Parte 1

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La Casa De Al Lado

Cuentos

Julio 30, 2014


Hola a todo aquel que esta leyendo este cuento

La Casa De Al Lado, ya ha sido publicada dentro de un libro de cuentos cortos y se llama RELATOS DE LA ABUELA, este libro esta disponible a muy bajo costo en AMAZON digital y tambien para algunos mercados en tapa blanda. Si te interesa adquirirlo, puedes usar el link en mi BIO, o me lo dejas saber por buzon.

Como ya lo habia anunciado, compartiré algunos capítulos que han sido editados, asi es que espero que me dejeis muchos comentarios para saber que les parece

GRACIAS POR LEER MIS LIBROS <3


Capítulo 1


Era una mañana como muchas otras, Sue estaba sentada frente a la ventana que le permitía observar la hermosa vista. El sol pegaba como siempre sobre la vieja mesa de metal, ya casi sumergida en el suelo fangoso, el cual no se daba por aludido de la presencia de dicha ruina. La luz se difuminaba de una forma especial, era como si los rayos brillantes del sol rebotaran en la superficie del metal transformándolos en bellos rayos de tonos cobrizos. De estos, despegaban ciento de otros pequeños rayos de luz, haciendo que aquel jardín descuidado y olvidado, tuviera a esa hora de la mañana una esencia diferente, una esencia casi mística.

Llevaba mucho tiempo viviendo en esa casa y, por lo general, los domingos tenían por costumbre tomar desayuno en familia, en donde compartían amenamente sentados a la mesa por largo rato. A ella siempre le quedaba aquella ventana de frente. Algunas veces se quedaba mirando con mucha atención a la casa de al lado, y otras, esta pasaba inadvertida, pero esa mañana fue diferente. Sue notó que la hierba no solo estaba muy crecida, sino que estaba verde y húmeda. El rocío de la mañana había dejado una capa de frescura y con los rayos del sol, ese verde emanaba vida, a pesar de que la estación era otoño y todo a su alrededor se mostraba como tal: triste, seco y frío.

Sue se distrajo mirando a la casa de al lado. Miraba con profundidad las gotas que prendían de una rama de un árbol, el que estaba al lado de lo que quedaba de aquella mesa. Las gotas rebotaban contra el metal repartiéndose en varias otras gotas minúsculas y de pronto ella pensó en cómo era posible que algo tan simple la hiciera sentir tan maravillada. Pero Sue no tenía la explicación para eso, o para muchas otras preguntas que solía hacerse constantemente, le encantaba cuestionar la naturaleza como tal, pensaba que era algo increíble.

De pronto un pájaro azul, de esos de cola larga, vino a hacerse parte del panorama posándose sobre la superficie de aquella mesa vieja y oxidada. El pájaro picoteó un par de veces la superficie de metal roñoso, y luego levantó el vuelo rápidamente. Sus ojos siguieron al ave sin perderle de vista. El pájaro azul fue a pararse justo en una de las ventanas de la casa de al lado, y parecía haber quedado muy cómodo en ese borde que se mostraba deteriorado, casi a punto de caerse. Sue lo observó por un buen rato, mientras, este se quedó quieto sin moverse de ahí, como sabiendo que era observado. De pronto, una pregunta la inquietó, lo que la puso a pensar en por qué diablos nunca veía a nadie allí.

Muchas veces Sue se había imaginado miles de historias pensando en por qué no se veía gente en esa casa. Era la única del barrio siempre a oscuras, fea y descuidada. Había conocido al dueño de la casa mucho tiempo atrás, ya de eso hacía mucho tiempo y aunque a veces lo divisaba, nunca más había cruzado palabra con él. La casa estaba abandonada, imperturbable por la mano del hombre, no solo se veía, sino se sentía desolada.

Cada objeto alrededor de esa casa había sido atrapado por las redes de la naturaleza, cubriéndolos con enredaderas y algunos otros tipos de vegetación, además de variados tipos de musgo en hermosos tonos verdosos. Cada minúscula parte de ese jardín había sido invadido de forma elegante y detallada, como quien crea una obra de arte. Porque no era que el lugar estaba todo cubierto de maleza, no. Durante el verano alguien iba a cortar la hierba con regularidad, recoger hojas y ramas viejas, dejando limpio la mayor parte del área, pero ya no era verano y ya la hierba no la cortarían hasta la próxima primavera.

Sus ojos volvieron a fijarse en la vieja ventana donde aún permanecía posado el pájaro azul. Le causó curiosidad el hecho de que él permaneciera ahí por tan largo rato. Por lo general los pájaros no se mantienen quietos en lugares así, siempre vuelan a los árboles y desde ahí parecen observarnos misteriosamente. Mientras Sue miraba a esta hermosa criatura, vio que la cortina que cubría la ventana detrás de él, se había movido muy despacio hacia el lado izquierdo. Fue como si alguien la hubiese corrido, pero no había visto señales que indicaran que había alguien en casa aquel día, o en realidad, ningún otro día.

Su hija le preguntó qué era lo que la distraía tanto, mirando a la casa de al lado, a lo que ella respondió de inmediato, "es que nunca hay nadie ahí, no me explico cómo durante tanto tiempo todo permanece igual". La mañana prosiguió con diferentes quehaceres ordinarios, propios de sus domingos en casa, porque no siempre estaban en casa, la mayor parte del tiempo pasaban los domingos recorriendo lugares o de compras. Cuando ya la tarde caía, y todo estaba terminado, Sue se dispuso a sentarse y disfrutar de una rica taza de café. Afuera, las temperaturas habían bajado bastante y el viento había tomado fuerza y rugía incesablemente haciendo que los árboles del patio de atrás se contornearan como si tuvieran vida, lo que invitaba y ameritaba esa bebida caliente para reconfortar el cuerpo.

Mientras ponía algo de azúcar en su café, escuchó un crujido muy fuerte que la hizo voltear y mirar al ventanal para asegurarse que no fuese alguna rama que se hubiese desprendido de alguno de los arboles contiguos. Se dirigió a la puerta y la abrió para constatar que todo estuviera bien afuera, y se dio cuenta de que un segmento de las canaletas usadas para las bajadas de agua desde el techo, en la casa de al lado, colgaba balanceándose con el viento y amenazaba con desprenderse. Al ver esto, se preocupó y llamó a su esposo, pero él no acudió, por lo que decidió acercarse y ver si podía recoger aquel pedazo de canaleta, antes de que el viento la obligara a estrellarse contra alguna de las ventanas y producir algún daño mayor.

Bajó la escalinata que daba al patio trasero y se acercó con cuidado a la parte más estrecha. En esa parte, las casas quedaban a muy corta distancia una de la otra. Sue empinada en la punta de sus pies, trataba de alcanzar el pedazo de metal que colgaba, pero el viento lo hacía difícil, y lo que quedaba de luz del día se extinguía con rapidez, haciendo la situación aún más complicada. Solo llevaba unos cuantos minutos afuera y ya estaba media entumida, casi dándose por vencida, cuando de pronto enfrente de ella, una luz se encendió.

¿Sería que el vecino se había percatado de la canaleta que colgaba? ¿Tal vez se había preocupado por el daño que esta pudiese causar? Esperó por unos minutos para ver si alguien finalmente salía por la puerta de la cocina, pero esperó en vano, porque nadie salió. Sue caminó unos cuantos pasos y se acercó a la ventana por la cual se veía luz, y como pudo se empinó llevada por la curiosidad de mirar hacia el interior. Tal vez lo hizo sin pensar, o quizá fue alguna intención predeterminada, pero la sorpresa que se llevó fue una de las más grandes de su vida.


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La Casa de Al LadoWhere stories live. Discover now