CAPÍTULO 1

1.9K 90 4
                                    

Deuda

←♥→

Termino de limpiar la última mesa en la cafetería, volteo a ver el reloj en mi muñeca, suspiro aliviada al ver que ya he salido, me apresuro a quitarme delantal blanco de mi uniforme y lo empiezo a doblar dirigiéndome hacia donde está doña Marta; la dueña del local.

─ Ya he terminado.

─ Está bien muchacha, nos vemos mañana. ─ Le sonrió en agradecimiento.

─ Hasta mañana doña Marta. ─ Agarro mi bolso y corro hacia la salida, tengo que pasar por la guardería.

Apenas doy un paso afuera del local, camino lo más rápido que mis pies me lo permiten, a solo dos cuadras de donde trabajo se encuentra la guardería, así que no tardó mucho en estar recogiendo a Nora.

Le agradezco a su maestra y cojo a mi niña en brazos.

Con una Nora cansada y soñolienta me dirijo hacia la parada del metro, no tardó mucho en agarrar el transporte público, 15 minutos después estoy llegando al barrio de mala muerte en el que vivo, por desgracia.

Con rapidez, pero a la misma vez cuidado caminó con Nora en brazos por los suburbios, respiró aliviada al llegar a mi casa sin ningún contratiempo, busco las llaves en mi bolso para poder entrar a resguardarme en la pequeña casa que alquiló.

Estoy metiendo la llave en la cerradura, cuando siento como estoy siendo rodeada por más de dos hombres, el miedo me embarga, los nervios me comen viva, trato de abrir mi casa, pero falló en el intento, mi mundo se viene abajo cuando soy cogida de un brazo por uno de ellos.

Cante victoria, demasiado rápido tal parece.

─ ¿Eres Valentina? ─. Uno de ellos me pregunta y apenas puedo asentir. ─ Nos tienes que acompañar.

─ ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ─. Preguntó aturdida, acomodo los bolsos y doy un paso hacia atrás.

─ Nicolás, tu hermano nos mandó por ti. ─ ¿Qué demonios?

─ ¡No iré a ninguna parte con ustedes! ─. Chillo enojada, mientras acurruco a Nora contra mi pecho.

─ Será mejor que colabores, nos acompañaras quieras o no. ¿Tú decides si por las buenas o por las malas? ─. El pánico me embarga ante las palabras del tipo con semblante serio.

─ ¿Qué hizo mi hermano? ─ Saco la llave de la cerradura.

─ Lo sabrás cuando lleguemos, andando. ─ Me jala con fuerza, llevándome hacia una camioneta negra. Las lágrimas se asoman por mis ojos, presa del miedo de lo que me puedan hacer estos tipejos.

Me meten en los asientos del auto y a cada lado de mí se sientan dos de los hombres, mientras el tercero arranca el auto. Presiono a mi nena contra mi pecho, ella se encuentra más dormida que despierta y lo agradezco no quiero que se asuste a como lo estoy yo en estos momentos. No sé para donde me llevan y mucho menos sé cuáles son sus intenciones.

¿Qué hiciste ahora Nicolás?

Internamente empiezo a rezarle a todos los santos que conozco, no se cuanta carretera hemos recorrido o cuánto nos hemos alejado del barrio, en un momento dado el auto se detiene, levantó el mentón, dándome cuenta que hemos llegado a un casino.

¡Maldigo! Sé que es uno porque he venido a sacar a mi hermano de este tipo de lugares más veces de las que puedo contar con mis dedos.

─ Bájate. ─ Eso es lo único que me dice el hombre alto, el cual ha sido con el único con el que he establecido conversación. Obedezco lo más rápido que puedo.

DEUDAS QUE SALDARWo Geschichten leben. Entdecke jetzt