'Capitulo 11

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-¿Y a dónde irán? ¿De nuevo a tomar café?

Miré el rostro de Nate, a un lado del de su novia conjeturante y pude ver en él ese tipo de gesto que le producía cada vez que yo hablaba de Sean. Aquello me alentó a seguir con la mentira.

-No, a la plaza de San Marcos-dije-. Así que si me disculpas, tengo que ir a ver que me pongo-sonreí, pero de esa manera en la que sonríen las brujas malvadas de las películas.

-¿No vas a cenar?-inquirió Sharon.

-No, no tengo hambre; pero si acaso me da, creo que tengo una barra de granola en mi escritorio-me encogí de hombros.

-Está bien.

-Hasta mañana, Nate-dije, cordialmente y le sonreí. De veras que me sentía mala y a la fierecilla le gustaba eso.

-Hasta mañana, Ximena-musitó, serio y sin sonrisa.

Me di la media vuelta y me dirigí a mi habitación. Había calmado a la fierecilla e incluso le había dado una dosis de satisfacción, pero ahora tenía otro problema. ¿De dónde demonios había salido mi mentira? No me quedaba más que sólo cruzar los dedos para que Sean pudiera ser mi cómplice y aceptara la invitación que le iba a hacer.

Marqué rápidamente el número de Sean y me aparté de la puerta para que no pudieran oírme. Timbró un par de veces y a la tercera su voz de ángel contestó del otro lado de la bocina.

-¿Ximena?-me dijo, sorprendido por mi repentina llamada. Él siempre era el que me llamaba a mí.

-Hola, Sean, ¿cómo estás?-susurré casi.

-Bien. ¿Por qué hablas tan bajito?-me preguntó, cambiando su tono de voz al mío.

-Por que no quiero que me oigan.

-¿Quién?

-Mañana te explico, ¿sí? Sólo quería preguntarte si querías salir a pasear conmigo a la plaza-arrugué el suéter negro que llevaba puesto, nerviosa.

-¡Por supuesto! ¿Mañana?-suspiré de alivio.

-Sí, gracias.

-No, gracias a ti por invitarme-dijo.

-Entonces, hasta mañana, buenas noches y gracias-musité.

-Hasta mañana.

Tranqué la llamada e hice una exclamación de victoria. Sabía que podía contar con Sean cuando fuera.

Me senté sobre la cama y me incliné para abrir el cajón inferior de mí buró. Rebusqué entre papeles y debajo de todos encontré lo que había guardado como un tesoro a capa y espada hasta hoy. Levanté las diez fotos y miré cada una hasta encontrar alguna que dibujara el rostro mejor.

Cuando lo hice, la tomé entre mis manos y estudié el bello resplandor que por sí sólo reflejaba el rostro de Nate. Sentí en mi estómago como si un montón de burbujas se inflaran y fueran flotando en el espacio libre. ¿Por qué él me provocaba todo esto? Ahora empezaba a tener un miedo racional y tangible. Nate no debería de provocarme ese tipo de sensaciones, por que yo sabía que significaban. Recordé lo que había ocurrido hace rato, y no pude ni imaginarme lo que hubiera pasado si Sharon no hubiese llegado. Su rostro estaba demasiado cerca. Demasiado. Sentí cómo las burbujas se inflaron más y revolotearon por todo mi estómago. Sacudí la cabeza, queriendo deshacerme del recuerdo y por consecuente de la reacción.

Guardé de nuevo todas las fotografías en mi cajón, debajo de todo el montón de papeles, en donde deberían de estar. Me arropé para dormir y escruté el techo en total oscuridad; luché contra los pensamientos que en ese momento estaba teniendo, a mi no me podía gustar el novio de mi mejor amiga, no debía.

Manual de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora