— No encuentro mi rimel de pestañas. — Mi padre me observaba sin entender lo terrible de la situación ¿Cómo era posible que no entendiera que el apocalipsis estaba por llegar si no encontraba mi rimel de pestañas? — Me han robado, llama a la policía, la Interpol, la guardia nacional, debo encontrar mi rimel.
— Serenity, es un rimel de pestañas — Mi respiración se detiene al punto de casi tener un paro respiratorio — Compra otro.
— Papá, no es un simple rimel de pestañas ¡ES EL RIMEL DE PESTAÑAS! El mundo depende de encontrarlo.
— Debe ser un rimel de pestañas que vuela porque sino.... — Toca el intercomunicador de su escritorio y suena la voz de la bruja #1 de la mansión Crane — Lucille, ven a mi oficina.
— Esa loca, quiere contigo ¿No deberías mandarla con los peces?
— No me van las mujeres de 70 años, Serenity así que puedes estar tranquila — Vaya fortuna la mía, el hombre continúa tecleando en su laptop sin ningún tipo de preocupación por mi problema. Un toque anuncia la llegada de la bruja — Pasa, por favor, Lucille.
— ¿Puedo hacer algo por usted, señor?
— El rimel de pestañas de mi hija, no aparece, debes buscarlo y encontrarlo rápido. — Alguien con el alma tan arrugada como una pasa no entendería jamás el terrible apocalipsis que llegaría a nuestras vidas si no se encontraba algo tan preciado como mi rimel de pestañas, por eso su mirada de odio no me sorprendía — Y tengo un viaje inesperado que hacer... regresaré en unos días, no quiero ningún problema en lo que regreso.
— Como usted ordene. Voy a buscar el rimel... de la señorita — La mirada de odio que Lucille ya no me impresionaba después de tantos años, era muy triste su vida, pero ¿Qué culpa tengo yo de que sea tan triste?
— No quiero ningún problema, lo digo, en serio — Papá me señala con los ojos fijos en los míos — Un error más en tu expediente y tu mesada se pone en juego.
— Eres cruel pero justo. Entendido jefe, cero errores mientras no estás.
Tras varios días donde mi hermoso y costoso maquillaje desaparecía por horas enteras, mi padre decidió que era hora de comenzar el nuevo curso escolar que venía en camino, obligándome por supuesto a asistir porque si no lo hacia mi mesada estaría en juego.
