Colgando De Una Cuerda Que sabe A Ti

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Sintiendo el tacto rugoso y áspero de la cuerda cierro los ojos, ahí está él, con todo su delirio, perdiéndome en su mirada, envolviéndome en su voz. Hasta que se rompe, es fácil, solo una palabra para que el sueño desaparezca. Adiós. Junto a esta una sonrisa y una lágrima, debí de reaccionar a tiempo, pero no pude, me negué a creer la realidad y seguir viviendo en un sueño. Cuando alcé la mano intentando atraparle lo único que quedaba allí era silencio, un silencio ahogante. Todavía siento el sabor de aquel pastel en nuestro último aniversario, como sus manos llenas de chocolate me rozaban, me recorrían, sus labios sabían a vainilla, nuestro amor era dulce, tenían envidia de nosotros. Éramos la mejor pareja, las quejas de nuestros amigos resuenan en la vacía habitación, la silla tiembla cuando me tambaleo, quiero estar siempre pensando en él. Sabes, aún huele toda la casa a sus galletas recién horneadas, eso es una tortura, pero era lo único que me hacía sentir vivo. Puede que pareciera un acosador, alguien con quien era mejor no juntarse, si no le hubiera seguido nunca habría sabido lo magnifico que es el amor, también es probable que nunca hubiera estado con una cuerda atada alrededor de mi cuello, ni encima de una silla, pero era un riesgo que debía correr, uno que en ese momento no sabía. Mil besos formaron una dulce mermelada. Ciento cincuenta mil abrazos el bizcocho. Veintiocho noches de pasión la crema. Un millón de roces los unió. Un infinito de te amo pusieron la guinda y lo decoraron. Tus manos me dieron a probar. Una dulce y suave textura se expandía por mi paladar, explosión y caída, en eso se resume nuestra relación. No fue complicado ver el suelo y asustarse, tampoco lo fue la llamada, mucho menos hacer el equipaje. Lo siento mi amor. Está bien. Sabes que te quiero. Siempre lo sabré. Te ayudo. Sí, gracias. Sale tu vuelo. Lo sé. Bueno pues adiós. Sí... Adiós. Adiós. Adiós. Ojalá hubiera sido un hasta luego. Ojalá ese adiós no hubiera sido un hasta siempre. Escondido en una fría conversación que una vez quemada fue un último te amo se hallaba. Y le escribí un millón de cartas. Cuatrocientas veinte canciones. Un simple te amo en una hoja vacía. Ninguna mandada. Ninguna recibida. Un nudo en la garganta y lágrimas recorriendo lo olvidado. Literal y metafóricamente. Diré algo más como mi última palabra antes de decir adiós a mí mismo: tú fuiste mi postre preferido, mi receta favorita, mi dulce crema, tú fuiste mi sabor predilecto. Esa fue una de las cartas que le escribí. Otra era un simple te amo. Nunca dicho. Nunca escuchado. Si pudiera cruzar mar y tierra solo para estar junto a ti no lo dudaría. Si pudiera hacerte sentir mi piel. Si pudiera sentir la tuya en mis yemas. Fue otra más. Nunca sentido. Nunca hecho sentir.

Adiós.

Deseo un hola.

Ojalá fuera un hasta luego.

Solamente espero que me recuerdes.

Por ti te regalé mi corazón.

A ti te regalé.

Mi última carta.

Adiós.

Jongin. Tu Kai. Tu para siempre junto a ti.

Esa fue la única carta que te envié, y antes de cerrar para siempre mis ojos puedo sentir la puerta siendo abierta y golpeada, la silla tiembla por el golpe y empujándola oigo tu voz con sabor a vainilla. Pero sé que solo es una alucinación por el dulce olor que se esparce en la habitación. Yo estoy...

-Jongin... despierta... hazlo mi pequeño...

Muerto.

Suicidios amorososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora