Prólogo

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Noticia publicada por el semanario Cabo Rojo Daily, el día 5 de enero de 2017:

DESAPARECE PERIODISTA EN BALNEARIO Fuentes fidedignas nos informan que el 2 del presente mes se produjo la desaparición de Distéfano, Sevren, corresponsal independiente, en circunstancias aún no esclarecidas por la policía local en el pequeño poblado de Cabo Rojo. Mr. Distéfano es viudo y se encontraba investigando la Casa de los ingleses cuando desapareció sin dejar rastro alguno dejando todo su equipaje detrás. Se estima que el reportero pudo haber tomado algunas provisiones y se dirigiera al norte a realizar alguna incursión en el bosque de Libélulas. La policía local y de la ciudad ha comenzado a indagar sobre el caso sin novedades aún. De momento los esfuerzos para localizar a Mr. Distéfano han resultado infructuosos.

***

El hombre echó a correr. Penetró en la arboleda. Media hora después, el rumor de la corriente del río llegó a sus oídos. Paró un segundo para limpiarse el sudor de la frente y recuperar el aliento, y continuó serpenteando entre la maleza, abriendo su propio sendero hasta el remanso que formaba el río en esa zona.

Después de varios minutos de intensa carrera, que habría dejado sin aliento incluso a una gacela, se detuvo junto a un coche viejo y destartalado aparcado al final de un sendero escondido. El vehículo estaba tan herrumbrado que deberían hacer décadas que se encontraba allí. El viento golpeó con fuerza su rostro, las hojas se remolinaron frente a él armando un pequeño torbellino.

Decidió que no sería un buen escondite y se aventuró un poco más allá en el sendero. Entonces el hombre llegó a un pequeño bosque. Tropezó con un tronco caído y se desplomó cuan largo era. Se quedó allí, resollando entrecortadamente, y se apretó el costado con la mano, en el lugar donde había aparecido una punzada torturante. Se quedó allí, derramando lágrimas de conmoción y miedo.

Fuera a donde fuese, hiciera lo que hiciese, le perseguiría y le atraparía, en ese punto esa era una certeza de la cual no podía escapar.

Recorrió adolorido el tramo que le separaba de un gran pino y se sentó desahuciado contra el tronco. Tomó su cámara entre sus manos, protegiéndola cual tesoro y decidió que lo mejor sería ocultarla de lo que fuese que lo seguía. La tapó con unas hojas a su lado y sacó un recibo de su bolsillo y lo puso encima. Quienquiera que lo buscara podría encontrar su cámara y saber lo que le había ocurrido.

La luz salió de entre los arbustos detrás de él. No llegó a verla pues estaba ocupado remendándose la venda improvisada que se había tenido que hacer en la pierna.

La luz lo succionó en la obscuridad del bosque. No llegó a emitir el aullido que se le quedó atorado en su garganta, pero el mismo se reprodujo en su mente. Sintió como el fuego lo consumía por dentro hasta que ya no sintió más.

La luz de Cabo RojoWhere stories live. Discover now