Capítulo tres

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—¿Qué haces llegando a ésta hora? —Le pregunto, cruzándome de brazos al mismo instante.

Tara se agacha a recoger su bolso, colgándolo de su antebrazo y me mira fijamente.

—¿Qué demonios te crees Amber? —dice, nunca la había visto tan enfadada— Está bien que seas la líder y creadora del grupo, pero eso no te da ningún derecho a meterte en nuestras vidas ni hacerte la madre de nadie porque nadie lo quiere.

—Sólo me preocupo por ustedes—frunzo el ceño—, ¿tan mal está que lo haga?

Ella se dirige a una pequeña mesa que está en la esquina del primer piso del loft y deja su bolso con cuidado, tratando de no hacer ruido.

—¡Dios, Amber! No soy ninguna niña de la que debes cuidar —trata de no levantar la voz—. Tengo veintidós años, soy bastante madura para poder cuidarme sola. Me tienes harta con eso que últimamente te ha dado con cuidarnos de más.

  No pienso en sus palabras y tampoco a la dirección que quiere dirigirse con ellas, sino en que está tratando de evadir el punto principal de ésta conversación, el porqué de que ha estado escondiendo recientemente algo. Voy directo al punto y le pregunto:

—¿Tú estás escondiendo algo cierto?

—¡Por supuesto que estoy escondiendo algo! —ya no se esfuerza en bajar la voz—, ¡todo el mundo tiene secretos!

Tara cree que soy idiota, si piensa que dejaré así la conversación está equivocada. Ella es una perfecta mentirosa y una maestra en evadir a la gente, lástima que yo ya la conozco lo bastante para saberlo.

—Seguiría con ésta conversación, pero necesito tu ayuda con algo—señalo con la cabeza el sofá en el que Phoebe está acostada, durmiendo plácidamente— Blackwell ha tenido otro ataque.

La expresión de su rostro cambia en un instante y dirige su mirada rápidamente al sofá. Comienza a correr, pero antes de que se lance a él, la detengo con un brazo delante de su cuerpo.

—Eh, no la despiertes—digo—. Me ha costado unas cuantas heridas y moretones dormirla.

Tara se recuesta en el suelo, a un lado de Phoebe, y pasa su mano por la frente de ella.

—¿Sabes?, deberíamos decirle a las chicas.

—Eso creo, pero todo a su momento—digo—. Por cierto, debemos hacer un pequeño trabajito, ahora.

Ella me mira incrédula. Sé que no se lo cree. Amber Jones es la más sensata del grupo y sin duda nunca haría esto, bueno, nunca hasta que hubiera una emergencia; salir en la madrugada a robar simplemente era una de las ideas más estúpidas que podría elegir, pero presa de la exasperación, no había otro camino que tomar. 

Al ver que no dice nada y se resigna sólo a mirarme, suspiro.

—A Blackwell se le han acabado las pastillas—le digo mientras me cruzo de brazos, ella alza sus cejas en protesta de mi tono tan frío en un tema como éste—. No es mi culpa, a esa chica le persigue la mala suerte.

—No seas tan fría.

Alzo mis brazos, dando a entender que soy inocente, inmune a sus palabras. Así me ha criado mi padre, es algo de herencia, inevitable.

—Mira, debemos salir rápido que yo no quiero ni que las chicas se enteren, ni que Blackwell despierte y nos arme otro lío, ni que me atrapen en mitad de la noche robando en un establecimiento por unas putas pastillas, porque he dormido como diez minutos y todos mis sentidos no estarán alerta para poder prevenirnos y salvarnos, porque te digo Tara, que si esta vez nos atrapan, no tendrán tantos beneficios para nosotras.

Bad GirlsWhere stories live. Discover now