h e a l i n g

50 2 1
                                    


Acarició el helecho con las yemas de los dedos antes de regarlo. Agachada rebuscó entre las macetas algún bichito que pudiera darse un festín con sus retoños o simplemente tallos marchitos que podar. El patio era diminuto y lo había llenado de tanta vegetación que para caminar tenía que estar al tanto de cada movimiento que sus viejas zapatillas hacían.

Calmaba su ansiedad escuchando el susurro de las hojas, olisqueando la fragancia de las flores. Cuidaba las sansevierias, el pequeño geranio rojo, la malamadre que colgaba sus brazos del alféizar de la ventana, el romero que se espigaba en los parterres y la hiedra que trepaba por la triste pared de hormigón.

Aquel patio era su alma y brotaban juntos.

m i s c e l á n e aWhere stories live. Discover now