• - T R E C E - •

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A pesar de que el verano se acercaba, aquella mañana fue tan fría como un día de pleno invierno, poniéndome la piel de gallina debajo del buzo, y haciendo que el aire congelado golpeara mi rostro ferozmente hasta provocarme escalofríos.

No había dormido bien la noche anterior, por lo que me sentía con la energía muy baja, y un peso enorme encima de mi cuerpo el cual me tironeaba cada vez más a volver hacia mi casa y dormir con mil frazadas encima hasta el mediodía.

Mis pasos disminuían a medida que me acercaba al colegio, viendo el tumulto de alumnos que entraban lentamente al edificio el cual recién abría sus puertas. Odiaba el quilombo de la entrada a la escuela, y con el malestar que traía encima no iba a ser capaz de aguantarme los empujones y codeos de la multitud sobre mí.

— ¡Eve! — Oí gritar a mis espaldas, y giré levemente mi cabeza para mirar de reojo a mi mejor amiga, quién corría hasta donde yo estaba. — ¡Esperame!

Hice una pequeña sonrisa hacia ella cuando frené mis pasos, y esperé a que me alcanzara. Había estado durante todo el fin de semana sin hablar con Juliana, porque sabía muy bien que si ella nombraba a valentin en algún momento, yo iba a sentirme otra vez con ese sentimiento de culpabilidad en el pecho, y no podría seguir con la conversación sin querer llorar o salir corriendo.

— Buen día, Juli. — Dije con una sonrisa débil cuando la pelinegra se colocó a mi lado.

Se limitó por sonreir ampliamente mientras recuperaba el aire, y respondió. — Buen día, Eve.

En lo que siguió del tiempo hasta llegar a la puerta y entrar, nos mantuvimos en silencio. No era incómodo, pero yo lo sentía abrumador. Todo lo contrario a Juli, quien se comportaba con total normalidad, sin imaginarse todas las preocupaciones que habitaban en mi cabeza ese momento. 

Pude notar la ausencia de alguien en la fila de alumnos, y una leve ilusión mezclada con tristeza invadió mi cuerpo al pensar en que podía llegar a faltar aquel día. Tenía la pequeña esperanza de que solamente llegara tarde, y así poder verlo, luego del eterno fin de semana que pasamos sin hablarnos.

Luego de saludar a la bandera, escuchar los sermones del director "cara de culo" sobre los alumnos que ensuciaban las aulas, y bancar la risita de mis compañeros ante mis ojeras de panda, nos adentramos a los salones. Juliana no se separaba de mi lado, mirándome de reojo por momentos, esperando que yo diga o comente algo como hacía normalmente. Pero yo, con mi estado decaído, el dolor de cabeza que comenzaba a aparecer, y la culpa inevitable, no emitía sonido alguno.

Cuando entramos al aula, ella rompió el silencio al notar como se estaba volviendo incómodo.

— ¿Cómo estás? — Soltó con ánimo, mientras colocaba su mochila en la silla a mi lado. — Me dejaste en visto la última vez que hablamos.

— Si... — Tragué grueso y traté de responderle lo más natural posible mientras me acomodaba en el asiento. — Estaba cansada por el cumpleaños, ni me di cuenta, Juli.

La peligra asintió comprendiendo, luego de sentarse también, y quedó callada algunos segundos pensando bien qué podía decirme. — ¿Y que onda el cumple?, ¿Fue divertido?

Sentí como mi corazón se aceleró, y todas las imágenes sobre valentin en la fiesta conmigo, se hicieron presentes en mi cabeza.

«¿Que carajo le digo?» pensé teniendo la mirada interesada de Juliana puesta en mi. En ese instante, mi mente se llenó de escenas en donde mi mejor amiga terminaba enojada, o llorando, o imaginándose cualquier cosa sobre lo que pudo haber pasado con valentin allí. Tenía miedo de contarle.

— Estuvo bueno, hicimos una guerra con bombuchas y Dante la pasó muy bien. — Sonreí ante el recuerdo, y noté como ella hizo lo mismo. — Creo que ni pensó en papá... y yo tampoco lo hice.

• c u p i d o ; wos •Where stories live. Discover now