1941

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''Querida Micheila:

Me haces falta, cada que miro el océano y a mis compañeros entrenar. Pienso en ti, el olor de la marea siempre me recuerda a ti y a el olor de tu cabello, me recuerda al azul de tus ojos y el sabor de tus labios luego de que comas esas piruletas ácidas. 

No hay minuto que no piense en ti desde que aceptaste ser mía y no sabes lo feliz que soy ante la idea de que una vez que toda esta guerra acabe, una vez que deje de ser parte de todo esto,  viviremos en una casa bonita y tendremos una familia grande y hermosa. Y los veremos crecer sentados desde nuestro porche y les enseñaremos a navegar y pintar. Les leeremos los cuentos que quieras, les cantaremos las canciones de la iglesia, esas pegadizas que el coro canta cada domingo. 

Aquí todo va con normalidad, seguimos entrenando y sigo extrañando la comida de tu madre y de la mía. Nos mantenemos atentos ante todo, así que no tienes que preocuparte. Espero que en casa también este todo bien y te estén cuidando.

Siempre tuyo, Dany.''

Dany Anderson se encontraba acostado en su camarote, tenía unos minutos antes de que empezara su jornada oficialmente, aquel día tendría que bajar a ayudar a limpiar las máquinas por haber perdido una pelea días atrás,  y aquellos minutos los aprovechaba para contemplar la imagen en blanco y negro de su prometida. Una chica de ojos grandes y azules, un cabello algo ondulado hasta los hombros y  una sonrisa gigante que mostraba unas perlas acomodadas cuidadosamente. Una belleza completa diría Anderson. 


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Si existe un Dios, le pido que te proteja. 

Cuando escuche la primera bomba explotar cerca supe que estábamos siendo atacados, no era una práctica, no un simulacro, ni revisión de municiones. Estábamos siendo atacados y quise correr a la salida, juro que quise, pero la segunda bomba cayó y luego vinieron más explosiones, pronto, la armadura del gran Arizona estaba siendo penetrada y en el cuarto de máquinas, el agua entraba y se sentía un fresco al principio. Tus pies cubiertos de agua fresca y fría luego de pasar encerrado en ese cuarto lleno de más hombres y rodeado de un montón de aparatos que sólo brindaban calor, el agua era algo agradable para tu piel. Pero no estando a bordo de un bucle, obviamente con aquella frescura se vinieron los primeros gritos de desesperación allí abajo, y como empezaban a buscar una salida. 

Las puertas estaban cerradas, estábamos condenados a morir ahogados en ese lugar, ahogados y solos. Y cuando tenía el agua en mi cintura, deje de golpear, deje de gritar, solo camine hasta un lugar donde el agua aún no fuera lo suficiente alta y me acomode allí, me senté a esperar y pensar. Si no hubiera aceptado esa tonta pelea, justo ahora estaría arriba, corriendo a mi puesto a atacar y con más posibilidades de vivir o de morir de una manera más rápida que ahogado. 

Tal vez habría podido cumplirle a Micheila. Su foto reposaba en mis manos y pronto de mis labios no salían más que lamentos, disculpas obsoletas, juramentos de amor hacía mi amada, quien me esperaba en casa de su madre, esperando a mi hijo, esperando a que llegara y la abrazará, a que la besara, a que empezáramos juntos. Y fue la primera vez que me permití llorar frente a más hombres, no era el único que lo hacía, muchos como yo, se encontraban llorando, pidiendo ayuda a dios o simplemente esperando su muerte, mientras otros gastan sus fuerzas golpeando los muros y gritando por ayuda. 

Nos dijeron que Pearl Harbor no sería blanco de guerra cuando nos enviaron acá. Creo que nuestros superiores fallaron el algún calculo. Y los maldije, y me maldije a mi mismo por enlistarme y querer hacer parte de la marina, y maldije a los Alemanes por empezar una guerra de nuevo, maldije a estados unidos por querer ayudar, maldije al que sea que estuviera atacando, maldije a todos, maldije al cielo, al mar, a la tierra. Solo quería estar en los brazos de mi amada una vez más y susurrarle con voz aniñada cuanto la amaba, a ella y al bebé que venía en camino. 

El agua subió tan alto como la espuma, y pronto ya me encontraba llorando con mi rostro pegado al techo del aquel cuarto, ya no se oían tantos gritos como al principio, ya no se oían tantos golpes, a lo lejos se escuchaban aviones y balas, y no sé si era por el agua en mis oídos o que ya no había nadie vivo a mi alrededor. Ya no había esperanza en el aire, ni en nosotros. 

Al principio, fue fácil, solo nos sumergimos con los ojos abiertos y la nariz tapada, estaba acostumbrado a eso pero cuando mis pulmones quisieron aire, cuando lo exigían, ya no podía dárselo, no había un lugar donde correr para tomar la última respiración. Así que deje salir el que tenía en mi cuerpo y me vi cayendo al suelo del cuarto. Un mareo tan lento me hizo ver mi vida y antes de morir quise escribirle a Micheila. Sé que nunca le llegaría la carta, pero quería hacerlo así que cerré los ojos y empecé a escribir en mi mente. 

''Querida Micheila: 

Lamento no poder cumplir mis promesas, sé que me odiaras o me seguirás amando en un futuro y no sabes cuánto lo agradezco, el que me tengas presente en tus pensamientos, sé que dirás que soy patético por no poder cumplirte una simple promesa como volver.

Quiero que sepas, que no he perdido el camino, que aún recuerdo con exactitud el camino a casa, que aún tengo presente el color de las flores que rodean tu porche y de que color son las piedras que has lanzado al río, y que como tengo presente eso, tengo presente el amor tan grande que te tengo, es tanto que me hace estallar en lágrimas algunas noches, es tanto que mientras finges dormir y yo finjo creer que estas dormida, te canto e invento poemas estúpidos y los recitó como si fuera el mayor exponente del romance, y quiero que sepas que en toda mi vida,  jamás conocí a alguien que me hiciera tan feliz, que complementará y me llenara de paz como tú lo haces, quiero que sepas que a lo largo de mi vida he tenido la fortuna de conocer grandes personas, pero que ninguna marcará tanto como lo hiciste tú. 

Quiero que sepas que aún ahora que tengo la muerte a mi lado, esperando a que acabe de escribir,  solo pienso en ti, en nadie más, pienso en como hubiera sido nuestra vida, pienso en cómo nos veríamos de viejos tomados de las manos mientras te sigo recitando poemas estúpidos salidos de mi corazón, pienso en ti, como mi ángel, como el ángel que me salvó y también recuerdo, recuerdo tu vestido amarillo y tus zapatos negros tan bien pulidos, del día en que nos conocimos, recuerdo el color de labial que usabas mientras te disculpabas por no fijar por donde andabas y recuerdo tu tartamudeo por el miedo a que te dijera algo al haber golpeado a un oficial. Recuerdo el olor del aire, recuerdo las calles que recorrimos y regaño de tu madre al presentarme de la nada y regresando te tan tarde, recuerdo cada detalle de ese día y de los que le siguieron, cada escapada, cada beso, cada sonrisa, cada lágrima, lo recuerdo todo y quiero que sepas que aun en mi siguiente vida,  te amaré como te amo ahora, como te ame ayer, como lo hice hace años y como lo haría en un futuro. Y que tendré presente siempre el olor de tu cabello y el sabor de tus besos. 

Jamás olvidaré tus lunares, ni las promesas que te hice, jamás olvidaré tu nombre ni pronunciare el de alguien más. 

Quiero que sepas que estaré siempre a tu lado, si llega alguien más, estaré a tu lado y te brindaré mi compañía en las noches y cuidaré del porche y que así mi cuerpo no esté presente, yo estaré siempre contigo y me sentaré a sostener tu mano hasta que te pongas arrugada como una pasa. 

Quiero que sepas que eres y serás lo más importante para mi. y a la única que jurare amor eterno. 

Siempre tuyo, Dany. ''

No volví abrir mis ojos, pero sentí como mi cuero fue levantado y quise creer que me habían sacado del agua y que vería al amor de mi vida. Pero, a través de mis párpados pude distinguir un túnel, pude distinguir su silueta y entonces, supe donde estaba, pero a diferencia de lo que pensé que sería, no tenía miedo. Baje de los brazos de la muerte y me despedí con una sonrisa antes de caminar con tranquilidad hasta donde ella. Usaba ese vestido amarillo y esos zapatos negros de tacón mega bajo y camino hacía mi con esa torpeza tan encantadora en ella, y su sonrisa, su sonrisa me devolvió a la vida o eso quise creer. Su piel estaba caliente y solo me empujo con fuerza para que la siguiera. 

Mire a todos lados y suspire, por fin iba a estar con ella, ya no más espera. Nunca más.  Y corrí, corrí y reí con ella, bailamos un rato al ritmo de alguna melodía que brotaba de su labios y cuando nos cansamos solo caminamos apoyados en el otro, con las manos entrelazadas y el corazón a más no poder hacía la luz, hacia nuestro futuro juntos, hacía mi paz y mi muerte.


F               I               N

1941Where stories live. Discover now