—No te pregunté si te gusta, Ashton. Te pregunté si crees que tomaste una buena decisión. ¿Es algo que quieras hacer el resto de tu vida?

Es así como con una simple pregunta, Xavier logra depositar un peso sobre mi pecho que detesto. La incertidumbre de estar haciendo lo correcto o estar a punto de cagar mi vida monumentalmente.

—Lo averiguaré en la marcha —contesto.

Él asiente. Pasamos lo que nos queda hablando de sentimientos y esa mierda. Con el tiempo, se vuelve más fácil hablar con Xavier. Ahora tenemos sesiones semanales, lo cual me viene bien porque con la universidad no puedo tener más. También tengo que seguir yendo a las reuniones de alcohólicos anónimos. Son todos los sábados a la mañana y son asquerosas, pero todo es parte del trato.

Faltan tan solo cinco minutos para que la sesión termine cuando Xavier decide preguntar:

—¿Hablaste con tu padre recientemente? —me pregunta y se queda en silencio, la pregunta pesando una tonelada entre los dos—. ¿Por Navidad?

Tamborileo mis dedos sobre mi rodilla, empezando a molestarme. Por supuesto, Xavier lo nota.

—¿Te parece que mi padre es el tipo de persona que llame por Navidad? —cuestiono. Xavier sabe todo sobre mi padre. Lo malo, lo terrible y lo aún peor.

—Te pregunto si tú lo llamaste —corrige. Este tipo tiene una manía con recordarme su pregunta original. Ni que me fuera tanto de tema.

—¿Por qué lo llamaría? No quiero volver a verlo. No quiero saber nada de su vida.

Xavier asiente.

—¿Caroline pasó Navidad con él?

—Así es —suspiro y paso una mano por mi rostro—. Mi hermana tiene una debilidad con mi padre. No importa que tan despiadado sea, ella siempre volverá a sus pies.

—¿Y qué hay sobre la familia de tu padre? ¿Tuviste contacto con alguno de ellos últimamente?

Aprieto mi mandíbula.

¿Qué mierda es esto? ¿Una interrogación?

No, solo terapia.

—No —espeto—. No tuve contacto con ellos. Tampoco planeo hacerlo. Ya se acabó nuestro tiempo, Xavier. Nos vemos la semana que viene.

No le digo nada más porque empiezo a sentir como las paredes del consultorio comienzan a cerrarse sobre mi y tengo que escapar. Alzo la chaqueta que dejé en el sofá y salgo de allí como si el lugar estuviera en llamas.

***

Son casi las cinco de la tarde cuando vuelvo al departamento. Hay sesiones que transcurren como si fueran aire, y hay otras que son como un gas tóxico que logran asfixiarme. Hoy fue la segunda.

Abro la puerta del departamento y me detengo en mi lugar cuando escucho voces dentro. La primera risa es la más fácil de reconocer. La tengo grabada en mi cabeza. Es Aggie.

Llega a estar con Quentin...

Cierro la puerta detrás de mí, dejo mis cosas en la entrada y sigo las voces hacia la cocina. Me detengo en la puerta. Junto mis cejas confundido al ver una señora sentada en nuestra mesa mientras bebe una taza de té.

Nop, no es Quentin. Aunque se parecen.

—Oh, Belinda. Él es Ashton —dice Aggie al subir la mirada y encontrarme.

La mujer luce como si tuviera ochenta años. Probablemente más. Viste un vestido con flores, un chaleco blanco y lleva su poco cabello rubio platinado suelto. Parece que se vistió con las luces apagadas.

Los secretos que escondemos. (LIBRO 1 y 2)Where stories live. Discover now