Un mundo corriente

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A su alrededor todo mutó. El blanco infinito estaba siendo absorbido por un millón de colores a medida que una pequeña piedra ocupó el centro de aquel espacio vacío e iba creciendo en tamaño. Antes de darse cuenta, Paúl se sorprendió pisando tierra firme.

Iba a ponerse a celebrarlo cuando todo empezó a vibrar. Grietas gigantes se abrieron del suelo cubriéndose con magma ardiendo y los geiseres explotaron por doquier.

Chilló.

Chilló histérico.

Se tiró de rodillas al suelo sujetándose la cabeza, seguro de que iba a morir. No pasó nada. Ni siquiera sintió el calor.

Cuando por fin se atrevió a levantar la cabeza, observó maravillado como la madre naturaleza iba cobrando vida. Flores de mil colores se extendían por todas partes y los árboles crecieron hacia el cielo mucho más altos de lo que nunca había llegado a ver.

Aún le temblaban las piernas cuando Paúl se puso en pie.

—Impresionante —murmuró.

El mundo se llenó de ruido. Los pájaros trinaban, los insectos empezaron a volar y, de pronto, algo enorme empezó a correr hacia él. Los árboles fueron desplazados ante la fuerza bruta de un T-Rex que se abalanzó con sus mandíbulas abiertas. Paúl ni siquiera tuvo tiempo a gritar. Tan solo se agachó para intentar esquivar una muerte segura, cuando el dinosaurio se hizo polvo ante sus ojos y la vida siguió transcurriendo a toda velocidad.

—¡¿Esto es una broma?! —exclamó al cielo—. ¿Quieres matarme de un susto?

Con su grito sobresaltó a unos hombres de neandertal que se quedaron mirándole un instante, antes de seguir observando hipnotizados el fuego que había a sus pies. Cuando se levantaron, empezó a aparecerles ropa como por arte de magia. De pronto esos seres primitivos se habían transformado en romanos y estaban construyendo carreteras. A los constructores les salieron armas y ejércitos sin bandera comenzaron a moverse por todas partes. Soldados franceses de Napoleón se cruzaban con mongoles, marines americanos apuntaban a indios con arco y flechas.

Hubo disparos de ambos bandos, pero nada le tocó. Era como si Paúl no existiera en aquel espacio. Desconocidos sin rostro empezaron a plantar donde antes había habido muertos y pequeñas chozas empezaron a transformarse en pueblos, que cambiaron a ciudades.

La historia de la tierra circuló delante suyo sin que pudiese hacer nada por incluirse en ella. Y todo ello en tan solo dos o tres minutos.

El sonido de un claxon le sacó de su ensimismamiento.

—¿¡Te quieres quitar de en medio!? —chilló el conductor.

Por un momento dudó. Todo había pasado sin que pareciese afectar que él estuviera en medio, a excepción del T-rex que quiso darle un buen mordisco. Ahora, sin embargo, la gente que le rodeaba se volvía hacia él como si pudieran verle.

—Perdón —se disculpó, posicionándose en la acera.

A su alrededor todo era normal. Un día común y corriente. No quedaba ni rastro de las maravillas que había visto.

—Chico, ¿estás bien? —le preguntó una señora mayor—. ¿Necesitas que llame a tus padres?

La imagen de un cuchillo cortándole hizo que su cuerpo se tensase. Debió de notarse en su rostro, porque la mujer volvió a preguntarle.

—¿Quieres que llame a la policía, a una ambulancia?

No la respondió. En su lugar salió corriendo. Corrió tan rápido como fue capaz, por calles que no fue incapaz de identificar. Ni siquiera se detuvo al darse cuenta de que estaba llorando.

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⏰ Last updated: Jul 02, 2019 ⏰

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