Capítulo 40

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Adoraba tenerla conmigo, pasar tiempo con ella era valioso para mí. Amaba la forma en la que sonreía, como su rostro se ilumina al tiempo que sus mejillas se tornaban un poco rojas. Cuando su mirada se posaba en mi me hacía sentir tantas cosas, nervios, ansias, ganas de besarla, de tocarla, de cuidarla de todo, definitivamente estaba enamorado y lo estaría toda mi vida.

Estábamos en el jardín apreciando la vista del paisaje. La tenia abrazada por la espalda, me gustaba esta posición porque me permitía absorbe el olor de su cabello y besar su cuello cuantas veces quisiera.

-¿Quieres cabalgar?-propuse.

-¿Tienes caballos aquí?-preguntó recostando su cabeza en mi hombro.

-Sí, tenemos tres.

-¿No es muy tarde?-eran cerca de las seis de la tarde.

-No realmente ¿Quieres?-hice una pausa-Espera ¿Sabes montar?-se giró y asintió.

-Mi papá me enseñó cuando era pequeña.

-¡Perfecto! Vamos-entrelacé nuestras manos y la guié hacia un costado de la cabaña donde estaba un establo.

-¿Tienen nombre?

-Si-entramos al lugar donde estaban los animales. El primer caballo era de color negro-Este se llama Capitán, es de mi padre-a su lado el siguiente estaba en el corral de enfrente, era de color blanco y tenía una larga melena-Ella es Doroty, es de mi madre-el color del ultimo era marrón oscuro-Y este es José Ramón y es mío.

-Que nombre feo para un caballo-dijo la ojiverde arrugando la cara. Reí fuerte.

-Es broma. Se llama Hércules-preparé las sillas en menos de quince minutos, le daría a la ojiverde para que montara a Doroty, porque además de ser hembra era más fácil de domar que Capitán y no quería que Isabel sufriera algún daño o accidente-Te llevaré a un lugar que te va encantar. Con un rápido y hábil movimiento la mujer se subió en el animal.

-Guíame-dijo antes de hacer que Doroty empezara a dar pasos hacia la salida del establo.

Primero la guié hacia un pequeño bosque que estaba a unos cien metros de la cabaña, sabía que le gustaría porque tenía muchas flores de distintos colores y formas, además de los árboles que eran gigantes e imponentes. Estuvimos un rato apreciando la naturaleza que nos rodeaba y después fuimos al lugar donde quería llevarla.

Se veía realmente hermosa montando, su cabello se movía con el viento, sonreí ampliamente mientras hablaba con el caballo, le decía cosas como "Tienes un cabello muy suave" "Te mueves bien, mi niña" "Me gusta el color que tienes" "Eres hermosa". Sin duda estaba conociendo una nueva faceta de la ojiverde, y me gustaba. Casi nunca se dejaba ver tan libre y expresiva pero en este día todo parecía haber cambiado.

-Llegamos-avisé cuando entramos a un pequeño manantial. Era el lugar del que le había hablado. El agua era cristalina.

-Es precioso-dijo mientras se bajaba del caballo con un poco de mi ayuda.

-Sabía que te iba a gustar.

-¿Cómo no me va a gustar? Mira toda esta vegetación, esta agua tan limpia, es maravilloso. Nunca había estado en un lugar así.

-Es satisfactorio para mi ser el primero-me miró y sonrió.

-¿Nos podemos bañar en el agua?-asentí.

-¿Quieres hacerlo?-sonrió alzando las cejas dos veces-¡Entremos al agua!

Comenzó rápidamente a desvestirse hasta que quedó en ropa interior, durante todo ese tiempo no pude despegar la mirada de su cuerpo, era realmente majestuoso, su piel blanca, suave y tersa se veía un poco sudorosa, sus piernas y abdomen levemente marcados. Era hermosa.

Tu mi amor, tu mi profesoraWhere stories live. Discover now