El Put* Fin del Mundo

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—Así que, ¿qué? ¿Jack muere y tú decides que volvemos a ser el Equipo Libre Albedrío original? —bromeó Dean con amargura mientras se sentaba junto a la cama de Castiel —. Señor Comatoso —añadió tomando la mano pálida del ángel y chequeando su pulso por quinta vez en la última hora. Eran casi imperceptibles, y a intervalos demasiado espaciados, pero sus pulsaciones seguían allí.

Cas llevaba dos días inconsciente. Sam y Dean a duras penas habían conseguido arrastrar su cuerpo por el cementerio hasta el automóvil.

~¤~

Todo había sucedido demasiado rápido. Luego de que Chuck liberó las almas del infierno y los muertos salieron de sus tumbas rodeandolos, parecía que todo estaba perdido. Los tres lucharon espalda con espalda por escasos minutos y pronto entendieron que no había forma de ganar. No esa vez.

—¡Deaan! —había bramado Castiel, intentando que su amigo lo escuche a pesar del estruendo de la lucha.

—¡¿Qué?! —había gritado Dean agitado.

—¡Este es el fin! —Los cazadores habían oído con dificultad sus palabras sobre los gritos y gruñidos. Castiel, atravesando con su espada la cabeza de un zombie desde la quijada hacia arriba, había vuelto a hablar —. ¡Última noche en la Tierra, Dean!

Al escuchar aquello, ambos hermanos habían mirado al ángel a sus espaldas y antes de que Dean comprendiera lo que estaba sucediendo, Cas se había volteado sin importarle que las criaturas se abalanzaran sobre él. El cazador había sentido el agarre firme en su hombro izquierdo y un tirón que lo hizo girar sobre sus talones. Y ántes de que pudiera preguntar "¡¿Qué mierda, Cas?!", Castiel ya había acortado la distancia que los separaba y lo estaba besando.

Castiel había besado a Dean. Sin previo aviso. Sin esperar una respuesta. Había sostenido su cabeza con fuerza para evitar que Dean pudiera apartarse y había presionado sus labios contra los de él, apretando su hombro izquierdo con intensidad.

Dean no le había devuelto el beso. En su lugar, el cazador forcejeó intentando liberarse. Había sentido la piel de su hombro arder y un pulso de electricidad desde el centro de su pecho hasta sus labios. Había cerrado los ojos con fuerza, esperando que aquello termine de una vez. ¿En qué rayos estaba pensando Castiel? Estaban rodeados por zombies.

Al verlos, Sam había cubierto las espaldas de su hermano, protegiéndolo de cualquier ataque durante los escasos segundos que duró el beso. Había lanzado una mirada fugaz en su dirección de tanto en tanto, entre zombie y zombie. Dean estaba poniendo resistencia, pero a Castiel no parecía importarle. Un Misisipi, dos Misisipis, tres Misisipis. Entonces Sam lo había visto. Los ojos de Castiel habían comenzado a brillar. Estaban entrecerrados, pero la luz que habían emitido en ese momento era igual a la de un faro. Entonces Cas finalmente había soltado a Dean.

—¡¡Cierren los ojos AHORA!! —había gritado en el instante en que se apartó de él. Antes de obedecer, ambos hermanos pudieron ver cómo todo su cuerpo había comenzado a iluminarse.

Y eso había sido todo. Cuando volvieron a abrir los ojos, todo a su alrededor eran cenizas humeantes. La explosión de gracia había acabado con todas las criaturas en un radio de cincuenta metros. Vieron a Castiel caer de rodillas y desplomarse a su lado.

~¤~

Los últimos dos días Sam no había podido hablar con su hermano. Había estado ocupado telefoneando a todas las personas que conocían para ofrecerles refugio en el búnker.

Era el puto Fin del Mundo después de todo. No había tiempo para llorar por Jack. Ni por Cas, aunque técnicamente seguía con vida.

Luego de lo ocurrido en el cementerio, Dean había estado actuando como si nada hubiera sucedido. Como si ese beso hubiera sido solo imaginación de Sam. Pero no había tiempo para preocuparse por eso, ¿verdad? Debía abastecer el búnker con suministros suficientes para todas las personas que iban a alojarse allí; acondicionar habitaciones para hacerlas medianamente habitables. No había tiempo para preocuparse por Dean.

El Put* Fin del MundoWhere stories live. Discover now