𝟐𝟑 | 𝐄𝐋 𝐃𝐈́𝐀 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀𝐍̃𝐎.

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— Todo está bien. Todo está bajo control — sonrió frívolamente. —. ¿Me pasas un cigarrillo? — susurra.

— Últimamente estás fumando demasiado.

— Lo sé.

— Pearl, por favor dime que te sucede — insiste.

— No me sucede nada, Thomas. Deja de molestar, por favor — gruñó. —. Todo el día quieres estar pegado a mi, déjame en paz por una vez en tú vida.

— Estás así desde que regresamos de aquel lugar, así que por favor dime qué te sucede — exclamó cubriendo su cara con sus palmas.

— No, no me arrepiento de nada — negó. —. Solo me siento mal, Tommy. No es nada, en un momento se me pasará — sonríe.

Tommy frunció el entrecejo ante la primera oración de la muchacha, pues, en ningún momento preguntó si se arrepentía de algo.
Tan solo asintió, sabiendo que no podría insistir más pues su esposa no iba a ceder y terminaría irritada, molesta y cansada.

— ¿Te hice daño? — preguntó en un inaudible susurro. —. ¿Te lastimé?

— ¿De qué hablas?

— Tal vez fui muy brusco contigo y te lastimé — responde tímidamente.

— ¿Hablas del sexo? — él asiente.

— Sí... yo... tal vez yo te lastimé y por eso estás enojada conmigo; lo siento, no quise lastimarte, jamás fue mi intención.

— Tommy, no me lastimaste; mírame — ordenó, a lo que él obedeció. —. No me lastimaste, ¿sí? Tranquilo, no me hiciste nada — susurra abrazándolo. —. Tranquilo.

A veces, los abrazos de Pearl se sentían como la única pieza que faltaba en el rompecabezas de Tommy y en ese momento, se sentía así.

Él desconocía el por qué ella se empeñaba en sentirse miserable, cuando claramente no lo era. No le gustaba no poder hacer nada, lo volvía loco verla en ese estado y no poder hacer nada para ayudarla.

Pero la verdad era que Pearl no quería que nadie la ayudara, ella tenía que resolver sus problemas por cuenta propia, nadie debía ayudarla. Si su destino era ser miserable, entonces lo sería.

— Si estás bien, entonces, ¿por qué estás enojada conmigo?

— No estoy enojada, solo estoy cansada y aún me duelen las manos — dice mostrando las palmas. —. Lo siento, sé que debería tomarle más importancia a esto.

— ¿Hablas del sexo? — la imita. —. Tal vez fue demasiado pronto, no te preocupes. Tendré más cuidado y te daré más tiempo, tú solo sé feliz — sonríe.

— ¿Más tiempo? Tiempo es lo que menos falta — ríe. —. ¿Saldrás hoy?

— No... ellos quieren que me tome unas vacaciones, algo así como mi luna de miel — responde algo incómodo, tratando de ignorar las palabras de su esposa.

— Bueno, comenzará a llover en cualquier momento, así que iré a guardar a los caballos al establo — suspira.

Tommy, quien yacía aún en cama, observa el perfecto cuerpo de su mujer salir de la cama.

Largó un suspiro al verla caminar por la habitación, con su cabello cayendo libremente con rebeldía, sus senos bailar al son de sus pasos y su figura hipnotizante, la cual parecía habérsele dado con una simple razón, la cual era idiotizar a los hombres tanto como idiotizaba a Shelby.

— ¿Puedes dejar de mirarme, pervertido? — pregunta recogiendo su cabello.

— Lo siento, no quise incomodarte.

𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙢𝙖𝙟𝙚𝙨𝙩𝙮 ; thomas shelby Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu