Childe tenía una vida tranquila y normal, hasta que eso se acabó repentinamente. Creía que era su fin, y que nunca volvería a ser el mismo. Zhongli se encargó de volver a dibujarle la sonrisa que creía perdida para siempre.
»One shot con un extra.
[DISCLAIMER: No soy doctora, ni psicóloga, toda la información plasmada en esta historia la saqué de internet. Si hay algo erróneo, si alguna explicación es confusa, sepan disculpar de antemano]
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Si se tuviera que describir a sí mismo, Childe diría que siempre fue una persona alegre y energética. En su adolescencia solía practicar artes marciales, llegando a ser cinturón negro y el mejor de su clase. Sus padres siempre recalcaban lo orgullosos que estaban de él. Su hermanito menor Teucer, lo veía como un ejemplo a seguir, y siempre repetía que quería ser como él, y presumía lo genial que era con sus amigos.
Todos en la escuela y luego en la universidad, lo adoraban. Claro, hasta que llegó ese fatídico día. Se encontraba volviendo de la universidad, casi llegando a su casa, cuando de repente sus rodillas dejaron de responder. Cayó al suelo, raspándose la piel con el cemento del pavimento. Su celular se le cayó de repente de las manos, y la pantalla se rompió en pedazos... Pero en esos momentos, lo que menos le interesaba era ese aparato. No podía levantarse, y nunca había estado tan asustado en toda su vida.
Una señora que pasaba por allí, fue la que llamó a la ambulancia. Ahí fue cuando comenzó su pesadilla.
—Ataxia. —le dijo el doctor.
''La ataxia es un trastorno motor que se caracteriza por una falta de coordinación en la realización de movimientos voluntarios que altera su velocidad y precisión. Esta falta de coordinación afecta a la marcha, a las extremidades y al habla.
El diagnóstico de ataxia es siempre clínico y se basa en el análisis de los síntomas y signos que presenta el paciente.''
El día que lo diagnosticaron, podría considerarse como el peor de su vida. Todo su mundo se vino abajo, tanto para él como para su familia. Seis meses habían pasado desde eso, y a esas alturas, Childe ya se había acostumbrado a pasarse la mayoría de sus días en el hospital. Si bien en un inicio se había sentido muy triste como para seguir... para su sorpresa, el que se había convertido en su mayor soporte emocional, era su doctor.
El doctor Zhongli fue quien lo diagnóstico en un inicio. Y quien lo sacó del pozo depresivo en el que poco a poco se iba hundiendo. Pero... antes de haberse hecho cercano con el doctor, la situación en ese entonces, era un tanto diferente.
—Vamos, arriba.
—No quiero, déjeme en paz.
Suspiró. Su paciente era difícil de tratar, y no se refería a la patología en sí. Entendía su falta de ánimo, puesto que no poder movilizarse a gusto, es algo molesto e irritante, sobre todo teniendo en cuenta lo activo que era antes del incidente. Desde que lo había recibido aquel primer día en el que llegó en silla de ruedas y totalmente atemorizado, supo que debía protegerlo. Claro que sí, es doctor, para eso se había pasado la mitad de su vida estudiando, pero se sentía diferente con Childe. Verlo tan vulnerable, tan desanimado y sin voluntad de levantarse de esa cama. Su cabello naranja despeinado y desaliñado, que lo impulsaba a querer acomodárselo.
