35. El de la mañana siguiente

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– ¿Quééé? Noooo. – dijo Luisita haciéndose la remolona mientras Amelia se reía de su actitud.

– Venga anda, que tu alarma sonó ya hacer rato.

Amelia se levantó en busca de su pijama que estaba desperdigado por el suelo, haciendo que aquello le provocara un cosquilleo en el estómago al recordar el porqué estaba así su habitación.

– Bueno, yo creo que mi abuelo entenderá que llegue tarde a ayudarle. – dijo la rubia mientras su mirada estaba fija en el movimiento del culo de Amelia mientras se ponía el pantalón. Que barbaridad de mujer. Que espectáculo.

Se había quedado tan hipnotizada con la imagen que para cuando se dio cuenta Amelia ya tenía puesto el pijama completamente y ella seguía desnuda con la sábana enredada en ella, pero es que no quería levantarse, y no por miedo a que si lo hacía hubiera una posibilidad de que no volviera a tumbarse ahí jamás. Sabía que aquello volvería a pasar, no sabía qué era exactamente que hacía que estuviera tan segura, pero lo sabía. Simplemente, no quería volver a su rutina, quería quedarse en esa pequeña burbuja que habían creado.

– Si, estoy segura que cuando le expliques qué estuviste haciendo anoche te lo perdonará. – dijo girándose hacia ella y al ver que seguía en la misma posición, se tumbó a su lado.

– Oye no lo descartes, mi abuelo es un hombre muy comprensible.

Ambas se rieron y se volvieron a besar, porque ahora las dos comprendían lo difícil que era no besarse cuando era lo único que querían hacer. Pero entonces, escucharon la puerta principal de la casa abrirse y ambas miraron hacia la dirección de la puerta de la habitación de Amelia que estaba totalmente abierta y luego se miraron entre ellas. En realidad esa noche no estaba así por la claustrofobia de la ojimiel, simplemente porque no les importó nada que no fuera ellas, hasta el punto que no les importó su tercera compañera de piso, tanto que ni si quiera se dieron cuenta de que María había pasado toda la noche fuera. Se escuchó cómo dejaba las llaves y sus cosas en la entrada y ambas reaccionaron. Se pusieron de pie y aunque Amelia ya estuviera vestida, la intrusa de esa habitación seguía desnuda e iba a ser una situación muy difícil de explicar.

– Escóndete.

– ¿Dónde?

– Donde sea. – se empezó a poner nerviosa al escuchar los pasos de María acercarse. – Métete en el armario.

– Si claro, con lo que me costó salir.

– ¡Luisita! – la regañó en un susurro mientras la rubia enredaba con la sábana su cuerpo.

Quedaban segundos para que María se dejara ver y a Luisita no se le ocurrió otra cosa que tirarse al suelo y quedarse fuera de la vista de su hermana ocultada por la cama, aún junto a la morena.

– Hola. – saludó María con una sonrisa.

– ¡Hola!. – y obviamente el saludo de Amelia fue mucho más nervioso.

La ojimiel miró un segundo hacia en suelo para asegurarse de que Luisita estaba bien ocultada y volvió a mirar a su mejor amiga.

– ¿Qué te pasa? – preguntó al notar lo rara que estaba.

– Nada que... que no te esperaba, no sabía que no habías dormido aquí.

María la miró con el ceño fruncido algo ofendida.

– ¿No he vuelto en toda la noche y no te habías dado cuenta? Vaya, recuérdeme que no te ponga como contacto de emergencia por si desaparezco.

– Yo que sé María, me quedaría dormida pronto.

Un refugio en ti (#1)Место, где живут истории. Откройте их для себя