08 EL DOLOR DE UNA MADRE

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Al llegar a la entrada del ducto de aire, el ratón mira con asombro la escena que tiene frente a él. La pequeña cachorra corre apresurada en su dirección tratando de escapar, mientras el humano herido de brazo y rostro trata de limpiarse el vital líquido que sale de los profundos rasguños causados por la gata, al mismo tiempo que intenta capturar aquellas hembras que han logrado escapar de sus jaulas y en su mayoría corren sin sentido por todo el lugar, mientras que otras tantas solo se limitan a enroscarse llenas de miedo, pero lo que más le sorprende de todo es ver como Garra Afilada con la serpiente en el hocico termina estrellándose a una de las paredes del lugar.

El impacto contra la pared resuena en el cuarto. Garra Afilada y Ámbar, enredadas en una danza mortal, se separan momentáneamente. La gata siente el latigazo del dolor en su cuerpo, pero la adrenalina y la determinación la impulsan a levantarse de inmediato.

Ámbar, de forma astuta, se desliza con elegancia a través del suelo, preparándose para el próximo ataque. Su lengua bífida se agita, saboreando la anticipación de la batalla. Los ojos amarillos de la serpiente centellean con malicia mientras estudia a su oponente.

Garra Afilada, con las garras desplegadas y los dientes al descubierto, se prepara para el enfrentamiento. La batalla es inevitable, y el destino de su hija y su propia libertad penden de un hilo invisible en este enfrentamiento mortal.

Ámbar, con un movimiento rápido como un relámpago, se lanza hacia adelante. Sus mandíbulas se abren de par en par, listas para atrapar a su presa. Garra Afilada, con reflejos felinos, las esquiva con agilidad, evitando los colmillos venenosos de la serpiente. La danza de la vida y la muerte se desarrolla en el lugar.

Los movimientos de Garra Afilada son rápidos y precisos, pero Ámbar es una depredadora experimentada. La serpiente utiliza la longitud de su cuerpo para envolver a la gata, intentando restringir sus movimientos. Garra Afilada, sin embargo, lucha con ferocidad, sus garras arañando el aire en busca de un punto vulnerable.

En un momento de hábil maniobra, Garra Afilada logra zafarse de la trampa de Ámbar. Ante la situación, la serpiente solo puede retirarse, deslizándose hacia atrás con gracia, evaluando la situación. La gata, con los músculos tensos y el pelaje erizado, se prepara para el siguiente asalto.

La lucha continúa, una coreografía mortal entre dos enemigos decididos. Garra Afilada, motivada por el amor y la necesidad de libertad, se enfrenta a Ámbar, la criatura sibilante que disfruta del sufrimiento ajeno. En el estrecho pasillo, el destino de ambas se entrelaza en una danza caótica y feroz.

La tensión en el cuarto alcanza su punto álgido cuando Garra Afilada, con un movimiento ágil, logra asestar un golpe certero en el rostro de Ámbar. Las garras de la gata se hunden en las escamas de la serpiente, hiriendo de forma grave uno de sus ojos. Un siseo de dolor escapa de Ámbar mientras retrocede desorientada.

La victoria parece estar al alcance de las garras de la felina. Está a punto de poner fin a la amenaza reptiliana que se cierne sobre su hija y ella misma. La gata se prepara para el golpe final, sus garras brillan con determinación.

Sin embargo, en un giro repentino de los acontecimientos, Garra Afilada siente una punzada aguda en su piel. Una fina aguja, casi imperceptible, se clava en su costado. El somnífero se filtra en su sistema, ralentizando sus movimientos, nublando su mente. La gata, con un zumbido en los oídos, titubea, y la ventaja que tenía se desvanece.

Ámbar, aprovechando la repentina debilidad de su oponente, contraataca con ferocidad. A pesar de la herida en su ojo, la serpiente se lanza hacia adelante, clavando sus colmillos afilados en la pierna delantera de Garra Afilada. La gata emite un gruñido de dolor, pero su voluntad de lucha no se quiebra.

La escena se torna caótica, con la danza mortal entre la gata y la serpiente alcanzando su punto más crítico. Garra Afilada, afectada por el somnífero, lucha por mantenerse en pie. Ámbar, herida pero no vencida, continúa su ataque despiadado.

El destino de ambas criaturas, enredadas en esta batalla despiadada, pende de un hilo. La pierna de Garra Afilada sangra, pero sus ojos brillan con determinación. Mientras tanto, el somnífero extiende su manto letárgico sobre la gata, amenazando con sumirla en un sueño del cual no podrá despertar. La lucha por la libertad se vuelve un desafío en este momento en que la vida y la muerte crean una macabra danza alrededor de la gata .

Las garras de Garra Afilada ya no resplandecen con la misma ferocidad. Herida y debilitada, se ve forzada a abandonar la lucha. Con lentitud, la gata se dirige hacia la entrada del ducto, su paso es tambaleante y cada movimiento le provoca un dolor agudo. Las heridas infligidas por Ámbar y el somnífero que se apodera de su cuerpo la sumen en una oscuridad creciente.

Cada paso de Garra Afilada parece llevarla más allá de la realidad inmediata. Sus sentidos se desvanecen lentamente, y su mente comienza a perderse en los recuerdos. Imágenes de sus hijos, momentos con su fallecida pareja, y los lazos rotos que la llevaron a esta batalla se entrelazan en su consciencia disminuida.

Con sus últimas fuerzas, alcanza la entrada de los ductos. El lugar donde esperaba encontrar la libertad ahora es testigo de su rendición. Garra Afilada se desploma, su cuerpo cansado encuentra reposo en el suelo frío. Su mirada sigue a su hija y al pequeño ratón que se alejan, desapareciendo en la penumbra del pasillo.

En este acto final, la gata sonríe, una expresión de paz en medio de la adversidad. La oscuridad se cierra en torno a ella mientras cierra los ojos, llevándo consigo los susurros de sus seres queridos y la esperanza de un futuro mejor.

Ahora, Garra Afilada camina por un prado verde y sereno, el viento acaricia su pelaje mientras avanza hacia el hueco del tronco de un antiguo árbol el cual por un tiempo llamó casa. La luz tenue del crepúsculo se filtra entre las hojas, creando un ambiente mágico y familiar. A medida que se acerca, la figura de Colmillo Negro toma forma en la entrada del refugio.

Los ojos de Garra Afilada se encuentran con los suyos, un destello de complicidad y amor perdura en esa mirada. La paz que tanto anhelaba parece envolverla, y el dolor de las heridas desaparece como si nunca hubiera existido. El prado resuena con los ecos de su caminar, y el ambiente se llena de la tranquilidad que solo el reencuentro puede proporcionar.

Colmillo Negro se adelanta, y en un abrazo silencioso, sus formas se entrelazan. Una luz, pura y radiante, comienza a envolverlos. Es una luminosidad que no proviene del sol, sino de algo más allá de la comprensión mortal. En ese instante, el tiempo parece detenerse, y Garra Afilada siente que ha llegado a su hogar.

DAZZLING #PGP2024Where stories live. Discover now