Era una respiración suave y entrecortada, pero estaba ahí. Compartían espacios. Cuando sus ojos finalmente se acostumbraron a la oscuridad y a la poca luz que entraba por debajo de la puerta, fue capaz de notar un bulto en la otra esquina de la habitación donde se encontraba.

Era una persona.

Una mujer, para ser precisos. De abundante cabello negro y ojos azules. Tenía la piel pálida, pero estaba herida. Podía notarlo desde su posición.

Usaba un vestido blanco que se encontraba bastante curtido y jironado, por lo cual era sencillo notar los cortes y los hematomas en sus brazos y piernas —su sentido de visión sobrenatural ayudaba bastante a que reparara en esos detalles—, tenía rasguños y golpes por toda la cara y sangre seca en varias partes del cuerpo. Pero la peor parte se la llevaban sus muñecas, que estaban rodeadas por unos grilletes oxidados que maltrataban su piel y provocaban heridas de las cuales supuraba sangre oscura, pero que por lo que podía ver, no estaban sanando.

Lo que le sorprendió en demasía no era ver el estado en el que se encontraba, no era saber que era un ser sobrenatural y que no estaba sanando como debería; ni siquiera era reparar en que ella no estaba alterada, sino más bien serena. Mirando sus propias manos y respirando tranquilamente, con las piernas estiradas, sin estremecerse por el frío y sin emitir una sola mueca que reflejara el dolor que seguramente sentía.

Lo que en realidad le causó la mayor de las impresiones, fue darse cuenta de que en realidad la conocía.

Debajo de aquella estela de desgaste mágico, ojeras y muy mal aspecto, Will Burke reconoció a la mujer que había conocido hacía ya un tiempo y la cual no esperaba ver jamás en una de sus pesadillas.

Era la madre de su mejor amiga, por las deidades, ¿cómo se suponía que lidiara con todo aquello?

Se había enterado de su desaparición por Sara y estaba preocupado de sobra. ¿Podría ser aquello real? ¿Estaba herida y cautiva en alguna celda remota? ¿Cómo había terminado metida en ese lío?

Tania Cabrini movió su cabeza ligeramente y sus ojos se enfocaron en él.

Ella miraba fijamente en su dirección, y aunque Will era consciente de que él era algo así como una figura astral y que ella no podía verlo en realidad; igual se estremeció. No era algo material que ella pudiera notar entre las partículas de aire, pero él supo que ella lo podía sentir ahí. Porque arrugó el entrecejo y siseó entre dientes.

—¿Qué demonios...? —murmuró mientras enderezaba la espalda. Tania era una bruja, percibir presencia sobrenatural era uno de sus dones. Sin embargo, Will podía entender su confusión, porque no debía percibirlo igual que como se perciben otras criaturas. Al fin y al cabo, ese maldito don que compartía con Helena, no era algo que tuviera precedente, o al menos que él lo supiera. Ella ladeó la cabeza y sus ojos brillaron levemente. Entonces, él vio cómo su piel se estremecía—. Increíble... Estás aquí, pero no estás aquí —contempló ella mientras palpaba el aire con sus manos y dejaba escapar un bajo resoplido de exasperación.

Will tuvo entonces una revelación. Recordó la pesadilla del rascacielos y la mujer neurótica que estaba con el vampiro. La que había estado tratando de encontrarlo aunque no pudiera verlo, porque era como si lo sintiera. Will le había dado muchas vueltas al asunto, pero ninguna conclusión le parecía razonable. Cayó en que ella debía ser una bruja también, y por eso había sentido su esencia en la escena, incluso si físicamente Will no estaba ahí. Él pensó en que Tania lo había deducido demasiado rápido y la otra bruja no. Lo que dejaba en evidencia lo poderosa que era, en realidad.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now