Capítulo 1 (Parte 1)

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Hay momentos en los que siento que vivir no sirve de nada, que soy un cuerpo insignificante, sin alma propia, creado para cumplir una misión que no ha llegado, ni llegará. Son pensamientos absurdos, que me deprimen al instante, pero que ocupan una parte importante de mi mente. Aunque al final, nada de esto importa, a nadie le interesa lo que siento. Solo valoran de mí lo que puedo ofrecer, luego, me desechan.

Ese era uno de esos momentos, en los que solo la paz de la noche y la hipnótica luz de las estrellas me calmaba. Me alejé del gentío y me senté en una esquina poco iluminada del parque que estaba frente de la discoteca. Necesitaba respirar profundamente y relajarme, aunque con el barullo ahogado de la música era una tarea bastante difícil. Cerré mis ojos y tomé una fuerte bocanada de aire. Justo cuando comenzaba a pensar nuevamente con claridad, una mano sobre mi hombro me sobresaltó. Me giré rápidamente para ver quien era, y sus ojos color miel me atraparon. Eran una mezcla de pasión y oscuridad.

- Hola - me dijo, pero preferí ignorarlo, con la esperanza de que me dejara en paz. También en parte porque seguía impresionada con sus pupilas.
- ¿Puedo sentarme a tu lado? - esas palabras terminaron por sacarme de mis pensamientos. Fruncí el entrecejo y lo miré con recelo.
- ¿No te puedes sentar en otro lado? Hay mucho espacio en todo el parque. - lo que realmente quería decirle era: vete a la mierda y no me molestes.
- ¿Me puedo sentar o no? - me habló como fastidiado.
- Haz lo que quieras - dicho esto me paré del banco, le di la espalda y me dispuse a caminar.
- ¿Por qué te vas? - me detuve y me giré hacia él.
- Está claro que no quiero compañía, y menos de un imbécil que lo único que busca es ligar esta noche - le dije de forma cortante.
- Al menos dime tu nombre - noté interés en su forma de hablar así que me tomé la molestia de responderle.
- Alexa Castro - en su rostro se reflejó una extraña satisfacción, tal vez porque había logrado lo que quería.

Giré sobre mis pies y comencé a caminar. Sentía su curiosa mirada clavada en mi espalada. Joder, que molestos son estos adolescentes con necesidades de experimentar, lo menos que necesitaba esa noche era al típico ligue de fiesta.

Una ráfaga de viento se hizo presente en ese instante y caló hondo en mis huesos. Ya era hora de irse a casa. Entré con prisa a la discoteca y me dirigí directamente a donde estaba mi grupo de amigos, justo al lado del gigante equipo de sonido. Me abrí paso entre la multitud, tratando de ignorar el roce constante de los cuerpos sudorosos, con olor a cigarro, alcohol y lujuria.

- Nos vamos, ya - le grité fuerte en el oído a Kathia para que pudiera escucharme bien.
Kathia es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón. Nos criamos juntas desde pequeñas, es como mi hermana gemela pero con personalidades opuestas.
- Pero aún es muy temprano - me devolvió el grito en tono de súplica.
- No aguanto ni un minuto más aquí, además estoy muy cansada - le hice un gesto con la cabeza para indicarle que me siguiera.

Ella tomó la mano de su novio y luego tomó la mía para no perdernos en la muchedumbre. Caminé con paso firme y rápido para salir cuanto antes de allí. Definitivamente había sido un error venir, estos ambientes no son para mí. Y para ponerle más sazón a la situación estaba el maldito vestido que mi madre había insistido en que me pusiera, demasiado corto para mi gusto, se me subía todo el rato, y sumándole que tenía una abertura desde los hombros hasta el inicio de la cadera en la parte trasera, no me ayudaba para nada con la temperatura que empezaba a bajar.

Cuando por fin logré deshacerme del tumulto y salir de aquel lugar, solo pude tomar un suspiro de alivio, porque al próximo segundo lo único que sentí fue un golpe seco, mi espalda sobre el frío asfalto y mi cabeza impactando contra el suelo.

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⏰ Última actualización: Feb 08 ⏰

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