Prólogo

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Prólogo

La mañana era soleada y corría un viento fresco. Mara salió de la oficina en la que trabajaba limpiando con una amplia sonrisa en la cara, era su cumpleaños y se dirigiría de vuelta a casa esperando recibir una felicitación y un beso por parte de su familia, porque no habría más, pocas veces lo había... Sin embargo, un pequeño gesto era suficiente para ella ahora que tenía veinticuatro años.
Cruzó callejones desiertos para llegar al viejo y destartalado edificio en el que vivían apenas cuatro familias en situación precaria. La puerta de entrada chirrió gravemente y las luces parpadearon sin llegar a encenderse del todo. El papel de las paredes estaba desgastado y caído, acostumbrada al aspecto del lugar se lanzó escaleras arriba esperando que su madre hubiera preparado un dulce desayuno para su día especial.
—¡Estoy en casa! —abrió la puerta con un alegre grito esperando atraer a toda la familia. Ningún sonido llegó a ella, ninguna respuesta se escuchó.
Se quedó pensativa en el umbral de la puerta y finalmente soltó un pequeño suspiro entrando en la primera estancia.
—Más vale que no estéis pensando en ninguna sorpresa...
Pero el susto que había esperado no fue el que recibió. A su espalda, saliendo seguramente de la cocina, alguien se abalanzó sobre ella tapándole la boca. En un primer momento pensó en su hermano, pero quien la sostenía era demasiado alto. Después en su padre, pero él era un hombre delgado y, los brazos que la aprisionaban eran poderosos, aquello también descartó a su madre de forma inmediata.
Se revolvió por instinto mientras la llevaba en dirección a la habitación principal, la de sus padres. El pequeño pasillo se le hizo eterno mientras en su mente aparecían decenas de palabras, pensamientos y sospechas. ¿Un ladrón? Pero no habría podido con los tres... ¿Dónde estaban?
Atados, tenían que estar atados...
Apenas pudo ver la situación que la rodeaba, porque aquel individuo la lanzó con una fuerza sobrenatural haciéndola caer estrepitosamente al suelo. Al chocar gritó por el dolor que la recorrió, pero inmediatamente se quedó sin voz al ver sus manos teñidas de un rojo oscuro y viscoso que desprendía un olor irreconocible. Alzó la vista con el ceño fruncido y la dantesca escena paralizó por completo cada parte de su ser. El color rojo de sus manos se extendía por toda la habitación humildemente decorada, las manchas llegaban hasta el techo, y ahí estaban.... tres cuerpos descuartizados sobre la moqueta que hacía apenas unas horas había sido de color marrón. Un horrible temblor la abrazó inmediatamente. Estaban muertos, todos aquellos que formaban su mundo, estaban muertos...
Giró la cabeza para ver al causante de aquel dolor indescriptible. Era un hombre joven, de aspecto extraño y aterrador, y tal vez por lo que acababa de hacer o producto de su mente, en aquel instante ni siquiera le pareció humano.
Estaba cubierto de sangre, sonrió al sentir la mirada verde de Mara sobre él, entonces se llevó una mano a la boca y con placer lamió la sangre produciendo un extraño sonido.
—¿Qué...? —el labio inferior le temblaba sin dejarla hablar.
No respondió, volvió a proferir un extraño gruñido y se dejó caer sobre ella. Mara intentó zafarse entre gritos de terror puro, pero su cuerpo había perdido fuerzas y la sangre del suelo la hacía resbalar sin remedio creándole náuseas en el estómago.
 Él estiró una mano y agarró la camisa que vestía, había pasado de tener un blanco impoluto a estar repleta de parches rojos que provocaban que la tela se pegase a su cuerpo. De un tirón se la desgarró haciendo saltar los pequeños botones en todas direcciones. En aquel momento ella gritó imaginando lo que haría, pero se paró en seco y de nuevo se quedó sin voz cuando las miradas de ambos chocaron, en aquel instante se dio cuenta de que sus actos no tenían un fin sexual, aquel ser, u hombre, o lo que el infierno hubiera dejado escapar, deseaba hacer correr su sangre.
No vio cómo ni con qué, pero le cortó la carne obligándola a gritar con todas sus fuerzas, el dolor era fuerte, inimaginable e insoportable.
Un golpe al que siguió un fogonazo de color blanco la cegaron y todo desapareció.
¿Qué ocurrió? No lo supo. Días después se despertó en la cama de un hospital, dolorida y desorientada. Le escocía horrores el pecho y había sangre en la venda que lo cubría. El corte sin duda tenía un buen tamaño, fácil de adivinar observando el horrible color rojo que le provocó mareos.

Inocencia Encadenada [PUBLICADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora