PRÓLOGO

6 0 0
                                    

El cuarto era oscuro, frío, tan solo iluminado por la tenue luz de un pequeño foco que colgaba del techo, la única fuente de luz de aquel lugar, no habían ventanas, solo una puerta de metal que era la única conexión con el mundo exterior, por la que cada cierto tiempo entraba un hombre alto, fornido, para traerles comida o llevarse a algunas de las "mercancías", sí, eso era en lo que se había convertido, en una clase de objeto que sería puesto a la venta tarde o temprano, todo gracias a su madre, cuando decidió cambiar la libertad de su hija por una pequeña bolsa de monedas de oro y plata, un precio justo por una belleza como ella. En ese instante no quería creerlo, no quería aceptarlo pero sabía bien la razón, ella y su madre nunca estuvieron unidas, ni siquiera por la sangre.

Hace unos años tras el fallecimiento de su madre biológica en un accidente en el puerto, su padre contrajo nupcias nuevamente con la que aparentemente siempre fue su amante, pues a tan solo 2 días del velorio de su querida madre, su padre se aparece en casa con otra mujer y 2 niños.

Desde ese momento su vida se volvió un completo infierno, a pesar de ser la mayor, sus medios hermanos se encargaron de hacer su vida imposible, siempre humillandola, rompiendo sus muñecas y jalandola de los pelos, pero aun asi ella no los culpaba, pues sabía que solo actuaban bajo las ordenes de su madre, quien verdaderamente si la odiaba y mas al hecho de que su padre habia guardado una fuerte cantidad de dinero para la dote de su hija, o lo que ella decidiera hacer con ese dinero, su herencia.

La mujer estaba enfadada y orquesto diferentes planes para deshacerse de la niña, desde ....

Pero esto había Sido lo peor...

A tan solo una semana del "fallecimiento" de su padre, su madrastra se habia puesto en contacto con un grupo de comerciantes de esclavos para hacer un trato por su hijastra.

Sinceramente para Rebecca eran realmente extrañas la circunstancias en las que había fallecido su padre, más bien tenía la idea de que había sido un asesinato, pero no tenía pruebas, con excepción del frasco de veneno que encontró entre las pertenencias de su madrastra y que estaba casi vacío, pero aún así las autoridades no le creyeron, le fallaron.

Aunque bueno, desde el principio nunca creyó que sirvieran para mucho, ni siquiera eran capaces de proteger el negocio de su padre de aquellos piratas que se dedicaban a asaltar sus barcos, por lo que el hombre habia tenido que contratar algunos mercenarios.

Hace más o menos un mes su madrastra la sacó a pasear, le dijo que se pusiera sus ropas más bonitas y se arreglará como una princesa, debió imaginar que algo extraño pasaba cuando esa mujer de corazon frío y negro le mostro una cálida sonrisa.

Cuando salieron, ella al principio creyó que quería presentarla a alguien, tal vez algún pretendientes, pero conociendo el "cariño" que tenía esa mujer por ella creyó que no se trataría de otra cosa que un hombre gordo de mediana edad y calvo.

Pero no...

Era un hombre alto, fornido Pero sí parecía ser mucho más mayor que ella.

Su madrastra y ese hombre conversaron un largo rato en el que ella no pudo escuchar nada, Pero sí sentirse vigilada, pues aquel sujeto de vez en cuando volteaba en su dirección, observándola con una mirada que no podría describir de otra forma más que lasciva y perversa .

Era casi el anochecer, cuando quel sujeto le dió una bolsa a su madrastra y está se fue, cuando Rebecca se dio cuenta de lo que pasaba quiso escapar, no pudo, quiso gritar, la callaron, le suplicó a su madrastra pero ella ignoro todos sus sollozos.

Se miró las muñecas, le dolían, las esposas conectadas a una cadena corta eran pesadas pero no podía sacárselas, eran necesarias para que no escapara, pero...¿Cómo demonios se suponía que escapase si estaba encerrada en aquel lugar?, habiendo hombres armados tras la puerta protegiendo a los "preciosos bienes".

¿Por cuánto tiempo más tendría que llevar esas esposas puestas?

¿Cuanto tenía que esperar para que vinieran por ella?

¿Cuándo sería su turno?

No lo sabía, y honestamente no le importaba

La puerta de metal sonó alguien estaba abriéndola, un hombre entró, el mismo hombre que durante todo ese día o noche, no lo sabía exactamente a causa del maldito encierro, había estado sacando mujeres de ese cuarto, seguramente para ponerlas a la venta en una clase de subasta, pues una vez que salían, aquellas jóvenes ya no volvían.

Sin la menor delicadeza de su parte, el hombre jaló a una muchacha de unos 16 años de edad, arrebatándola de los brazos de otra, su hermana mayor, el sujeto la acercó a su cuerpo y tomando su rostro entre una de sus manos.

- en verdad eres muy hermosa, nos harás ganar mucho dinero- habló con una sonrisa retorcida en el rostro.

La mujer trató de zafarse entre gritos que fueron en vano, el hombre se volteó dispuesto a golpearla pero fue detenido por la hermana mayor, quien entre llantos y suplicas, pedía que dejara ir a su hermana menor.

-¡No la toques!- exclamó- llévame a mí, pero déjala ir, por favor- suplicó entre lágrimas, pero eso poco le importó a aquel hombre que solo podía pensar en tener ya el dinero que ganaría por tal belleza de ojos azules y cabellos dorados.

-¡Aléjate!- empujó a la mujer haciéndola estrellar contra el suelo para luego tirarle una patada al estómago, dejándola retorciéndose de dolor en el frío suelo.

-¡Hermana!-gritó la joven rubia entre lágrimas antes de dejar la habitación siendo llevada a la fuerza por aquel hombre.

-Ashley- murmuró, mientra que con las pocas fuerzas que aún tenían de alguna forma se arrastró por el piso hasta llegar a la puerta de metal, comenzando a golpearla lo más fuerte que podía, Haciéndose heridas en las manos que cada vez sangraban más.

Era como verse a sí misma unos días antes, la desesperación por ver como se llevaban a alguien querido, sin poder hacer nada para detenerlo, era algo que ya había experimentado, ya había sentido esa frustración, pues sus dos amigas, las personas que se habían vuelto su fuerza para aguantar estar atrapada en ese encierro, aquellas que aún le habían dado esperanza, ya no estaban, hace dos semanas en una de las ciudades que habían visitado, había perdido a Fumiko, y hace tres días en la ciudad anterior había sido verónica, ya ninguna estaba a su lado, estaba sola y eso le causaba un gran temor.

Pero aún así le causaba algo de curiosidad la distinta reacción de las diferentes personas ante la misma situación, le parecía divertido, tal vez...ya había enloquecido.

Muchas jóvenes lloraban, algo muy normal por la situación en la se encontraban, después de todo muy pronto serían vendidas, tal vez a algún viejo loco, gordo, adinerado con fetiches dementes, al fin y al cabo todas eran las últimas "mercancías" que quedaban, los que había quedado al final, así que incluso podía ser que las estuvieran rematando o dando con descuento.

Otras miraban al techo, murmurando cosas queriendo escapar de su cruel realidad, perdidas en lo más recóndito de sus mentes, sus ojos estaban sin brillo, sin esperanzas, al igual que ella...habían enloquecido.

Pero había una cosa en común para todas, nadie sabía...¿Cuál sería la siguiente?

-----------------------------------------------------------

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 10 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

SANGRE ENAMORADAWhere stories live. Discover now