Epílogo

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Mis párpados se alzaron con pesadez, la intensa luz del sol me cegaba con todo su esplendor

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Mis párpados se alzaron con pesadez, la intensa luz del sol me cegaba con todo su esplendor. Sentí la arena bajo mi cuerpo y, al ponerme de pie, mis ojos se encontraron con Damon, parado en la orilla del mar. Tenía la misma mirada serena con la que solía contemplar el horizonte.

Me acerqué a él, y a medida que lo hacía, la brisa parecía llevar consigo susurros que no conseguía comprender.

El mar, extenso y eterno, se extendía ante nosotros, y su presencia evocaba la memoria de nuestros días. Cada onda que acariciaba la costa parecía llevar consigo fragmentos de nuestra historia, depositándolos suavemente en la arena como tesoros olvidados.

—¿Qué tanto me amas? —su voz sonó incrédula.

Lo miré y sus ojos, ahora inundados de nostalgia y comprensión, reflejaban la profundidad del océano.

—¿Mmh? ¿Es una pregunta capciosa? —inquirí.

—Solo responde. ¿Nunca has dicho algo porque simplemente lo sientas?

Realmente no lo sabía. No hacía o decía nada sin antes pensar, pues no dejaba que mis sentimientos actuaran por mí; además, no sabía si era algo que se pudiera medir.

—A ver... De aquí —toqué mi corazón—... allá —señalé al cielo—. Aunque en realidad no sé si hay algo allá, pero sé que donde sea te amaría en cualquier parte.

Damon frunció el ceño.

—Oye, eso es algo que diría yo. No me robes la personalidad.

Me reí.

—Tienes razón, a veces lo que uno siente suena tonto.

—¿Entonces sueno tonto todo el tiempo? —arrugó la nariz, ocasionándome una sonrisa. Él se quedó inmerso en sus pensamientos, así que caminé hacia el mar, mientras la arena se metía entre mis dedos y el aire levantaba mi playera.

—¿Sabes? Yo no sé cuánto te amo —Damon habló a mis espaldas.

—¿No? —pregunté monocorde.

—Tú dices que me quieres de aquí al cielo, pero de todas formas hay una distancia. Mi amor por ti no tiene fin.

Me detuve y volteé a verlo.

La melodía más hermosa jamás escrita no residía en partituras ni en notas musicales; residía en la sonrisa de Damon. Era un compás que se desplegaba con la curva suave de sus labios, una partitura improvisada que llenaba el aire a mi alrededor con una armonía única.

Sus ojos, profundos océanos, eran la brújula de mis canciones. En ellos, encontré mareas suaves, aguas tranquilas que reflejaban la luz del sol de una forma que me sumergía en su calidez. La melodía se fundía con el sonido del mar. La brisa parecía susurrar notas suaves al compás de su risa, mientras las olas chocaban en la playa como acordes suaves, llenando el ambiente con una armonía única y tranquilizadora.

La sonrisa de Damon era el compás de esta hermosa canción, sus ojos eran el mar que completaba la melodía, y juntos formaban una sinfonía que resonaba en cada parte de mi ser. Cada vez que estaba cerca, cada gesto, cada mirada, me transportaba a esa canción inigualable, una composición que solo él podía interpretar.

Cada mirada suya parecía llevar consigo un universo de momentos, momentos que evocaban sonrisas, lágrimas, risas y suspiros.

Los ojos se me llenaron de lágrimas al pensar en todo eso, las lágrimas fluían de mis ojos como si fueran los recuerdos que se estaban yendo. Sé que Damon podía verlos también, pero él se quedaría con ellos, yo olvidaría y dejaría de sentir dolor, angustia, temor.

Y luego era yo huyendo contra eso, parado en el mismo abismo del que había salido. Me di cuenta de que nunca había salido de ahí, solo se veía mejor porque Damon estaba ahí.

Él estaba incluso en mis sueños más profundos, cuando perdía consciencia de todo, y me sentía perdido en mis propios pensamientos; él siempre fue la claridad, la luz guía que me ayudó a ser capaz de soñar y al mismo tiempo mantener los pies sobre la Tierra.

Ahora estaba soñando, me sentía exhausto, débil, pero, aun así, me encontraba feliz.

No importa el tiempo que fuera, haber estado con Ellie, Gwen, Holly, Kian, Elaine, Adam, mis amigos... fue mucho mejor que haber pasado este último tiempo sin ellos.

Me convertí en lo que sus historias habían impactado en la mía, en el maravilloso desastre que hicieron de mí. Toda la vida fui un desastre, pero jamás alguien tan increíble como lo era a su lado.

Se dibujó una sonrisa en mi rostro y sacudí la mano en lo alto, sintiendo el agua en mis pies.

Gracias, Solecito

Entonces, sus ojos cubiertos de lágrimas reflejaron nuestros recuerdos juntos como si fuera una película en un proyector, que podía ver las veces que quisiera.

Extrañaré tus ojos brillar al verme tocar, por enseñarme la razón por la cual tocaba. Tú me hiciste encontrar una razón. Me enseñaste que mi música era más que odio y rencor, que yo era más, por ser mi amigo, mi compañero, mi novio; por haber sido todo lo que siempre quise.

Pero más que nada, extrañaré cómo convertías un día lluvioso en uno soleado. Porque eso fuiste para mí. Estuve mucho tiempo tras las sombras, ocultándome como en un lugar en el que nunca sale el sol, hasta que llegaste tú.

El sol alcanzó su punto más alto, y en ese instante, los ojos de Damon se encontraron con los míos. Allí, en su mirada, encontré la paz que anhelaba. En ese horizonte sin fin, comprendí que nuestro amor, como el mar interminable, trascendería cualquier límite y perduraría más allá del tiempo.

Entonces, juntos, nos sumergimos en el abrazo del mar, dejando que las olas de nuestros recuerdos nos envolvieran en una eternidad. Porque como alguna vez me dijiste: "Aunque nuestros cuerpos dejen de existir y nuestras almas se desintegren, nuestro amor siempre vivirá en la eternidad."

Así que lo cumpliré, aunque el universo cambie, mi alma siempre te estará esperando en aquella eternidad. 

 

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