No me lo explico. Ayer estaba bien. No sabía quién eras. Totalmente indiferente eras para mi. Te vi y pensé que eras guapo, guapo a tu manera. Me habían hablado de ti, eras inteligente y teníamos intereses en común. Entonces te volví a mirar, de pronto eras más guapo, y cada vez eras más misterioso y más interesante para mi.
Tiraste el cigarro que estabas fumando y lo apagaste con el pie, te colocaste la mochila sobre un solo hombro y entraste en el edificio. Pasaste a mi lado, y yo, verdaderamente intimidada bajé la cabeza para no cruzar miradas. Me sorprendí cuando me dijeron que me miraste, quizás, y seguramente lo más probable, no significó nada.
Al final del día, cuando ya marchabas me volviste a mirar y esta vez no agaché la cabeza, nuestros ojos chocaron.
Algo se encendió ayer en mí, algo que no debería haberse encendido y que debería apagar y olvidar. No puedo ser para ti, ni aunque quisiera.
Hoy, ni siquiera te vi.