Capítulo 27

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—¿Qué? ¿Cuántas partes más hay? —preguntó aturdida. Sacudió la cabeza sin poder creer lo que le decía y yo sonreí.

—Esta es la última, lo prometo. —La tomé de la mano e hice atravesar un pasillo hasta un par de puertas de roble. Cuando ella se estiró para abrir una de ellas, la detuve.

—Espera, solo quiero decirte una cosa más.

Bufó, se giró a verme y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Pues dime ya —pidió. Era tan impaciente que comenzó a rebotar sobre las puntas de sus pies en espera a que terminara y la dejara entrar.

—Yo sé que este día lo querías compartir con nuestros amigos y familiares... —Jan suspiró con pesar—, y es por eso que arreglé esto para ti.

Abrí las puertas de par en par cuando me miró sin comprender y empujé ligeramente su espalda para que entráramos a la habitación inundada con música alegre y aromas deliciosos. Todos los presentes se giraron a vernos y luego Lora chilló emocionada algo ininteligible, antes de correr hacia Jan y apretarla entre sus brazos. Después de eso, todos se turnaron para abrazarnos y felicitarnos a ambos.

No era mucha gente, en realidad.

Mis padres, Dean, Lora y Marcus, unos cuantos amigos míos de la universidad, unos amigos de Jan del hospital y eso era todo. No había más de veinte personas en la habitación y me gustaba que fuera algo reservado, solo para la gente que era realmente importante en nuestras vidas.

—Felicidades —pronunció Carter palmeando mi espalda. Sonreí y lo palmeé de regreso.

Una vez que me había enterado de sus... preferencias, me relajé visiblemente a su alrededor. Ahora no sentía que debía andar con cautela ni dudar de sus intenciones con Jan. Había confundido el cariño fraternal que le tenía con algo más, y me alegraba demasiado el haberme equivocado en cuanto a mis sospechas.

Sería una pena haber tenido que golpearlo con lo bien que me caía ahora.

Después de recibir los regalos por los cuales Jan gritaba, reía o se sonrojaba —en el caso del presente de Lora—, nos dispusimos a comer el pastel que mi madre había horneado. Le había insistido en que no era necesario, pero ella era la mejor repostera que conocía y moría por probar lo que había traído.

Una torta de cuatro pisos se elevaba en la mesa forrada por un mantel de satén azul y estaba rodeado con varios tipos de comida. Justo en la cima del pastel, había dos muñecos.

Una novia arrastrando al novio hacia el altar.

Las esquinas de mis labios temblaron conteniendo una sonrisa. Si tan solo hubieran sabido que en nuestro casi los papeles habían estado invertidos...

Jan me miró y supe que había pensado lo mismo que yo.

Entre gritos, nuestro público nos animó a cortar el pastel juntos. Lo hicimos con cuidado, lo elevamos para morderlo, pero en el último instante lo empujé hacia Jan y llené su rostro de crema. Ambos nos echamos a reír cuando hizo lo mismo conmigo, y entonces al fin comenzamos a comer. Estaba delicioso.

La cubierta era de queso crema con azúcar y el pan era de chocolate. ¿Los pasteles debían ser cremosos? Porque este lo era y casi sentía cómo se deshacía en mi boca. Gemí de placer al igual que todos en la habitación.

—Creo que acabo de tener un orgasmo gastronómico —susurró Jan a mi lado mientras tomaba otro pedazo de pastel—. El mejor pastel que haya comido alguna vez en mi vida.

Reí al escucharla y busqué a mi madre con la mirada. Cuando la vi mirando directo hacia mí, elevé mi dedo pulgar y ella suspiró pareciendo aliviada.

Rendirse jamás [PQY #1] ✔ versión 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora