O1

449 59 12
                                    

Desde pequeño Guillermo le ha encantado la hacienda que se encontraba arriba del pueblo. Siempre que su madre subía para dejar los vestidos que le eran encargados el menor se paseaba por el enorme patio y visitaba a los caballos que guardaban en el establo. Su favorito era un precioso corsel de pelaje gris y blanco que relinchaba al verlo entrar y aceptaba gustoso las manzanas que el niño le regalaba. Nunca se imagino que terminaría no sólo viviendo en ella, si no también siendo dueño y heredero de las tierras de agave.

Luego de que su madre fuera asesinada a la edad de siete años, Guillermo fue adoptado por Don Bernardo, el hacendado del lugar y el mayor productor de tequila a nivel regional. Su vida dio un giro completo y desde entonces quedó en deuda con el mayor.

En sus años de niñez y adolescencia se dedico a aprender todo lo que podía sobre el manejo de la hacienda y de la fábrica, siendo moldeado a la perfección y enorgulleciendo a su padre. Se sentía pleno y feliz de lograr su cometido y cuando se le confesó que sería el próximo heredero de aquel patrimonio supo que debía sentar cabeza.

Guillermo estaba decidido a hacer todo lo que se le pidiera con tal de que Don Bernardo partiera tranquilo, sabiendo que haría un trabajo impecable.

Y ahora mismo se encontraba montando aquel caballo que se le fue regalado en su cumpleaños número diez.

-- Este potro será tuyo, Memo. El te acompañara la mitad de tu vida y tienes que formar un lazo con él desde ahorita.

Le había dicho Don Luis, el encargado de cuidar y entrenar a los caballos. Era un ejemplar completamente negro, que en palabras de su padre representaba perfecto a Guillermo: varonil, fuerte y capaz.

Venía llegando del pueblo, donde minutos antes había estado en casa de Isabela, la más hermosa de todas y futura señora Magaña. Por qué si, la joven pelinegra había aceptado ser su esposa.

Estaba tan feliz y emocionado. Quería encontrar a su padre para darle la noticia y comenzar con los planes para la boda. Pero cuando dejó amarrado a su caballo y se adentró a la casona se encontró con Margarita, el ama de llaves, y a su lado un escuálido chico que parecía ser de su edad, un año más, un año menos.

-- Joven Francisco, que bueno que ha llegado.

-- ¿Qué pasó Margarita?

Inquirió Guillermo, removiendo sus rizos para acomodarlos gracias al viento de la cabalgada y enganchar su pulgar entre su cinturón.

-- Ha llegado una mujer de Argentina, viene pidiendo trabajo para ella y su hijo. Ven pa' acá chamaco.

Margarita habló, haciendo señas al chico para que se acercara.

-- El es Lionel, tiene veintitrés años y se ve que es bueno pal campo. Busque a Don Bernardo por todos lados pero creo que esta en la fábrica así que pensé que uste' podía contratarlo.

Las trencitas de Margarita se movían con la efusividad que asentia.

Guillermo miró de arriba a abajo al tal Lionel, inspeccionando. A su parecer se veía muy flaco, débil. No podría cargar una pala y menos sacar de la tierra la piña del agave. Pero Margarita seguramente ya había contratado a la madre del chico para la cocina y se le hacía una grosería mandarlo al pueblo para buscar trabajo.

-- Claro que sí, yo lo checo Margarita. Gracias.

La empleada le sonrió a ambos chicos y se despidió con la excusa de la comida, dejándolos solos.

-- ¿Así que vienes de Sudamérica, eh? -- preguntó el mayor -- ¿por qué llegaste hasta México?

Lionel carraspeo un poco antes de responder.

Entre El Miedo Y El DeseoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora