El sol y la luna (kaisoo) Lágrimas de luna

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KyungSoo era la luna. Él era grande, brillante y redondo. Salía todas las noches y aluzaba tenuemente las fúnebres calles y avenidas. KyungSoo pensaba que era inútil, pues las personas ya tenían faroles que funcionaban mejor que él.

JongIn era el sol. Él era aún más grande, radiante e imponente. Sus tonos dorados y naranjas iluminaban todos los días a la tierra.

Cuando JongIn salía, KyungSoo se iba a dormir. La luna vivía de forma normal, no era completamente feliz, sin embargo no había nada que alterara su existencia. Hasta que en una ocasión, distraído, no se dio cuenta de que el día había llegado y JongIn comenzaba a despertar. La belleza del sol logró cegarlo; era tan grande y ardiente que si fuera de queso, en ese momento se habría derretido. La presencia de JongIn le producía una calidez incontrolable. Sus ojos redondos no podían apartarse de él, a pesar que calaba en sus pupilas. KyungSoo se dio cuenta que el sol lo opacaba, dándole un aspecto casi transparente.

Con expresión decaída, la luna se fue a dormir, sintiendo un hueco en su corazón.

Otra noche por fin llegó, la luna despertó después de que el sol se hubiera dormido por completo. Observaba desde el firmamento a los humanos; ocasionalmente lo miraban y sonreían, KyungSoo sentía una alegría llenarlo cuando sucedía.

La sonrisa de su boca no se borraba; esa noche brillaba incluso más que muchas otras. Las estrellas a su alrededor murmuraban y reían como siempre. KyungSoo entonces comenzó a preguntarse qué estaría haciendo el sol; durmiendo, seguramente.

A medida que las horas pasaban, las pocas personas que transitaban por las calles desaparecían dentro de sus casas. KyungSoo empezaba a sentirse solo.

Ya se aproximaba la mañana y KyungSoo lanzaba sus últimos rayos de luz plata. Más allá del horizonte, detrás de las montañas, observó una luz envuelta en un mar naranja y rosa con franjas de oro. Sintió una calidez en su pecho y su corazón acelerarse  febrilmente.

Los ojos adormilados del sol se asomaron sobre los cerros, parecían dos líneas arqueadas. KyungSoo se encontró a sí mismo embobado. Ya era hora de marchar, pero decidió esperar a que el sol despertara por completo. Los humanos comenzaban a aparecer y la luna sintió un poco de envidia; porque el sol no estaba solo como él, pero sobre todo porque aquellas personas tenían la dicha de estar cerca de JongIn, de sentirlo. Cuando el sol llegó a un punto más alto y más cerca de la luna, abrió los ojos por completo y una sonrisa se pinto en su boca. La luna, avergonzado, comenzó a ocultarse, pero el sol ya había notado su presencia. Lo observaba con asombro y alucinación. KyungSoo se fue desvaneciendo del día hasta volverse nada.

Esa tarde decidió despertar antes, sólo unos minutos, cuando el sol comenzaba a desaparecer tras las montañas, rodeado de una gama de colores cálidos sobre el cielo azul. KyungSoo vio sus ojos curiosos mirarlo curioso y alcanzó a notar una pizca de anhelo en ellos antes de que se escondiera por completo.

KyungSoo deseaba ser esponjoso y brumoso como las nubes, porque ellas podían hablar con el sol. Las estrellas parlanchinas se burlaban de su tristeza, algunas otras lo miraban con lástima, lamentándose de su mala suerte. La noche era envuelta por los murmullos y rumores de sus compañeras que se mofaban de su amor imposible. La luna se había enamorado del sol. Era un amor tan puro que sobrepasaba los límites de la naturaleza;  eran más que polos apuestos, se repelían uno a otro, sin embargo, KyungSoo albergaba una pizca de esperanza en su solitario y afligido corazón.

Pasaron algunos días en los que la luna y el sol no coincidieron. KyungSoo lo extrañaba con ímpetu. Su luz se estaba debilitando, cada noche era un poco más sutil  y vaporosa. Las estrellas lo miraban preocupadas, creyendo que se estaba enfermando. KyungSoo creía que estaba enfermo de amor.

Una noche, las fieles compañeras de JongIn aparecieron a su alrededor, rodeándolo por completo. KyungSoo no se asustó, la temporada de lluvias había llegado; aun así era realmente incómodo; se sentía frío y húmedo. Tras soplar aire helado por un largo tiempo, las nubes, con aspecto negruzco, comenzaron a llorar sobre la tierra, derramando gruesas gotas de agua.

Cierta vez, una nube le contó cómo es que un avión había dibujado sobre ella. Mencionó que fue emocionante y sintió cosquillas por todos lados. KyungSoo deseaba poder volar, y así poder escribir poemas para el sol sobre las nubes.

Algunas veces, cuando el sol salía y la luna se iba a dormir, soñaba que tenían un cuerpo como los humanos. Que podían conocerse en otras circunstancias, y que su amor no era prohibido. Que podían encontrarse a la hora y el momento que ellos quisiesen; que podía rodear con sus brazos al sol y susurrar palabras amables a su oído, y que el sol murmuraba frases cálidas de vuelta.

KyungSoo se preguntaba por qué JongIn nunca lo visitaba por las noches, pero la pregunta siempre se respondía sola. Él era tan poca cosa al lado del sol, que aunque saliera de día no sería notado, pasaba casi desapercibido. En cambio, la existencia de JongIn era tan magnífica que podría ser capaz de alumbrar a la tierra en medio de la oscuridad.

Esa noche sus lágrimas melancólicas se fusionaron con las gotas de agua de las nubes. Pensaba en que si Dios le concediera un deseo, definitivamente desearía desaparecer.

A la mañana siguiente se marchó antes de que el sol hiciera acto de presencia; no quería ser visto con los ojos rojos e hinchados, de por sí su aspecto ya era feo; pensaba.  Pero sí se cruzaron por la tarde, aparentemente, el sol fue quien se había retrasado; KyungSoo estaba sorprendido. La lluvia había dejado rastros que se reflejaban en el sol, formando un arcoíris. KyungSoo se deleitaba con la vista, pensando que era algo realmente hermoso e impresionante. En cambio, él, por las noches, era ensombrecido por las espesas nubes.

Transcurrieron un par de días, hasta que KyungSoo decidió esperar un poco más antes de su siesta. JongIn comenzaba a aparecer, tan apuesto y atrayente como siempre. Sus rayos dorados explotaban en todas direcciones, las personas cubrían sus rostros y achicaban sus ojos; nadie se atrevía a mirarlo, y KyungSoo se sentía feliz con eso. No deseaba que otros admiraran su belleza.

Creyó sentir su corazón detenerse en el momento en que JongIn miró en su dirección y sonrió radiantemente. Con la timidez que lo caracterizaba, corrió la vista, suponiendo que JongIn le sonreía a alguna nube tras él, pero el sol seguía mirándolo. Podría jurar que cualquier rastro de frialdad de su corazón desapareció con esa calurosa mirada. Sus mejillas se sentían tibias, probablemente era el hecho de tener a JongIn a tan reducida distancia.

La luna se sentía inservible. A veces deseaba ser como el sol, ser de provecho. Sin JongIn, los humanos no serían capaces de vivir, ni siquiera existirían, pero entonces ¿él para qué servía? Probablemente su existencia era innecesaria. Pero cada vez que notaba la mirada de JongIn sobre él y sus labios curvarse con alegría, creía que valía la pena. No importaba si JongIn nunca lo visitaba en las noches, porque KyungSoo siempre procuraba visitarlo durante las mañanas. Sabía que JongIn no se acercaba demasiada por miedo a quemarlo, pero saber que era aunque sea un poco importante para él, lo hacía inmensamente feliz.

KyungSoo se sentía aliviado de tener aunque sea algo de JongIn; una pequeña parte de su luz; ni siquiera le importaba no brillar por su propia cuenta.

KyungSoo a veces soñaba con que era capaz de amar sin obstáculos al sol.

KyungSoo a veces soñaba con que en otra vida fueron una pareja de humanos. Soñaba que se amaban con intensidad, pero no supieron hacer las cosas bien y fueron castigados de esa forma, sin poder estar juntos.

KyungSoo se preguntaba si algún día podrían tener otra oportunidad; definitivamente lo aprovecharía. 

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2014 ⏰

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