte superior de su uniforme de recluso.

-Soy...Nora. Y ella era mi madre – Respondió con voz temblorosa. Estaba asustada, devastada por haber perdido a otro de sus seres queridos bajo circunstancias horribles. Algo dentro de su ser no concebía cómo era que el mundo se había convertido en un lugar tan decadente y violento.

-Yo...lo siento. No lo sabía. Tienes que ser fuerte, esta es nuestra realidad ahora – Fue lo único que Christopher fue capaz de decir ante la situación. Jamás había sido bueno haciendo sentir mejor a los demás en tiempos difíciles -, Tenemos que seguir moviéndonos. Si aun esta con vida va a hacer lo posible por perseguirte -.

Nora asintió sin más que decir y luego los dos caminaron hasta el lugar indicado. Él sacó el vehiculo de su escondite y ella subió detrás de él sujetándose a su cintura con fuerza. Entonces el rugido del motor anunció su retirada.

Mientras avanzaban bajo el manto de la lluvia por la carretera, Nora observaba de un lado a otro en busca de peligro, sujeta a una mentalidad paranoica que ahora formaba parte de todos los sobrevivientes, anclada a su ser como un mecanismo de defensa listo para apretar el gatillo en una situación riesgosa.

Aquel paseo se sentía bien. El viento rozando su cabello parecía intentar reconfortarla por los hechos del pasado. Era como escapar hacía una libertad temporal que sin duda alguna terminaría por evaporarse como el agua que mojaba el camino. 

Revelaciones: La marcha de los caídos.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن