Espero impaciente a que mi madre y mi hermano se marchen a sacar a nuestro perro Zuri. Me quedo mirando la tele, sin hacerla mucho caso. Me gusta acostumbrarme a ese sonido extraño, que muchas veces ni aporta ni se aparta. Pero ahí está, mientras yo me quedo en silencio, esperando.

-Venga, coge la bolsa de basura que nos vamos -Grita Dora desde la puerta del piso.

-Ya voy, ya voy - Se queja mi hermano. Y cuando suena el último golpe en  la puerta, me quedo sola en la casa.

Y llegó el momento de mi autodestrucción. Sólo estarán fuera una media hora, y es el tiempo perfecto para explotar por todos los armarios de la cocina en busca de mi droga, la comida.

Normalmente los armarios no tienen muchos productos. Es lo que tiene vivir de una pensión, que siempre vivimos al límite. Cuando jugaba al Balonmano y estudiaba, no tenía tiempo para nada. Entre los entrenamientos, los partidos y las competiciones, cuando llegaba a casa me sentía demasiado cansada. Pero mi cuerpo estaba bastante bien. Tenía unas piernas delgadas, el abdomen plano aunque indefinido y unos brazos fuertes. No metía tantos goles como mis compañeras, pero estaba ahí, y de vez en cuando daba alguna que otra sorpresa.

En los estudios no destacaba mucho, aunque se me diese bien memorizar textos y hacer apuntes. Realmente, sé que no he estudiado siguiendo el modo correcto, pero estar atenta en clase me ayudaba a memorizar. No tenía muchas distracciones. Supongo que es la ventada de ser un bicho raro a quién muy pocos quieren tocar.

Tenía un grupo pequeño de amigas. Con nuestros más y nuestros menos. Más menos que más. Han sido tantas las ilusiones rotas, cuando una vez haber puesto fecha y hora para quedar, y vestirme con ilusión, a última hora han cancelado los planes. Teníamos nuestras discusiones, y yo normalizaba algunas conductas que no eran nada sanas. Pero nos teníamos, hasta que acabó la ESO, y todos mis episodios de Bullying, desengaños y miedos, se fueron con el fin de mi etapa.

Miro el reloj, y ya han pasado 10 minutos desde que se fueron Dora y mi hermano. Abro la nevera, pero no encuentro nada de lo que llevarme a la boca. Así que abro el armario, y ahí están, las latas de albóndigas. Corriendo, las echo en el plato y después de calentarlas un minuto en el micro, las devoro  con ansia. Estás albóndigas de pollo y setas están cojonudas, así que ni me molesto en hacer pequeños trocitos para poder masticar.

Después de arrasar con la lata, unos cuantos sobados, 3 magdalenas y una tableta de chocolate, estoy lista para mi adicción. Aún me quedan 10 minutos hasta que lleguen. Me pongo una coleta y voy al baño a vomitar.  La sensación de mis dos dedos mojados con agua que atraviesan mi garganta son increíbles. Con cada arcada, me digo a mi misma que voy a volver a pesar esos 63 kg que pesaba antes. Pero a quién pretendo engañar. Nunca voy a ser una chica guapa. Ni me va a querer nadie por mi físico. Y mi inteligencia...tampoco es que tenga tanta, aunque la aproveche lo mejor que puedo. Esta sensación de Bienestar, mientras miro la boca del váter de frente. Mientras expulso todo lo que llevo dentro, me encanta. Simplemente me encanta. Es mi rutina, es mi ritual. Comer como si no hubiese un mañana, sentirme culpable y purgar. 

Sólo en momentos como estos encuentro mi paz. Me olvido de las discusiones de mis padres, me olvido de lo sola que estoy, me olvido de las amistades por conveniencia, me olvido de que nadie me va a amar, me olvido de mí.

Nazaret. La chica que a nadie importa por mucho que tenga el Tuenti lleno de etiquetas, fotos de role, menciones, fotos compartidas, comentarios, likes...nada queda de esa chica ilusa, que algún día fue feliz.

Me limpio la boca y me siento un rato en el suelo. Estos son los únicos momentos en los que soy feliz. Pienso en todo y en nada a la vez. Tengo la mirada perdida pero qué más da. Nadie lo va a notar. Llevo ya unas semanas en esta espiral de autodestrucción, y nadie se ha dado cuenta.

Mañana es el primer día en mi nueva clase. Después de la ESO, me decidí por el grado medio de Informática. Me habían avisado de que era probable que no habrían muchas chicas en mi clase. Pero no me importa. Las chicas no es que me hayan tratado demasiado bien en clases anteriores.

Salgo del baño, y vuelvo a ver la tele. Mi madre, mi hermano y Zuri, ya están aquí. Toca fingir sonrisas, otra vez.

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⏰ Last updated: Jul 01, 2020 ⏰

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