—Tómala, ahora. —Gemini obedeció. Con manos temblorosas sostuvo aquel peso de plomo. El profesor retrocedió unos cuantos pasos, sin embargo, los guardias de Nick habían bloqueado la salida. Los gritos del hombre no demoraron en hacerse escuchar—. Dispárale, hijo.

—P-po-por favor... No. —sollozó.

Su padre sacó el seguro del revólver.

El hombre frente a él rogaba que no lo hiciera. Gemini no quería hacerlo. Dios... La opción de dejar que su padre le disparara y terminara con todo de una vez, era casi mayor a su instinto de supervivencia.

—Dispárale, Gemini.

—N-no puedo. —Sus manos temblaban, trémulas y frías, empapadas en sudor. Su corazón latía con tanta fuerza, que su pecho dolía—. No... No, no. Por favor no.

El revólver de su padre se presionó sobre su cabeza.

—Merece morir.

—... No.

—Sí. Porque si no muere, seguirá golpeándote... ¿Eso quieres? — Gemini negó con la cabeza—. Entonces dispara. A quien sea que quiera interferir en tu vida, elimínalo.

—¿Po-por qué? No quiero... No quiero ser un asesino.

—¿Qué tiene de malo ser un asesino? —preguntó su padre como si no fuera la gran cosa. Con una sonrisa pérfida y ojos de pupilas dilatadas—. Gemini... ¿Crees en Dios?

—Y-yo. No, no sé. Sí, mamá...

Su padre negó con la cabeza, luciendo casi decepcionado.

—Pues, Dios es el mayor asesino de la historia, hijo. Nosotros solamente estamos hechos a su imagen y semejanza. —Las bocanadas de aire que Gemini respiraba se sentían como un caudal de agua, ahogándolo lentamente—. Ahora, contaré hasta tres y dispararás... O lo haré yo.

—Pa-padre...

—Uno. —Todo se definía en ese momento. ¿Iba a morir? ¿Por qué? No quería morir por salvar la vida del hombre frente a él. Lo lastimó, le hizo daño tantas veces—. Tú tienes el control hijo, tú decides. —Él solo no quería seguir sufriendo. Y hacía frío, y su pecho le dolía—. Dos... —¿Entonces así era cómo funcionaba? Él tenía el arma... El decidía quien vivía o quien moría. ¿Su padre tenía razón?— ¡Dispara, Gemini!

Y Gemini disparó. La pólvora calcinada llenó sus fosas nasales y el arma cayó a sus pies al mismo tiempo que el hombre frente a él. En sus ojos no hubo arrepentimiento, no hubo miedo ni dolor.

—Bien hecho, hijo. Has aprendido tu más importante lección hoy. Tú decides el destino de los hombres frente a ti. Tú puedes ser Dios.

Gemini levantó la mirada, todo frente a él era blanco y negro. Su músculo cardiaco ya apenas latía, sus manos no temblaban. Su padre enarcó ambas cejas al ver la expresión mortuoria en su hijo.

—O el diablo —respondió el futuro emperador con una pequeña sonrisa.

...

—Fourth. Ve a ver a Ford.

El ojicafé giró en dirección a Gemini. Quería negarse, oponerse a ser apartado como si no fuese más que una molestia. Mordió su lengua y apretando los puños se retiró de ahí. Gemini no iba a ceder en ese momento, no había caso ni siquiera en intentarlo.

Así que hizo lo que mejor se le daba, se inclinó rápidamente hacia Gemini. Depositando un tibio y suave beso en los llenos labios de su dueño antes de apartarse y a paso apresurado, salir de la unidad médica.

"P" geminifourthWhere stories live. Discover now