Segunda parte: Nueva York, madrugada del 22 de diciembre de 2014

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Melchor, Gaspar y Baltasar se encontraban sentados en el interior de una vieja furgoneta Volkswagen tipo cámper, de color azul oscuro y matrícula de New Jersey, en el aparcamiento subterráneo del gran centro comercial Manhattan Mall en la esquina de la Sexta Avenida con la Calle 33. En este viaje no trajeron los camellos; los jorobados animales habrían sido demasiado conspicuos en las calles de la gran manzana.

Eran las dos y diez de la mañana. Los tres hombres mostraban un rostro ceñudo y preocupado. Hablaban en voz baja. Como casi siempre, era Melchor el que llevaba el peso de la conversación.

—¡Bien! Éste es el lugar. Según los últimos informes, el maldito Gordo Rojo vendrá esta noche al Manhattan Mall para hacer un muestreo de las últimas tendencias en juguetes y regalos. Estará solo y, como lleva el trineo vacío, sólo traerá a esa mala bestia de Rudolf con él.

—Espero que los informes sean fiables —dijo Gaspar.

—Lo son, tenlo por seguro. Nuestra fuente ya nos ha demostrado otras veces su fiabilidad. Además, ya sabemos de años anteriores que unos días antes de Navidad, el detestable gordo hace un reconocimiento de los grandes centros comerciales en varias ciudades importantes del mundo occidental, para estar al tanto del último grito en todos aquellos artículos que se puedan considerar a efectos de regalo, sobre todo los referentes a las secciones infantiles –respondió Melchor.

—Es muy listo —comentó Baltasar.

—Sí. El muy cabrón siempre ha estado un paso por delante de nosotros en cuanto a estrategias de marketing. Más de la mitad de su ejército de bendegums, esos aborrecibles duendecillos, se dedican exclusivamente a hacer estudios de mercado y proyecciones de ventas. Ese es uno de los factores que han hecho que, en los últimos cincuenta años hayamos perdido terreno frente a él de una manera constante. Cada vez son más las personas, sobre todo los niños, que les piden sus regalos a Santa Claus, y no a los Tres Reyes Mayos. Pero eso se acabó. Este año va a ser el último que el rojo panzón nos haga la puñeta. Vamos a acabar con él de una vez por todas. Nuestra espía entre los bendegums nos pasó la información hace dos días. Esta noche, el maldito pagano del norte vendrá aquí, y nosotros le estaremos esperando —dijo Melchor con una cruel sonrisa en el semblante.

Los últimos años habían sido tiempos duros para los tres magos. Ellos fueron los primeros en llegar al lugar de la profecía y entregar sus regalos. Cuando el hombre del norte se percató del engaño sufrido a manos de los tres sabios, era ya demasiado tarde. Nunca llegó a tiempo. Sin embargo, eso no había supuesto la desaparición de Nicolás. El astuto norteño se las ingenió para mantenerse en la memoria de los hombres. Al principio, sólo en su Escandinavia natal, pero luego incrementó su proyección a la mayor parte de los países del norte de Europa y a toda Norteamérica.

Los tres magos, por el contrario, mantuvieron su preeminencia en los países de la cuenca mediterránea, sobre todo gracias a la acción proselitista de la Iglesia Católica, de cuya mitología formaban una parte indivisible. Con el descubrimiento de América y la colonización española de todo el continente sur, el área de influencia de los magos se incrementó de manera notable. Eran millones los que, cada Navidad, pedían sus regalos a los Reyes Magos, sobre todo los niños, entre los que se había difundido la entrañable leyenda de dejar, la noche del 5 de enero, leche y dulces para obsequiar a los dignos visitantes, así como paja para sus camellos, que se suponía era su medio de transporte habitual.

Fueron buenos tiempos para los tres sabios.

Sin embargo, la Reforma supuso un golpe de suerte para Nicolás. Gracias al cisma protestante, el hombre de rojo vio la oportunidad de infiltrarse en las tradiciones de los países del norte europeo, sobre todo los de cultura anglosajona, protegido así de la influencia y el peso de Roma. La Contrarreforma tuvo como una de sus prioridades el acabar, o al menos disminuir, la influencia de Papá Noel en la cristiandad, pero fue un esfuerzo demasiado débil, demasiado tarde. Nicolás supo aprovechar su oportunidad, y la figura de Santa Claus estaba en la actualidad arraigada con firmeza en las costumbres de miles de personas. La colonización británica de Norteamérica y, con el paso del tiempo, el hecho de que los Estados Unidos se convirtieran en una de las potencias mundiales, exportando sus modo de vida y costumbres a todo el planeta, amplió aún más la importancia e influencia del hombre de rojo. Papá Noel se convirtió en la figura navideña por antonomasia en casi todo el mundo. El hombre de oronda panza y rojo vestido aparecía en carteles publicitarios, postales, televisión y cine. Eran incontables las personas que se disfrazaban con sus vestiduras cada Navidad. Por el contrario, los Tres Reyes Magos se vieron obligados a contemplar con impotencia como sus dominios se reducían casi exclusivamente a una parte del mundo católico de origen hispano.

VILLANCICO BLUES - cuento de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora