Capítulo 3

5 0 0
                                    

X

El día en el que Samantha tendría que recoger al misterioso amigo de Michael llegó más rápido de lo que ella esperaba. Y con él, vino el ajetreo de un día que estaba fuera de su meticulosa y elaborada rutina. 

Samantha había llamado a su jefe el lunes por la mañana mientras se dirigía a sus clases, queriendo preguntarle si al día siguiente podría cubrir el turno de la mañana en vez de la noche. Quizás algo bueno había sucedido durante el fin de semana, porque su jefe no había tenido inconveniente alguno, aceptando de buena gana sin hacer muchas preguntas. 

Había estado sorprendida por su rápida respuesta, pensando en un principio que esa iba a ser la parte más difícil de su plan. Pero no se detuvo a pensar mucho en eso, agradeciendo internamente por haber tenido suerte con su usualmente huraño jefe. 

Resolver con sus profesores había sido aún más sencillo. Afortunadamente para ella, al día siguiente no estarían tratando temas nuevos, sino una continuación de la clase anterior. Así que después de prometer que iba a hacer un breve resumen sobre lo que tratarían en la clase ese día y enviárselos por e-mail como prueba de que había conseguido notas con sus compañeros de clase, ambos profesores habían prometido no marcarla como ausente ese día en el listado de asistencia. Ventajas que tenía ser una estudiante aplicada, le habían dicho ambos. 

Aunque tenía todo planeado para el martes, y se sentía ligeramente menos agobiada de lo que lo haría comúnmente, Samantha no dejaba de sentirse incómoda. Una sensación pesada y extraña se había apoderado de su pecho desde que Michael había salido de su casa y no la había abandonado desde entonces. Samantha quería creer que eran nervios. Ella ya no se consideraba una persona muy sociable, y esa noche le iba a tocar encontrarse con un completo desconocido. Sin mencionar que estaría con él a solas durante horas hasta que cumpliese con su encomienda.

Pensando en eso, Samantha cayó en la cuenta de que fuera de la hora a la que tenía que ir a buscar al amigo de Michael, no sabía nada más. Con ese pensamiento en mente, sacó su teléfono y le envió un mensaje a Michael. Y a pesar de lo temprano que era, Michael le respondió con una llamada casi al instante. 

—No te preocupes por eso. —Fue el saludo que le dio, sonando más despierto de lo que la joven había esperado. No pudo evitar revisar su reloj de pulsera para ver la hora. ¿Qué hacía él despierto tan temprano? —Le envié una foto tuya. 

Ella esperaba haber escuchado mal. Realmente esperaba haberlo hecho. 

—¿Qué tu qué? —Prácticamente siseó en el teléfono. 

—Que le envié una foto tuya. ¿Acaso estás sorda?

—¡Cómo te atreves a enviarle mi foto a un desconocido, Michael! Ni siquiera tuviste la decencia de preguntarme si estaba de acuerdo con eso o no. 

—¿Qué tiene de malo? Es mi amigo. 

—Eso es lo de menos. 

Samantha se tuvo que contener de subir la voz, no queriendo armar un escándalo en el autobús en el que viajaba. La persona a su lado, que había estado cabeceando hacía unos momentos, se despertó con un sobresalto y parecía estar ahora muy atenta a su conversación al escuchar la irritación en su voz. Lo menos que ella quería era espectadores. 

—A veces pienso que hacer las cosas a propósito. ¿Cómo pudiste pensar que esa era una buena idea?

—¿Y cómo se supone que él iba a saber quién lo iba a buscar? 

—Pudiste darme su nombre. O mostrarme una foto- 

—Ah, entonces tu puedes ver una foto suya pero él no puede tener una tuya. —La interrumpió, el tono en su voz cargado de ofensa. —Cuánta doble moral.

SoulmatesWhere stories live. Discover now