00

118 19 34
                                    

El invierno estaba pasando, habituales bufandas y abrigos en personas bajo el vapor de sus bocas por la temperatura descendiendo. El ciclo escolar estaba cerrando para las vacaciones de diciembre y Hanae se preparaba para las fiestas con su pequeña familia.

Con su abrigo azul caminó por los pasillos de la universidad, estaba en sus primeros años, pero quiso aprovechar el recorrido al patio junto al gimnasio antes de privarse por los exámenes finales. Ya era una costumbre, sentarse en la banca de cemento junto a la puerta a hacer nada, a veces llegaban unos amigos que hizo, aunque no se quedaban mucho tiempo.

Peludito desapareció después de un tiempo, poco antes de graduarse de la preparatoria, no sabía si se debía a la esencia de Sakae esfumandose por completo o en realidad se había ido a otro lugar. Eventualmente, la motivación que tenía para volver a la mononokean también se fue, creyéndose un pesimista y distrayéndose con cualquier cosa para no recordarlo, retomó sus planes de hacerse cargo de la florería.

Pasaba mucho tiempo ahí, cortando flores, haciendo arreglos, rechazando a las señoras mayores queriendo presentarle a sus nietas y sumergiéndose en ese ambiente hogareño que le generaba estar con su madre.

Abeno no volvió muy seguido a las clases, se enteró que hablaba con los maestros acerca de su ausencia y así se graduó, tampoco fue a la ceremonia. A veces, justo cuando lograba divisarlo, éste desaparecía. Cómo si estuviera evitando el contacto después de su renuncia.

Intuyó que era por la cantidad de trabajo que tenía, después de todo, por su experiencia conocía lo duro que era.

Empujó la puerta abriéndola y salió al viento helado junto al sol que no calentaba ni un poquito, mucho menos a esa hora del día.

Estaba seguro de que se enfermaría pronto de seguir con esa rutina.
Se tomó unos segundos para respirar, observó el cielo tupido de nubes, entre azúl brillante y gris a punto de ocultarse el sol siendo apenas perceptible por los árboles frondosos del jardín.

Para entonces, su última clase había finalizado, se sentó, su espalda se recostó en la pared y cerró los ojos; lo vio como un recuerdo clarísimo, peludito creció aplastándolo mientras Abeno inflaba una pelota, pasando a ser su mano tomando la del mismo haciendo un trato.
Uno que probablemente no iba a poder cumplir pronto.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —murmuró escondiendo su cara con las manos.

A su alrededor escuchaba conversaciones animadas, risas lejanas, una pelota botando, el chillido de las zapatillas deportivas arrastrándose en la cancha de básquet al interior del gimnasio y la corriente de agua saliendo de los aspersores.
Sus piernas comenzaban a dormirse.

Una canción emergiendo de su bolsillo lo sacó de su crisis momentánea, todavía conservaba ese tono de llamada desde que podía recordar, una melodía chistosa y pegadiza que fue muy popular en su tiempo. Contestó la llamada antes de que se repitiera el tercer pío.

—¿Hola?
—Hanae, hijo —su madre habló amable al otro lado de la línea —, ¿podrías hacerme un favor?

Comenzó una pequeña conversación, al fondo oía gente preguntando por arreglos y la voz de su hermana intentando hacerse cargo en lo que Nara enlistaba cosas que necesitaría para la cena y Hanae debía ir a comprarlas.
Con una lista mental y el miedo de olvidar todo, se despidió y colgó.

Un suspiro salió de su boca en forma de vapor caliente haciendo el contraste con la temperatura, bastante ruidoso y pesado.
Justo cuando pensaba en ponerse de pie, con la mochila en un hombro, la misma canción volvió a sonar. Contestó.

—¿Olvidaste algo, mamá? —preguntó.
—¿Mamá?

Una voz grave y conocida se manifestó a través de la pequeña bocina del celular. Separó rápidamente este de su oreja, espantado corroboró el nombre en la pantalla —pues ni siquiera se fijó al atender— y su corazón se quiso desbocar ansioso al ver el nombre de Abeno en letras blancas y brillantes.

1% !abeshiyaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora