Capítulo V

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Octubre, 747 D.C.

--El hilo conductor de esta novela es la fecha de cada capítulo. Debes mantener claro que año estás leyendo para no perderte.--

El temor en sus ojos era evidente. Pero el deseo de permanecer allí, junto a él era más fuerte. Probar por unos segundos adicionales el néctar de lo prohibido, y luego marcharse con la incertidumbre de cuando volvería a verle se tornaba como una energía que la mantenía allí.

            Él se le acerco por detrás, le recogió el cabello, lo colocó detrás de la oreja derecha y le susurró al oído las palabras de siempre. Pero esta vez tenían un peso diferente para ella.

-          Eva no te vayas, escapemos – dijo el joven.

Ella volteó y percibió su rostro triste, como si el también supiera que esta vez era distinto. Eva no podía hacer más, su corazón le decía con todo el ímpetu posible que se quedara. Que escaparan. Que buscaran refugio en el sur. La guerra había acabado hace años y no había que temer. En un lugar donde nadie la conociera podrían establecer un nuevo comienzo. Forjar ambos una nueva realidad. Atrás quedarían las responsabilidades de ser una princesa, hija de uno de las personas más importantes del norte. De seguro algo podrían hacer en el sur. Algún trabajo podría encontrar él. Sabía hablar el idioma de los sureños así que no había nada que temer. Pero siempre llegaba el momento de re-pensar las cosas, de otorgarle a la duda ese espacio que merece en todas las conversaciones y pensamientos. La muerte… La muerte era el mayor de los temores de Eva. Y no la suya, sino la de su joven amado. Su padre no dudaría por un segundo mandar a cortarle la cabeza. Tenía el poder, las conexiones, y el carácter necesario para dar una orden de búsqueda, adentrarse entre las personas del pueblo, expandir la búsqueda hacia las fronteras y con toda seguridad daría con una pista que los levara hasta donde estuviesen.  Ella probablemente terminaría encerrada hasta ser casada oficialmente con algún príncipe. Él por otro lado, sufriría la muerte. No había manera entonces de conceder espacio al pensamiento de escapar. Era muy arriesgado.

Todos estos pensamientos asaltaron su mente en solo segundos, los mismos que tomo voltear su rostro a la derecha, mirar el de su amado y decirle con voz quebrantada:

-          Hoy no. Lo siento

El cerró sus ojos y no lo quedó más remedio que aceptar. Muchas veces pensó tomar la iniciativa, pero la amaba tanto que sabía que sus acciones desencadenarían una serie de eventos fatales para ambos, pero más para ella. A él no le importaba morir. Pero saber que la vida de su amada sería lanzada al vacío lograba que pusiera freno a sus intenciones.

Recibió un beso como siempre, con el sabor de las lágrimas impregnadas de Eva. Contempló como se bajaba de la cama, su cuerpo desnudo completamente. La piel sin ninguna marca, normal en una princesa o alguien de la nobleza. Observó cómo tomaba su vestido y se lo colocaba poco a poco. Se preparó toda completa y observo por una ventana que quedaba alta en la habitación, hacia afuera. Ya venían los mercaderes. Era el momento en el que, como de costumbre, debía salir y mezclarse con ellos y aparentar que había viajado tanto para poder tener muchas cosas que de seguro no llegarían al castillo.  Esa era siempre su coartada, salir sola a dar un paseo y perderse entre la multitud con el rostro cubierto.

Y así mismo la vio partir él desde su cama. Cuando abrió la puerta para salir comenzó lo mismo de siempre. Subirse a las cajas y verla mezclarse entre la gente, a través de la única ventana en el cuarto. Luego seguirla con la mirada hasta que doblara la esquina y ahí solo empezar a vivir de los recuerdos sin saber cuándo volvería a verle.

Ya de camino al castillo Eva repasaba cada paso que debía seguir para entrar sin que nadie lo notara, desapercibida. Tal y como lo llevaba haciendo varios años, entraría por el lado sur, entre los puestos de especias y buscaría un momento donde nadie la viera para abrir una pequeña rejilla y dar con la parte baja del castillo. Una vez allí todo era cuestión de alcanzar la puerta que daba al primer piso. Luego, mantenerse cubierta como una criada más hasta llegar al segundo piso.Todo ya sería regular al lograr eso, puesto que esa era su casa y nadie se sorprendería de verle caminar en cualquiera de los lugares dentro del castillo.

Dentro del castillo la nana aun discutía con ambos jóvenes. Eduardo ya se había vestido por completo. Y ayudaba a vestir a su amante, mientras esta se reponía el cabello. Mientras esto sucedía, la nana solo pensaba en cómo explicar todo esto si el padre de Eva llegaba a la habitación, y más aún como encontrar a Eva. De seguro seria su fin y no de la mejor manera. Cuando por fin ambos amantes estuvieron listos, la nana salió afuera y estuvo segura de que nadie venía ni subía por las escaleras, despidió a ambos en la misma puerta dándole las indicaciones que debían seguir para llegar abajo sin problemas. Eduardo la miró de frente  dijo:

Gracias señora – estrechando su mano y acercándose para darle un beso en la mejilla.

Agradezca que no diré nada – contestó de mala gana inclinándose hacia atrás para evitar el beso y el saludo. – No sé cómo los padres de la niña lo contemplan como su futuro esposo, a mí me da asco.

Eduardo levanto las pupilas de sus ojos como aborreciendo el discurso de la señora y se marchó con la chica siguiendo las instrucciones de la nana. Una vez abajo se separaron y él fue a reunirse con sus padres. Ella continuó hacia afuera del castillo. Cuando iba llegando a una de las puertas de salida, escuchó la voz de uno de los soldados que decía:

-          - Tú, anda y dile a la nana que ya debe bajar con la niña, el rey la está esperando.

La joven temió, esa ruta la utilizaban las que bajaban por los dormitorios, y ella no tenía ningún asunto que haber estado haciendo allá. Si alguna persona le daba por averiguar más allá, en ese momento sin Eduardo a su lado, de seguro se buscaría un problema. Pero el guardia seguía dándole indicaciones esperando alguna respuesta. Entonces se detuvo y pensó dar la vuelta, ya no había nada que hacer, solo arriesgarse. Giró su vista atrás y para su sorpresa vio la escena que le devolvió el aliento. Una joven, vestida como una sirvienta más, y con el rostro cubierto hacia una reverencia al soldado como indicando que llevaría el recado lo más pronto posible a la nana.  La joven devolvió la vista al frente y continuó su camino. Logro salir y conseguir el grupo con el que había venido con la familia Frontiel.

En el segundo piso Eva entró su cuarto y se dirigió al baño. La nana la siguió, increpándole por todo y dándole instrucciones. Ella, mientras se secaba el agua del rápido baño que tomo le dijo:

-          Ya lo sé, debo bajar lo antes posible, mi padre me espera.

La nana la peinó y preparó lo más rápido que pudo y se dispusieron a salir del cuarto lo antes posible.  El momento había llegado y en el piso de abajo esperaban todos.

La escena era como sacada de una pintura. Los padres de Eva a la izquierda tomados de una mano y estrechando las otras para recibir a su hija en medio del salón. Al otro lado los Frontiel con su hijo frente de ellos sosteniendo una rosa. Al lado de ellos los criados que habían venido en el viaje para ayudar, también presenciaban el acto.  Cuando por fin Eva vio a Eduardo ocurrió lo inesperado. Fijo su mirada en los ojos que captaron su atención, siguió mirándolos mientras llegaba a donde estaban sus padres en el centro del salón. Los padres de Eduardo pensaron que era un gesto que les aseguraba el futuro pues la chica quedó prendada de su hijo al verlo. Eduardo, tranquilo, respirando, pensaba igual. Detrás del lado derecho de Eduardo estaban los dos ojos que devolvían la directa mirada de Eva. Esos mismos ojos que Eva había visto al subir cubierta cuando llegó escondida al castillo. Los ojos de la joven que bajaba del segundo piso y cuyo peculiar perfume había llamado la atención de Eva. Todo porque ese perfume solo existía en un lugar en ese castillo, en el cuarto de Eva, en el segundo piso. De donde hace menos de una hora vio bajar la joven que ahora cruzaba miradas con ella. 

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Eva No DespiertaWhere stories live. Discover now