3. Regreso al edificio

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El auto sobrepasó la velocidad permitida para la autopista, pero eso no inquietaba a Héctor, porque había realizado muchas veces este viaje, aunque nunca con la presión de unas consecuencias tan negativas si no regresaba pronto al edificio. Su esposa intentaba no mirar el velocímetro para disminuir la angustia, en cambio, observaba los árboles que se iluminaban y oscurecían.

-Nunca pensé que Oscuridad volvería -dijo Héctor apretando con rabia el volante.

-Evitemos hablar de eso, nuestro hijo y su polola nos necesitan -sugirió Paulina.

-¿Cómo quieres que no hable si los signos del caos regresaron? Pasamos demasiados años esperando enfrentarlos y ahora que vuelven será Nataniel quien deba luchar contra ellos.

-Lo sé, pero no sacas nada con darle más vueltas. Estamos a una hora de viaje para llegar al departamento y si chocas no podremos ayudar ni detener nada, nunca más -explicó la mujer apuntando la ruta.

Tenía razón, pero eso no impidió que durante los kilómetros restantes su esposo se sintiera culpable porque él había establecido los primeros contactos con las fuerzas del Caos para que invadieran la realidad hacía muchos años. Lamentablemente nunca pudo enfrentarlas directamente y la historia se repetía con su hijo como víctima de los horrores que llegarían.

El estacionamiento tenía a los vecinos en pijama esperando que las cosas se tranquilizaran, porque bien sabían que algo sobrenatural los atacó y ya había terminado, porque regresó la electricidad y llegaron los padres de Nataniel. Todo volvería a la calma.

La pareja bajó del vehículo y con un saludo general corrieron hacia el ascensor. Sintieron en su espalda la mirada inquisidora de la mamá de Cathalina, pero no se giraron para darle un gesto de consuelo, porque todos tenían claros los peligros y beneficios de vivir ahí.

La puerta del departamento se abrió llamando la atención de Nataniel y Cathalina. El muchacho de forma espontánea tomó el jarrón sobre la mesa de centro para defenderse.

-Tranquilo, hijo, somos nosotros -dijo Paulina levantando los brazos en señal de paz.

El muchacho miró a sus padres y rompió a llorar. Menos mal eran ellos, porque ya no tenía fuerzas para luchar. Una terrible sensación inundó a Nataniel, pues si ellos hubiesen estado cuando los necesitó, Oscuridad nunca se hubiese tragado a su polola y, mucho menos, ella habría sido marcada por la lengua de un monstruo.

-Hijo, yo la veré, déjame atenderla -dijo Héctor levantando a la joven para recostarla en el sofá-. Sé de estas cosas.

De inmediato Nataniel pensó en qué podía saber su papá, un humilde conserje e ingeniero sin trabajo, sobre monstruos que tatuaban mensajes en los humanos. O lo que era aún peor: ¿qué sabía él sobre la intención de esa mujer por asesinarlo? Porque Cathalina aseguró que ella esperaba a otra persona... lo esperaban a él.

NATANIEL NEIRA: Signos del CaosWhere stories live. Discover now