CAPITULO 3 ¿LA BESO O NO LA BESO?

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Después de algunos minutos de conducir por las transitadas calles de la zona diamante, llegamos a la intersección que lleva hacia el boulevard de las naciones.  Me detengo en el semáforo que se encuentra bajo el paso elevado y espero a que la luz se ponga de color verde. Dirijo mi mirada hacia Evelyn  y al mismo tiempo ella mueve su rostro hacia mí. Se ve muy linda.

-Tienes unos ojos preciosos – las palabras escapan de mi boca -. Me gusta mucho tu mirada.

Debo de aceptar que no es normal que diga un cumplido sin antes pensarlo. ¿Por qué lo hice?

-Gracias – murmura mientras baja la mirada y sus mejillas se ponen de color rojo.

Ella está sentada con la espalda recta recargada sobre el respaldo de su asiento, y las piernas cerradas con las rodillas ligeramente apuntando hacia la izquierda, en mi dirección.

Con un movimiento de lo más natural coloco mi mano derecha sobre su pierna más cercana a mí, y doy un ligero apretón al tiempo que le dedico una sonrisa.

Ella regresa su vista hacia mí. Oh, esa mirada otra vez, tan dulce, tan tierna. El sonido del claxon de los autos que están detrás de nosotros me hace voltear a ver al semáforo el cual ha cambiado al color verde. Avanzo unos metros, giro hacia la izquierda y acelero al integrarme al boulevard.

Minutos más tarde estamos entrando en el estacionamiento del centro comercial. Damos algunas vueltas antes de encontrar un lugar disponible que no sea para discapacitados. Bajo del auto y lo rodeo para abrir la puerta del copiloto. Le tiendo la mano a Evelyn para ayudarla a bajar y ella la acepta rápidamente.

-Gracias, es usted un caballero- murmura con una sonrisa cómplice mientras baja del auto.

-Es un placer, señorita – contesto antes de darle un beso en los nudillos para acompañar la escena formal.

Ella me dedica una sonrisa tierna y yo me limito a cerrar la puerta. Pulso el botón para activar la alarma del auto y se escucha el clásico sonido de activación.

Tomo a Evelyn de la mano y nos dirigimos hacia el ascensor sin decir una sola palabra. Al llegar le  suelto la mano y pulso un botón, casi enseguida las puertas se abren.

-Primero las damas – Hago un movimiento con la mano cediéndole el paso.

-Gracias, muy amable – Sigue con el juego de la formalidad al hablar.

Entro después de ella y pulso el botón con el número del piso donde se encuentra el cine. Al cerrarse las puertas me giro hacia ella quedando frente a frente.

El ascensor comienza su recorrido mientras que un brillo extraño aparece en mi mirada.

-¿No le da miedo estar sola con un hombre en un ascensor? – Surge mi voz grave.

-Depende – musita.

-¿De qué?

-Si ese hombre eres tú, no – responde con una sonrisa genuina y una mirada tierna. Es la mirada con la que soné anoche.

Me acerco un poco más a su cuerpo y mi vista se dirige a sus labios. Son unos labios perfectos, carnosos y pintados de un rosa pálido que le da a su rostro un aspecto tierno. Siento un fuerte deseo de besarla, como si estuviera hipnotizado.

Me inclino un poco. Sus zapatillas la hacen lucir casi de mi estatura. Acerco mi rostro lentamente. Puedo oler su aliento fresco, me gusta. Mis labios casi rosan los suyos y ella cierra los ojos.

En ese momento mi subconsciente hace su aparición y me dice con voz seria: Los besos están prohibidos, no lo olvides.

Cada parte de mi cuerpo responde de forma automática a la voz en mi mente. Me detengo de golpe  y justo en ese momento las puertas del ascensor se deslizan para dejarnos salir.

Perdido en su miradaWhere stories live. Discover now