Después de la Tormenta - Parte I

30 2 0
                                    

Los humanos somos nuestro peor enemigo. Llámame Nihilista, pero todas nuestras acciones terminan por rayar en la autodestrucción; es como si no nos importase lo que hiciéramos de nosotros mismos, no tenemos ningún sentido. Si eres empático, firmas tu sentencia para una vida llena de dolor y sufrimiento propio y ajeno; si decides no serlo serás un maldito narcisista que hace sufrir a los demás y que secretamente se odia a sí mismo. Honestamente preferiría no ser un narcisista si me dieran a escoger, pero al final cada quién decide cómo sufrir; yo prefiero hacerlo sin dañar a los demás.

No me mires así, sé lo que estás pensando: ¿Para qué me hablas de todo esto? Creí que ibas a darme unos poemitas de amor

Pues la verdad tengo varios años sin escribir. La última vez que lo hice fue para unos poemas que le hice a una persona con la que salí unos buenos tres años, alguien que me lastimó mucho. Con mucha paciencia logré superar a esa persona hace años. Luego de eso, nunca volví a escribir, ya que se sentía como rascar una cicatriz; ya está cerrada, la mayoría de las veces olvidas que está ahí y probablemente si la tocas no sentirás nada, pero sólo con saber que en algún momento hubo una herida abierta ahí, te hace tener cuidado, de lo contrario te incomoda. 

Aun así, como buen ser humano en una sociedad civilizada seguí mis patrones e instintos autodestructivos y volví a juntarme con otra persona que sólo me causó dolores de cabeza. Pero honestamente, una vez que alcanzas cierta edad y vives ciertas cosas, aprendes a desapegarte de cierto tipo de gente, suficiente es con la miseria propia.

Luego de seis años, por fin siento que puedo volver a escribir sin ningún tipo de incomodidad. Pero la verdad es que mentiría si digo que fue por elección propia.

Verás, tengo este cariño por las artes: danza, música, pintura, escultura, películas. Y todas se me dan naturalmente de alguna manera (analizando y/o ejecutando) con la escritura me pasa algo bastante curioso, y es que no puedo hacerlo de forma voluntaria. Cuando empiezo a escribir es porque algo me afectó lo suficiente como para hacerlo, y por lo visto fui un cadáver estos últimos seis años.

Este impulso fue un sueño que tuve -como de costumbre- hace un par de semanas. Llevo varios años sin sentir nada profundo por nadie, hasta hace poco. Y no sé si es que finalmente me estoy volviendo loca, o si al parecer de verdad existe una fuerza sobre natural que nos observa, o si por fin los grises robaron mi cuerpo mientras dormía y reemplazaron mis recuerdos de experimentos extraterrestres con sueños de una persona que si me hizo sentir algo después de todo.

Si así es, tuve un sueño. Un sueño con un chico. Un chico que ni siquiera sé quién es. Que ni siquiera debe existir. Y mis emociones revivieron de alguna forma. Por favor que alguien me haga una lobotomía. Ni yo puedo tolerarme en este estado. No hay nada que odie más que una Dahlia con sentimientos.

Ah si, me llamo Dahlia por cierto, como la flor. Espero no estarte aburriendo con el pequeño infierno que tengo en mi cabeza, pues todo esto ha ido tan lejos que ni yo misma sé como tomármelo. Por favor, siéntate porque todo lo que estoy por contarte es largo. Cada uno de mis poemas informales estará acompañado de un pequeño sermón para que entiendas un poco porqué escribo lo que escribo y así no creas que estoy loca. 

Espero.

Hace unas semanas tuve este sueño: Estaba corriendo en un bosque de noche, corriendo por mi vida. 

Es un tema bastante recurrente en mis sueños y lo detesto porque me hace despertar con taquicardias. 

Empezó como cualquier otro, corriendo y huyendo de manera instintiva de algo que no tenía ni la menor idea de qué era. En este sueño al parecer estoy muy preocupada por querer saber de qué huía porque no podía dejar de mirar atrás. La curiosidad mató al gato como dirían por ahí; no mirar al frente hizo que no viera a dónde me dirigía y -como la idiota que soy- me caí, y no me caí por un tropezón, sino porque ya se había acabado el suelo. Mi impulso de sobrevivir me hizo correr sin parar pero mi curiosidad me desvió a una maldito precipicio. 

Por lo general uno despierta cuando eso sucede, pero esto era solo el inicio de una serie de sueños que me han hecho adicta a mi mundo onírico.

Caí entre la neblina, era tan espesa que ni siquiera podía ver el destino al cual estaba descendiendo. Hacía frío. Esa neblina nocturnal empezó a hacerse más gruesa, a tomar mas cuerpo y eventualmente a convertirse en nubes que fui traspasando una a una.  Poco a poco empecé a sentir un olor, era bastante familiar, era ¿salitre?

Mientras mi cuerpo iba cuesta abajo a lo desconocido y entre ese olor tan particular pero familiar, las nubes empezaron a hacerse más ligeras, indicándome que estaba por llegar a mi destino mortal.

- ¿Qué demonios? -fue lo único que salió de mi boca cuando finalmente pude ver a dónde estaba cayendo.

Era el medio del océano. El miedo se apoderó de mi. Sé nadar, pero mientras descendía no veía tierra por ningún lado, iba a quedarme ahí varada. Ya me acercaba más y más al agua. Respiré profundo y aguanté. 

- ¡Maldición! -grité en mi interior al recibir ese cachetón del agua en mi cuerpo. 

La fuerza me hizo descender bastante en el agua y yo sólo me hice bolita hasta sentir que el impacto había cesado para nadar hasta la superficie. Con los ojos cerrados, en posición fetal y con el cabello cubriéndome todo el cuerpo, me quedé ahí esperando. No tenía mucho tiempo para nadar, estaba a punto de impacientar cuando algo me tocó el brazo.

¿Saben esa sensación cuando un alga les toca la pierna y se imaginan lo peor? bueno, esa sensación, pero elevada al cuadrado.

Abrí los ojos y no había nadie. Lo ignoré y procedí a nadar por mi vida hasta la superficie, no me queda mucho aire. Nadé, nadé y nadé ¡Joder pero que lejos estaba la superficie! El aire empezaba a marearme y comencé a botar pequeñas burbujas por mi nariz. Miré a mi al rededor, no había ni un pez. Miré a la profundidad y solo se veía oscuro. Miré hacia arriba, se veía el cielo iluminado por la luna y las estrellas entre la distorsión del agua. Seguí nadando, me sentía cada vez más mareada, lo que quedaba de aire empezó a escapar por mi boca y mi cuerpo dejó de responder. 

Todo empezó a ponerse borroso, luché. Miré las estrellas desde la profundidad, mis ojos las apagaban lentamente. Intenté nadar otra vez, pero me quedé ahí suspendida en el agua y en vez de despertarme, mi subconsciente se quedó flotando con mi cuerpo. Se sentía bien, era extraño, me sentía sola y lo disfrutaba y la incapacidad de moverme hacía que se relajara cada músculo, no escuchar nada me calmaba.

- ¿Así se sentirá morir? -pensé 

Pasó un tiempo hasta que sentí algo moverse en la misma agua que yo.

- Ojalá sea un megalodón o Cthulhu que venga a terminar con mi miseria -pienso deseando continuar en esa leve tranquilidad.

Algo me volvió a tomar del brazo, pero a esas alturas, ya no me importaba. Me jaló. Hice un esfuerzo sobre humano para abrir los ojos, me dirigía a la superficie y los volví a cerrar. Sentí aire contra mi cara, hacía frío. Mis parpados estaban pegados, pero seguí intentando; las estrellas ya no estaban distorsionadas y ví una sombra que me presionaba el pecho repetidamente. Era una persona. Estaba en suelo. Hacía muchísimo frío, pero sus manos en mi pecho estaban tibias, me generó algo de paz. Siguió presionando mi pecho y mientras, su cabello salpicaba gotas de agua en mi cara. Mis sentidos se apagaban.

Escuchaba unos murmureos, creo que me estaba hablando. Agarró mi cara y se acercó a mi. Tenía ojos marrones y brillantes con forma almendrada. Es una combinación matadora que no todo el mundo aprecia; muchos lo ven común pero son pocas las personas que tienen estos atributos y los saben usar como dos estacas que van directo a tu alma. Las de él estaban afiladas y fueron directo a la mía. Y antes de poder sentir más, desperté.

Crónicas de Amor OníricoWhere stories live. Discover now