noventa y dos.

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El pasillo del hospital era bastante amplio. Las luces que alumbraban por fuera brillaban en la lúgubre noche que se presentaba. Algunas personas chillaban fuera del hospital Herwey y los paramédicos socorrían a la gente que llegaba a Emergencias a duras penas. Pero, allí se encontraba Harry corriendo por el sitio velozmente sin importarle que algún guardia le llamara la atención por sus acciones apresuradas. Al hallar la recepción y administración de pacientes, el joven soltó un suspiro estruendoso y se apoyó en la vitrina, observando a la mujer que atendía teclear sobre la computadora instalada. Se sorbió la rojiza nariz debido al llanto que no cesaba dentro de él. Al menos ahora estaba un poco más relajado, pero la tensión en cada músculo no se detenía.

—Necesito la habitación de una paciente—Lo que Harry habló fue imperceptible, pero no se molestó en repetir su oración y prosiguió con el ruego entablado—. Su nombre es Giselle Marshall e ingresó aquí hacía unos pocos días.

La mujer le regaló una mirada frívola, con los dedos oprimiendo raudamente el teclado de la máquina. Se quedó analizando la pantalla unos momentos mientras que a Harry le palpitaba el corazón con vigor contra el pecho. Le volvió a ojear la cara, impertérrita.

—Sí, cariño, la paciente ingresó aquí el martes por la tarde. ¿Eres familiar? —demandó, enarcando sus gruesas cejas y observándolo esta vez con más compasión que el principio.

Harry supo que algo comenzaba a ir mal. No era familiar de Giselle. Él era sólo su novio, y, como se había acostumbrado a ver en las películas donde sucedían accidentes, era consciente que diciéndole aquella información no le serviría de nada; incluso se le voltearía más el desastre de lo que ya estaba. Los ojos se le aguaron y se apegó más a la vitrina; ésta haciéndole soporte a su débil cuerpo.

—No—decidió decirle la historia verídica—, soy su novio. Pero estoy desesperado y llevamos muchísimo tiempo juntos. Por favor, se lo ruego, déjeme entrar a verla.

La señora echó los hombros hacia atrás, soplando su cabello canoso y rubio del rostro. El maquillaje se le había corrido a la mujer por el cansancio, pero ¿cómo no? Harry había salido del aeropuerto a las doce de la noche y ahora estaba en el hospital a las dos de la madrugada. Era demasiado tarde y aquella mujer no podía darse el lujo de romper las reglas en su importante trabajo. Si él hubiese venido de en la mañana o en la tarde, probablemente le permitiría pasar, pero siendo de noche era definitivamente otra cuestión.

Estiró la mano y se la agarró al joven de camiseta de rayas con colores que combinaba. Le cogió la mano unos segundos para mostrarle su solidaridad y la volvió hacia ella, sintiéndose culpable.

—Lo siento, no puedo decirle si no es familiar de la paciente—se disculpó, creando un mohín en sus deshidratados labios.

Harry se incorporó, asintiendo con la cabeza. Se lo imaginaba desde que estudió la primera faceta de la señora. Se unió más a la vitrina, ansiando no echarse a llorar más de lo que ya había hecho. La opresión en su pecho parecía no tener fin y el cuerpo le temblaba con energía, como si fuese capaz de parar cuando viera a Giselle recuperada.

—Al menos...—respiró abriendo irregularmente las fosas nasales—, ¿puede decirme si está estable?

La señora le lanzó un vistazo a la pantalla.

—Lo está un poco, cariño. Puedes sentarte en la sala de espera y llamaré a la planta en la que ella está. Preguntaré si sus parientes te conceden la entrada—ella le avisó con amabilidad.

Los hombros de Harry se laxaron.

—Gracias—le agradeció él con honestidad.

Una vez que el joven de aspecto demacrado tomó asiento, la mujer llamó a la tercera planta. Atendió a otras personas más, las cuales conservaban la misma desesperación que el chico de hacía media hora que se presentó frente a ella y ahora estaba sentado con la cabeza hacia atrás en uno de los asientos de cuero perteneciente a la sala de espera dentro del hospital.

whatsapp {harry styles}Where stories live. Discover now