Su mano está atrapada entre las dos mías, y el nudo reposa sobre mis piernas. Ha sido un día de los buenos. Sus ojos han mantenido un brillo alegre sin nublarse. Su mente ha estado presente toda la noche. Incluso ha lanzado de esos piropos que me derriten las rodillas.

Suelto una mano para peinarle el cabello. Mientras bailábamos hace dos canciones se lo desordené. No tengo la culpa de que decidiera besarme el cuello y hacerme perder el juicio en plena pista de baile.

Otra cosa que ha cambiado es que ambos nos hicimos la operación de láser en los ojos. El mes de recuperación después de eso fue hasta más extraño que la estadía en terapia de Tomás. Lo malo es que los lentes de Tomás servían como un pequeño filtro a su descomunal belleza. Ahora cuando me observa directamente siento cosas que a veces no son aptas para todo público.

Peor aún, tiene ese efecto sobre unas cuantas personas ajenas.

—¿Por qué me miráis así?

Tomás ladea la cabeza.

—Es que me saqué la lotería.

—¿Ah, sí? —Me siento más derecha y lo inspecciono—. Pero no veo el ticket.

—Tú eres mi ticket.

—Ay, qué cursi. —Me río por lo bajito—. Igual, ¿queréis recompensa?

—En teoría ya la tengo pero... —Presenta su mejilla.

En vez de eso, agarro su mentón y suavemente giro su cabeza para besarlo directo en los labios. Guaco empieza a tocar Pa' Ti y mientras toda la gente se alborota con el hit del momento, yo lo siento como si fuera cosa del destino. Tomás es pa' mi y yo soy pa' él.

—Creo que esta es nuestra canción —murmuro contra sus labios.

Tomás se aleja lo suficiente para reposar su frente contra la mía como le gusta. Con una mano acaricia mi nuca como a mí me gusta.

—Quiero decirte algo.

—¿Que te parezco la mujer más hermosa del planeta y te vuelvo loco?

—Pues sí, exactamente eso, aunque lo iba a decir con otras palabras. —Se endereza sobre su asiento de nuevo.

—Ah, bueno. Soy toda oídos. —Engancho mi cabello detrás de mis orejas y sonrío ampliamente. Sus ojos se desvían a los hoyuelos que seguro lucen en mis mejillas. Sé que son su debilidad.

Entrecierra los ojos como si supiera que lo estoy atacando y se aclara la garganta.

—Este, bueno. —Hace una pausa para pasar una mano por su cabello, nervioso—. Mis papás quieren que me vaya del país.

—Ya va. Esto es como si me echaran un balde de agua helada, no como que ibas a coquetear conmigo. —De solo pensar en que se vaya se comprime mi corazón y tengo que pestañear rápido para no convertir este club en un nuevo lago con mis lágrimas.

—Pero —continúa Tomás como si nada—, yo quiero que te vayas conmigo.

Me desinflo contra el respaldo de la silla.

—¿Que, qué?

Sus ojos se ven oscuros, intensos. Sus labios son una línea seria pero no triste o disgustada. Es la expresión que adopta cuando no quiere que otros sepan lo que siente. Es precisamente la que usa en los momentos donde está más embargado de emoción.

—Y quiero que te vayas conmigo como mi esposa.

Inhalo fuerte.

—Tomás Elías. —Cada palabra es otra aspiración—. ¿Me estáis proponiendo matrimonio?

—Supongo que sí, aunque todavía no he comprado el anillo. —Su máscara se quebraja y su cara se sonroja—. ¿Qué talla es tu dedo?

—¡Eso no es lo que importa! —Agarro su cara caliente entre mis manos, apachurrándola hasta que sus labios sobresaltan—. Me acabáis de proponer matrimonio así como así, y por cierto, también me pediste que me fuera del país con vos. ¿Cómo me vais a tirar dos bombas seguidas así?

—Piénsatelo —balbucea con dificultad—, no me tienes que contestar ahora.

—Menos mal, porque tengo la cabeza hecha un nido de chocorocoy.

Intenta sonreír pero el apachurramiento no lo deja. Le doy un besito y lo suelto.

Tomás se levanta y me ofrece su mano.

—Mientras tanto, vamos a bailar antes de que termine nuestra canción.

Aceptar su mano se siente profético pero aunque no le conteste esta noche, los dos sabemos que es imposible separarnos.

Nos mezclamos entre parejas inesperadas. Yael y Erika. Javi y Enzo, aunque bailan uno con Usnavy y otro con una prima de Dimas. El mismo Dimas y Juliette. Anderson y Andrea Vélez. Otros cuantos más con los que hemos compartido cinco largos y memorables años. Sabemos que esta es una de las últimas veces que estaremos juntos. Dimas y Juliette ya se casaron y se van a trabajar para Sidor en Ciudad Guayana. Anderson y Andrea se mudan a Caracas el año que viene. Tomás y yo quizás nos vayamos del país.

Así que parrandeamos toda la noche con nuestro viejo amigo, el Cacique, y nos dejamos llevar por el siempre cambiante curso de nuestras vidas.

Así que parrandeamos toda la noche con nuestro viejo amigo, el Cacique, y nos dejamos llevar por el siempre cambiante curso de nuestras vidas

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Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Kde žijí příběhy. Začni objevovat