Capitulo 2: Samael.

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Al principio solo podía escuchar un zumbido lejano y monótono, parecido al de un canal de televisión mal sintonizado.

La primera impresión al abrir los ojos fue que se encontraba en casa, no recordaba nada después de salir de la escuela, pero asumía que, de alguna manera, estaba en casa. La idea era reconfortante y debería hacerlo sentirse seguro, sin embargo, temblaba de miedo.

No lograba conectar nada, su mente era un revoltijo de ideas, solo entendía que sentía algo muy cercano al terror, aunque no podía precisar porque.

A su lado algo se movió. Karla estaba ahí, despertándose también. Era extraño que estuvieran en la misma cama, pero no tanto considerando que lo había cuidado desde niño y seguía haciéndolo, a veces con ello ganándose la burla de alguno de sus compañeros.

No, importaba, debía levantarse o se le haría tarde... En ese momento su mano tocó algo frío y punzante y al levantarla para ver bien se encontró con que estaba llena de sangre. A su alrededor se hallaban fragmentos de porcelana y piedra, así como restos de comida. Las paredes, antaño de un blanco casi puro, estaban manchadas de sangre que parecía ser fresca y se encontraban destrozadas en varias partes.

El zumbido cesó y con ello su mente se despejó, recordando todo.

-Karla, despierta -la llamó en voz baja, sacudiendo la un poco, pero sin dejar de vigilar la puerta destartalada, esperando que nada entrará por ahí. .

Ella abrió los ojos, pero en su caso parecía estar más consiente, pues casi de inmediato se incorporo y examino sus alrededores.

-¿Dónde estamos? -preguntó, levantándose. Su falta de sorpresa causó intriga en Daniel. Él, al menos, estaba bastante confundido por lo que pasaba.

-No lo sé -respondió.

Karla entonces se quitó el collar que siempre llevaba consigo, de cadena color dorada, hecho de algo que parecía ser onix, ovalado y con una marca grabada en el centro, tendiendoselo a Daniel.

-Quédatelo -le diji-. Lo necesitas más que yo.

-Karla, sabes lo que esta pasando, ¿verdad?

Más que pregunta, era una afirmación. Era extraño que le diera el dije, ya que fue su hermano quien se lo regalo ya hace mucho y siempre lo considero un tesoro, al punto de arriesgar su vida cuando alguien intento robarlo. Eso, junto con las palabras intercbiadas con aquella cosa del parque, le indicaban que era así.

-Algunas cosas -le respondió-. Siempre creí que eran leyendas, pero supondo que debí de tomármelo más en serio.

La pregunta de Daniel murió en su garganta. En ese momento una de las paredes exploto y entre los escombros apareció una bestia, un ser demoníaco que parecía buscarlos.

Media al menos tres metros, de pelaje negro, poseyendo la complexión de un gorila, pero con la cabeza de un lobo y un par de cuernos de carnero que sobresalían por encima de su cabeza. Dos alas negras y membranosas se hallaban plegadas en su espalda que intentaban desplegarse en ese reducido espacio. Unas garras del tamaño de una mano humana chocaban una y otra vez entre sí, produciendo el sonido de chasquido de pinzas, mientras que su cola, parecida a la de un de león, dividida en tres, se agitaba de un lado a otro, destrozando la piedra con cada movimiento. Pero lo más desconcertante eran sus ojos, dos rendijas parecidas a esmeraldas clavadas en su cara. Sin pupilas, sin iris, sólo dos esmeraldas que remplazaban aquello que debería estar ahí. Sin embargo, parecía observarlos.

Ante la llegada de la criatura Daniel se paralizó del miedo, ni siquiera logro moverse cuando el demonio se hacer o a él y alzo sus enormes brazos para aplastarlo. Por suerte Karla mantuvo la calma, como si lo esperara y en el último momento logro tomar al chico y lanzarse a un lado junto con él, justo cuando el puño de la bestia destruía el piso con su descomunal fuerza.

El legado Rith: A través del portal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora