8. De vuelta al juego

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Pero la boca de Dazai parece estar cerrada con pegamento. Tiene la lengua seca.

Dazai está bastante cansado. Dormir un poco estaría bien.

¿Qué se siente al descansar?

Chuuya debería irse, para que Dazai pueda arreglárselas por su cuenta antes de que tenga que partir hacia la armería. Es mejor para todos que esté solo.

Pero Chuuya no se va.

Solo suspira y aparta la silla a la derecha de Dazai, en la dirección en la que el castaño está mirando. Chuuya se deja caer frente a él, obstruyendo su visión de la ciudad mientras su camiseta blanca entra en escena.

Él hoy debe haber tenido frío otra vez. Idiota.

Los ojos de Dazai se cierran.

—¿Estás drogado? —pregunta Chuuya. Su voz es tranquila. Todavía brusco, como de costumbre. Como si estuviera molesto con Dazai—. Tenemos una carrera esta noche, imbécil.

Dazai intenta decir que no está drogado.

De verdad, lo intenta.

Solo consigue emitir un suave gruñido, moviendo sutilmente la cabeza contra la mesa.

Chuuya suspira de nuevo, antes de levantarse.

Él se aleja.

...

Dazai aprieta los labios.

Que Chuuya lo dejara solo era lo que él quería. Lo que deseaba.

Se oyen ruidos en la cocina. El abrir y cerrar de un armario. El goteo del agua del dispensador de la nevera.

Dazai se siente como si estuviera solo en la tienda de una gasolinera a las 2 de la madrugada con el zumbido de las luces como único acompañamiento.

Sus pensamientos están demasiado revueltos ahora que Chuuya está aquí como para pensar en algo adecuadamente. Solo es un lío de arrepentimientos y preguntas que tiene desde hace una década, con la palabra "por qué" martilleando incesantemente en los confines de su cráneo.

Dazai escucha algunos pasos que se acercan a él. Chuuya ha vuelto con un vaso de agua que coloca junto a Dazai.

Todavía no puede moverse.

Levántate.

No puede. Vuelve a cerrar los ojos en otro intento de levantarse.

Dazai empieza a levantar la cabeza, pero el cansancio inmediato golpea su cerebro y su cuerpo y lo arrastra de nuevo contra la mesa mientras se le escapa un suspiro de derrota.

Chuuya resopla.

Y luego unos brazos se enganchan debajo de los de Dazai, está siendo levantado a tirones desde su pecho, la respiración del pelirrojo suena entrecortada por la presión incómoda.

Ay.

—Vamos, tonto. Arriba —ordena Chuuya. Así que Dazai lo intenta.

Lentamente lleva las manos al borde de la mesa y trata de levantarse mientras Chuuya tira de su cuerpo desde atrás.

Pronto, Dazai se sienta derecho.

Su cabeza vuelve a caer sobre la mesa.

—Dios, qué dramático eres —murmura Chuuya, pasando la mano por encima del hombro de Dazai para despegar su cabeza de la mesa y sostener su rostro por debajo de su barbilla.

La mano de Chuuya es cálida. Un poco callosa, porque trabaja en la armería con guantes de dedos abiertos.

Dazai siente que su cara recoge parte del calor.

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